El suicidio estoico
por Sebastián Aguilera Quiroz
Extraido de...
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Resumen: Los estoicos consideran al sabio como a la naturaleza, este se asemeja a ella, puesto que lo que hace el sabio, todo lo que hace, es siempre conforme a la recta razón, a esta naturaleza que lo determina todo. Este sabio no cae en excesos, no tiene deseos y menos pasiones, y siempre actúa de manera oportuna, entendiéndose ‘oportuno’ por una especie de unión de lo que acontece con el curso de las acciones humanas, esto nos lleva a pensar más firmemente que el sabio se identifica, se hace igual a la Naturaleza al poseer esta característica. Lo que nos conduce al planteamiento de una respuesta, que responde al por qué de considerar correcto es suicidio en el sabio. Respuesta que apunta a esta concepción de oportuno, Naturaleza, recta razón y actuar en conformidad con esta.
Este trabajo versa en general, sobre algunas concepciones y consecuencias de la ética estoica, y particularmente, acerca del tema del suicidio. El problema que surge necesariamente, a prima facie, es el de ¿cómo es posible que el suicidio sea considerado algo correcto u oportuno, en el sabio, dentro de una concepción, como es la estoica, donde el instinto básico y primario del ser humano es la conservación de su ser, la preocupación por la existencia? Se intentará resolver este problema o paradoja, en el presente trabajo, pasando por la concepción de sabio, de oportunidad, de lo que es debido, de la naturaleza y de la felicidad, luego de una exposición brevísima para entender mejor algunos conceptos de la ética estoica.
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Los estoicos tenían una concepción de mundo muy peculiar, creían en lo que ellos denominaban Naturaleza, lo cual era, en palabras simples, aquello que gobernaba todo el universo, aquello único que era principio y fin de la vida humana, o como escribe Long, “La Naturaleza (Dios, pneuma, causa, lógos o destino) es un ser perfecto, y el valor de todo lo demás en el mundo se asienta sobre su relación con la Naturaleza”[1], lo que quiere decir que el concepto que antes se conocía como Dios, Fuego, Uno, Ser, etcétera, es asimilado en el estoicismo como Naturaleza, la que implica gobierno total sobre cosas y actos humanos y animales. Este principio regente es el causante de que los hombres vivan lo que viven, el que un hombre, por ejemplo, pierda un ser querido, como un hermano o su madre, es considerado, dentro de los estoicos como, simplemente, algo que tenía que ocurrir, pero algo que tenía que ocurrir por esta Naturaleza que todo lo gobierna, de lo que se desprendería la idea de un fatalismo exagerado, puesto que los estoicos estaban convencidos hasta de que lo que era malo e injusto para uno (cualquiera fuera este) era, al fin y al cabo, obra de la Naturaleza, como lo muestra Cleantes en una parte de su himno a Zeus (al que , a propósito, identificaban con la Naturaleza), cuando dice “…pero tú (a Zeus) sabes ajustar lo desmesurado y ordenar lo desordenado y lo no amable es para ti amable…”, donde se ve que esta concepción de la Naturaleza lleva a pensar que los estoicos concordaban en un sentimiento de determinismo, el cual era efecto de la Naturaleza, e incluso lo malo, o lo desmesurado y desordenado era puesto en orden al plan universal que tenía la Naturaleza para todas las cosas.
Otra idea fundamental en el estoicismo y particularmente en la ética estoica es de la conformidad con esta Naturaleza y de aquí ese carácter uno e inmutable característico de los estoicos. Todo lo que era considerado bueno y recto para los estoicos era lo que hacía razón de la Naturaleza, todo lo que se hacía conforme a ella, por ejemplo, el hombre es por naturaleza un ser social, entonces debe vivir como tal; el hombre tiene por naturaleza inteligencia (esto es, la Naturaleza se la ha donado), por lo tanto tiene que vivir conforme a ella; el hombre tiene por naturaleza capacidad para desarrollar virtudes, por lo que tiene que vivir conforme a ellas; el hombre tiene por naturaleza un primer impulso de conservación en la vida, luego, tiene que mantenerse en ella conforme a la Naturaleza, a la inteligencia y a la virtud. Nótese el carácter imperativo del tiene y el debe, lo que hay que hacer, entonces, para tener una conducta ética y llegar a la felicidad en la vida, es hacer lo que se tiene que hacer, conforme siempre al principio último de todas las cosas. De aquí que en los estoicos sea característico el mantener una actitud, una personalidad única durante toda su vida, esto es, que por ejemplo, si alguien tuviese la convicción de que el mundo es una proyección de nuestro yo, impropio e incorrecto sería decir siquiera una vez algo que exprese o de cuenta de un cambio de postura, esto sería, para el estoico, no ser uno mismo, y por lo tanto faltar a la Naturaleza. Incluso, debido a la fuerza de esta convicción estoica, Séneca, un estoico tardío (vivió en el siglo I d. C.) se suicidara antes de que se le oyera cambiar de opinión. Esto, era preferible, entre los estoicos, a tomar cualquier postura contraria a la que antes se tenía.
