EL ETERNO RETORNO
(Die ewige Wiederkunft des Gleichen)
"El más pesado peso: Qué pasaría si un día, o una noche, un demon se deslizase en tu más solitaria soledad y te dijese: Esta vida, tal como ahora la vives y las has vivido, tendrás que vivirla una vez más e innumerables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y lo indeciblemente grande de tu vida ha de retornar para ti, y todo en la misma serie y sucesión -e incluso esta araña y este claro de luna entre los árboles, e incluso este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia es siempre de nuevo vuelto- ¡y, con él, tú, partícula de polvo entre el polvo. ¿Te arrojarías al suelo, rechinando los dientes, y maldecirías al demon que te hablase así? O has vivido un enorme instante en el que le responderías: ¡Tú eres un dios y jamás he oído nada más divino! Si aquel pensamiento adquiriese poder sobre ti, a ti, tal como tú eres, te transformaría y, quizás, te aplastaría; ¡la pregunta: '¿quieres tú esto una vez más e innumerables veces más?', a propósito de todo y de cada cosa, estaría como el más pesado peso sobre tu actuar! O, ¿cómo tendrías que estar a bien contigo mismo y con la vida para no aspirar a nada más que a esta última, eterna confirmación y sanción?" (1)
CUESTION PREVIA (La polisemia): Hay expresiones que de tan maduras, no pueden ser otra cosa que mordidas; prendidas entre los dientes y puestas al cincel de la dentellada y el mordisco; digo, expresiones que no pueden sino ser "masticadas". Se trata de frases que no ameritan gran puntillosidad en el recuado de los preceptos lógicos; y si me dejan ser llano, se trata de esas cosas que no hay, ni siquiera, que idiomatizar demasiado. Tal, -por ejemplo-, lo que sucede con la expresión -¡impresión!- nietzscheana del "eterno retorno".
Sin embargo, y a riesgo de contradecirme con el pretexto anterior, voy a discurrir sobre esta fruta con el ánimo del que pasa hambre y sed en el desierto. Lo anterior vale, si se tiene presente que por más fruta, raíz o árbol de que se trate, jamás podré actuar como un botánico.
"¿Acaso Nietzsche no ha sido más inaccesible, más inabordable y más inevitablemente "traicionado" que ningún otro filósofo anterior o posterior a él?" (2). El caso es que la ruptura semántica, el alto porcentaje de metáforas que rondan la escritura del autor; y más precisamente, su aparente facilidad de lectura, la ausencia intencional de un jactancioso lenguaje académico y estrictamente técnico han dado lugar a que cualquiera se sintiera atraído a echar sus volutas al ruedo (¿por qué no incluirnos nosotros también?) acabando así por distorsionar, dándole un sentido acabado, significativamente certero, y motivacionalmente inverso, al polisémico modo de presentarse que Nietzsche eligió para su filosofía. "En efecto, Nietzsche desarrolla contra ella [la tradición filosófica] y contra su lenguaje una forma particularmente insidiosa, insinuante y compleja de subversión" (3). Quizás esta forma, este rictus semiótico se deba a un único motivo: su lucha contra el principii individuationis, contra el principio de identidad; he ahí el leitmotiv de su estallido polisémico: una subversión contra las identidades semánticas tradicionalmente admitidas (ser en sí, voluntad, yo, hecho, existencia, etc.). Cualquier identidad será falsa pues, y en el caso que nos ocupa, especialmente falsa será aquella identidad resumida, enmarcada y limitada por el "concepto" (4) (4bis).
La intención de las metáforas nietzscheanas tiene pues como cometido una fractura del concepto. O como dice Haar en op. cit. pág. 404: "Nietzsche intenta en forma general hacer que el conjunto del aparato lógico, semántico, gramatical (en el seno del cual se había refugiado ingenuamente la tradición filosófica) actúe a contracorriente de su finalidad permanente, a saber: la atribución del nombre propio, la reducción a la identidad y el paso a lo universal".
De ahí que el autor insista que para esta tarea (practicar la incredulidad en las leyes de la lógica y en las reglas gramaticales) hace falta saber danzar con las palabras; "danzar con la pluma" nos dirá en el "Crepúsculo de los ídolos".(5)
Todo esto anterior para dar pie a la siguiente afirmación: No hay identidad única y verdadera en ninguna de los Leitworte o temas medulares de la especulación nietzscheana; se trata de identidades fracturadas, multiarísticas, desplazadas de un sentido único. Son pues, metáforas. Y el mito del "eterno retorno de lo idéntico" es una de ellas (6).
Hecha esta salvedad, pueden decirse entonces dos cosas corolarias: por un lado, que las líneas que siguen no son sino una aproximación, un intento de clarificar y clarificarme uno de los probables sentidos del mito; y por otro lado, que la intriga, la predominancia de la pregunta, del cuestionamiento que deberían predominar en el espíritu del lector durante los renglones ulteriores, ha de ocurrir como la consecuencia obligada hacia una coherencia interna del diálogo trabado. Sobre todo, una coherencia de tipo estético. Las afirmaciones que sigan no deberán desdecir la ruptura, la pluralidad debida, el respeto por la falibilidad de toda gramática.