Ahora bien, esta conducta suicida, que se ve sin duda desde tiempos remotos, merece la pena ser analizada. El sabio entre los estoicos era un personaje de una altísima sabiduría, capaz de decidir siempre conforme a la Naturaleza, sin pasiones, al cual no le afectan no los dolores ni los placeres, y tantas características más, como las que hace notar Diógenes Laercio:
“Dicen que todos los sabios son austeros, pues ni ellos hablan de deleites, ni admiten lo que de los deleites hablen otros;…Que los sabios son incorruptos y sinceros, pues se guardan de ostentar lo que son por medio de apariencias que oculten los defectos y hagan manifiestas las buenas prendas. Que tampoco son dobles o engañosos, pues quitan los fingimientos de voces y rostros. Que están ajenos de los negocios, pues huyen de hacer cosa alguna sino oficios. Que beben vino, sí; más no se embriagan. Que no pierden el juicio; pero, sin embargo, caen a veces e algunas fantasías o imaginaciones extrañas, por melancolía o delirio, no por razón de cosas que deseen, sino por defecto de la naturaleza. Ni siente dolor el sabio, puesto que el dolor es una irracional contracción del ánimo…Que los sabios son divinos, pues parece que tienen a Dios en sí mismos…Que los sabios son religiosos y píos, como prácticos que están en el derecho divino, pues la piedad es ciencia del cultivo divino. Que sacrifican por sí mismos a los dioses y son castos, puesto que detestan los pecados contra los dioses; y aun losa dioses mismos los aman porque son santos y justos en las cosas divinas…El sabio nunca teme, sino que se precave…Dicen que el sabio está sin pasiones por hallarse libre de caídas…que el sabio carece de vanidad y fasto, pues no hace diferencia entre la gloria y la ignominia… ”[2]
Características las cuales nos hacen ver lo alto en dignidad y perfección que era ser sabio entre los estoicos. Dentro de estas características esbozadas por Diógenes encontramos que el sabio carece de deleites, y ni siquiera se interesa por escuchar a los que hablan acerca de ellos, está también el sabio libre de pasiones, hasta el punto de que las imaginaciones y ocurrencias extrañas a las que se refiere Diógenes no son por causa de estas sino por defecto de su naturaleza, y el que no tenga pasiones, podría ser por causa de que se cuida de no cometer cosas contrarias a la naturaleza, pero no es así, sino que el no tener pasiones es porque el sabio está libre del error, el cual era en todos los casos contradecir la naturaleza y a la Naturaleza. Además se puede extraer del texto que el sabio no cae en excesos y que no se preocupa por cosas banales, como apunta Diógenes diciendo que no se ocupa de negocios, pues huye de tales cosas y busca sólo hacer los deberes (tà kathêkonta) u oficios, como se interpretaría de la palabra latina officium, y que si bien los sabios beben vino, no lo hacen hasta emborracharse. Tampoco, los sabios son dobles o engañosos, lo que apuntaría a lo que habíamos mencionado acerca del cambiar de opiniones, en este sentido el sabio es considerado el que es siempre el mismo, inmutable en su carácter, lo que lo asemejaría a Dios, que es la Naturaleza, hasta el punto de hacer decir a Diógenes que los estoicos decían que los sabios eran divinos, pues parecería que tienen a Dios en sí mismos.
El sabio entonces, para hacerlo entendible, es o pareciera ser el hombre que ha llegado a la perfección, o en otras palabras, ha llegado a la felicidad, la que consiste en la virtud, que es el fin comprensivo de la vida humana, sólo con la cual el hombre alcanza su bienestar (eudaimonía), y como la virtud es algo absoluto, el bienestar no admite grados. Además de que el concepto de virtud parece estar ligado lógicamente a nociones como útil, benéfico, ventajoso, asociación que admitían los propios estoicos[3].
Con respecto a la felicidad, Epicteto tiene dos máximas que consideramos dignas de al menos algunas palabras, “el deseo y la felicidad no pueden vivir juntos”[4]. De esto puede decirse que la felicidad radica en el sabio, ya que no tiene pasiones, y por tanto deseos, quedando la posesión o tenencia de deseos para los que no son sabios. De lo que se puede interpretar que estos, los no sabios, tienen deseos y por tanto no han alcanzado la felicidad, o se tienen deseos, o bien se es feliz, ambas no pueden coexistir en un individuo. Además dice Epicteto:
“¿Es infeliz el caballo por no poder cantar? En modo alguno. Lo sería, en tal caso, por no poder correr libremente. ¿Lo es el perro por no poder volar? Tampoco; lo que tal vez deplorase sería la falta de sentimiento. ¿Sería desgraciado el hombre por no poder despedazar leones o ejecutar otras empresas tan enormes y contrarias a su naturaleza? De ninguna manera, puesto que no es para tales cosas para lo que fue creado. En cambio, bien desgraciado será, y como tal debe considerarse, si pierde el pudor, la bondad, la felicidad, la justicia y cuantas excelencias imprimieron en su alma los dioses.”[5]
Lo cual nos quiere decir, en el fondo, y relacionándolo con las características del sabio antes expuestas, que la felicidad es estar de acuerdo con la naturaleza y las perfecciones y facultades por los dioses impresas en nuestras almas. Aunque esta máxima también hace fuerte referencia a la concepción de la Naturaleza y de que cada ser debe hacer siempre aquello para lo que fue creado por Dios, el hombre actuar según su naturaleza y la virtud, el caballo actuar según su naturaleza, que sería, desde el texto, correr libremente.
Ahora, expuestos ya lo concerniente a la felicidad en relación al sabio y las características de este, pasaremos a analizar o explicar dos conceptos importantes el de ‘oportunidad’ y el del ‘suicidio’.
Para introducir el tema extraeremos una frase de una máxima de Epicteto, esta es: “…y no olvides que lo que verdaderamente instruye no son los libros, sino las ocasiones”[6]. Frase con la cual entramos a la concepción estoica de ‘oportunidad’, la cual, según la frase es la que instruye, con lo cual podemos deducir que, aplicando esto al sabio, el es quien mas oportunidades ha tenido, y por lo tanto el más instruido. “Una conducta del sabio…es la conducta oportuna”[7]. “Oportunidad, en el sentido estoico, ha sido definida como ‘el punto en que se encuentra el proceso de las acciones de un hombre y que coincide con aquellos sucesos que son el resultado de una cadena de causas llamada destino”[8], esto es, el momento en que se encuentran las acciones humanas con lo que el destino nos tiene deparado, donde se junta lo humano y lo divino.
Entonces, si la oportunidad es tal que se junta lo que nos depara el destino con el curso de nuestras acciones, y la máxima estoica es, finalmente, realizar todo conforme a la Naturaleza (el destino), en la situación en que este destino ponga a cualquiera, si se es y se sigue la doctrina estoica fielmente, se hará lo que se tenga que hacer, como lo dice Diógenes Laercio, refiriéndose nuevamente a lo que tienen los estoicos por sabio: “…Que comerá también carne humana según las circunstancias fueren”[9], esto induciría a pensar que esta oportunidad a la que nos estamos refiriendo, no tendría el sentido de que el sabio, del cual vimos que la conducta oportuna era propiamente suya, vaya buscando oportunidades (en el sentido actual de la palabra) sino que este sabio, que no comete error, que no tiene deseos ni pasiones, que no cae en excesos, que es uno consigo mismo siempre y que es considerado como un divino, cae, por decirlo así en las oportunidades, esto debido a su constante concordancia con la Naturaleza, como si al siempre hacer lo que la recta razón dice, el sabio pasara a formar parte de la Naturaleza, y concordara físicamente con los sucesos que esta hace suceder. Por esto quizá se haya dicho que lo propio del sabio estoico es actuar de manera oportuna, porque el llega a formar parte de la naturaleza, llega a ser uno con ella, y por eso siempre actúa oportunamente. Lo que nos habla un poco de la previsión, característica también del sabio estoico, lo cual se ligaría perfectamente con esta suerte de identificación con la Naturaleza, la que también tiene esta previsión (el eterno presente), por parte del sabio.
Siendo entonces esto así, el momento en que el sabio encuentre razonable quitarse la vida, será correcto y razonable, puesto que será el momento oportuno y este es siempre como lo dice el destino o la Naturaleza, por eso se dice que “con mucha razón el sabio se privará a sí mismo de la vida por la patria y por los amigos, y aun cuando padeciese algún dolor, mutilación o mal incurable”[10] puesto que lo hace en el momento oportuno.
El suicidio era justificado por los estoicos, debido a la anterior deducción acerca de lo oportuno. Long dice también que el suicidio era justificado por los estoicos pero creemos que le da otro giro a esta, no el que le hemos dado aquí con la concepción estoica de ‘oportuno’, el autor dice lo siguiente:
“Los estoicos justificaban el suicidio basándose en que tal acto, en circunstancias extremas, podía resultar lo racional. El suicidio no puede ser formulado como regla general, tal como (lo es) lo apropiado para mantener la salud propia. La preservación de la propia vida resulta conforme con la naturaleza humana en la mayoría de las situaciones. Pero muchas de las cosas conformes a la naturaleza humana no son apropiadas incondicionalmente.”[11]
Nótese la diferencia con nuestro planteamiento, no estamos seguros de si ‘circunstancias extremas’ se refiera a lo oportuno, pero a primera vista, nos parece que no. Sin embargo, la intención es señalar otra posible interpretación al por qué es considerado correcto el suicidio en un sabio estoico.
Otra posible interpretación sería la del sentido común, un tanto simplista pero no por eso despreciable, que nos diría que el sabio se ha cansado de la vida, y trayendo hacia sí la muerte se quita un peso, como podría dar a entender Marco Aurelio cuando dice: “La muerte es el fin y descanso de las impresiones de los sentidos, de la agitación del apetito, del discurso de la mente, de la servidumbre y cuidado cerca del cuerpo.”[12]
Epicteto nos enseña diciendo: “el sabio salva su vida al perderla” [13]. Lo que se nos aparece ininterpretable, muy oscuro.
Concluimos entonces que el suicidio es considerado correcto, bajo la perspectiva estoica y sobre nuestra interpretación, porque acaece, en el sabio, en un momento oportuno, que es tal que lo entrega la Naturaleza, el destino, y que el sabio al decidir suicidarse lo hace siempre conforme a la naturaleza, puesto que una característica del sabio es la conducta oportuna, o como podríamos llamarle, conducta destinada, a lo cual se le puede objetar que si es así entonces cualquiera que se suicide lo va a hacer por que la naturaleza lo ha dicho así, pero esto no ocurre así, quien se suicida, sin ser sabio, no lo hace conforme a la recta razón, a la Naturaleza, quizá sí en un momento oportuno, pero no tiene ambas cosas, que si tiene el sabio al decidir suicidarse, esto es, comportamiento oportuno, además de todas las características que se han nombrado en este trabajo, y conformidad a la recta razón. Además que el suicida que no fuera sabio, es plausible pensar que lo hace por deseos, pasiones, por buscar placeres, todas cosas las cuales el sabio estoico no tendría ni pensaría al querer suicidarse.
[1] Long, A., La Filosofía Helenística. Estoicos, epicúreos, escépticos, Alianza Editorial, Madrid, 1984, pp. 176-177.
[2] Cf. D.L., Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, Aguilar, Madrid, 1964, pp. 1296
[3] Cf. Op. cit., Long, A, La filosofía helenística, p. 193
[4] Epicteto, Manual y Máximas, Editorial Porrúa, México D.F., 1975, p. 23
[5] Ibíd. p. 24
[6] Ibíd. p. 38
[7] Cf. Op. cit. Long, A. La filosofía helenística. p. 201
[8] Cf. Ibíd.
[9] Cf. Op. cit. D.L. Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. p. 1297
[10] Cf. Ibíd. p. 1298
[11] Cf. Op. cit. Long, A, La filosofía helenística. p. 201
[12] Marco Aurelio, Soliloquios, Editorial Porrúa, México D.F., 1975, p. 113
[13] Epicteto, Manual y Máximas, Editorial Porrúa, México D.F., 1975, p. 73
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