Pues bien, aquí se sostendrá que el eterno retorno de lo idéntico no permite una única mirada, una presentación identitaria que despeje las dudas y permita captar el nudo conceptual de esta idea. Y esto, precisamente porque no se trata el eterno retorno de un pensamiento conceptual (si se me permite decirlo de este modo), de un pensamiento emergido desde la impronta nominativa y falsificadora de la conciencia, sino que se trata de una experiencia preconsciencial, una vivencia netamente corporal, sería mejor decir. Se trata pues, de un lapsus vital paradójico: dicho, -expresado-, en el tiempo y en el espacio ordinarios, pero ocurrido desde ("en" y "hacia") otro tiempo y otro espacio. Se trata digo, de un mito, de una praxis que por su extraordinariedad comparte los caracteres extáticos y excepcionales de las experiencias oníricas in vigilando reseñadas por M. Eliade (7), esto es: se trata de una experiencia cripto-fánica, hierática. Y por tanto, un episodio puente, un lazo extendido entre el modo reflexivo de la filosofía de hasta aquel entonces y el pensamiento irracional propio de la religión, y antes bien, de la magia y del arte.
Esto, que podrá pasar por herejía, me preocupa poco. Al fin, mi interés no es refutar ni ser refutado. Sostengo ahora que el eterno retorno de lo idéntico es una experiencia estética y extática, una vivencia de lo idéntico desde lo diferente. Si se quiere, aunque la palabra disguste a los correctos, un lapsus esotérico. Como recuerda Deleuze: "Hay que dar la razón a Nietzsche cuando trata el eterno retorno como su idea personal vertiginosa, que no se alimenta sino de fuentes dionisíacas esotéricas, ignoradas o rechazadas por el platonismo" (7bis)
"[...]5.- El nuevo centro de gravedad: el eterno retorno de lo idéntico, Importancia infinita de nuestro saber, de nuestro errar, de nuestros hábitos y modos de vivir, para todo lo venidero. ¿Qué hacemos con el resto de nuestra vida -nosotros los que hemos pasado su mayor parte, en la más esencial ignorancia? Nos dedicamos a enseñar esta doctrina- es el medio más eficaz para asimilarla nosotros mismos. Nuestra especie de felicidad como maestros de la más grande doctrina."
Estos trazos se corresponden con una anotación suelta realizada por Nietzsche a principios de agosto de 1881, a 6.000 pies de altura, a 6.000 pies de distancia de las cosas humanas. Como dijimos, suceden pues, en otro espacio, y en otro tiempo...
Y tal como no se le escapa a Sánchez Pascual (8), no se trata simplemente de un pensamiento sino de un pensamiento encarnado. Porque ¿cómo los pensamientos ordinarios pueden tener un centro de gravedad? ¡Los cuerpos lo tienen!, los cuerpos vivos, esos resultados patológicos del conflicto, esos corredores a través de los cuales da resultancias efectuales la Voluntad que quiere ser cada vez más poderosa voluntad. Y para expresar un pensamiento encarnado, una experiencia de tal magnitud, no puede procurarse el encuentro de una boca cualquiera, de una boca profana, sino la boca de un profeta. He ahí la raison d'etre de Zarathustra: "Entonces, de repente, ¡amiga!, el que era uno se convirtió en dos- Y Zarathustra pasó a mi lado" (9)
Ahora bien, atando cabos entonces, ¿cómo se impondría pues esa carga que se alude en el epígrafe? ¿Bajo qué forma puede soportarse el más pesado peso? No de otro modo que como el fardo de una doctrina, una religión; una "dulce" religión, en tanto que, si bien alberga para el fuerte un paraíso (el de su vida sensible, eternamente repetida, trágicamente permanente), no puede concebir ningún infierno. En efecto, puesta en el atanor de la conciencia, esta idea hará, para el no creyente de la nueva religión, -el débil-, que su vida sea un "simple viaje fugitivo".
Religión sin pecado ni culpa; todo lo que se repite ocurrirá como más allá del bien y del mal, como inocente, como "esse" sin más. Religión sin nostalgia por una edad de oro cualquiera, desprovista de cualquier deseo de huir del mundo hacia otro mundo in illo tempore, o, como dice Haar, libre de cualquier desvalorización del "aquí abajo" en beneficio de una trascendencia. La sola idea establece un re-ligarse, pero no como es clásico que acontezca, con un dios monótonoteísta, sino con el "único todo que permanece" (10), con el devenir.
Devenir que por divino no será perfecto, sino que ocurrirá a lo sumo, como la afirmación absoluta que abarca la misma imperfección. Y es que no se trata "del todo", de lo todo, sino de todo, a secas, de todas y cada una de las manifestaciones del devenir.
Entonces, recién ahora, luego de este plante, podemos decir que la doctrina del eterno retorno (11) no debe ser interpretada como una línea filosófica docta de las tantas que los autores han ido hilvanando a lo largo de sus pasos. En efecto, su impronta es netamente experiencial. Y como dijimos, se trata de una experiencia múltiple, poliédrica, multiarística.
Experiencia que por tal, se trata de un particular momento vivido; que por dicha, se transforma en ensayo del pensamiento, que por el rigor que supone prima facie y la transfiguración a la que obliga, se manifiesta como prueba discipular; y que finalmente, como instancia filosófica desde la genealogía del pensamiento nietzscheano cabe verla como intento de transmutación de los valores, y por tanto, como intento ético.
Pero, ¡cuidado!, ninguno de estos cuatro aspectos es, dentro del planteo general que se hace, válido sin los otros. El mito requiere la vivencia, requiere de la expresión de la misma, requiere el pasaje por el tamiz de la extraordinariedad y supone, ex tunc, un intento ético. La arista que se muestra en este trabajo, el fragmento necesario, la perspectiva que se impone es la del aspecto mítico del eterno retorno de lo idéntico, que de suyo reúne en su conjunto, los cuatro ítems reseñados.
Claro que no queda el eterno retorno reducido a estas cuatro facetas, ni ellas son únicas e indivisibles. Ellas en su conjunto son un racimo que se gustará conforme las papilas del pupilo. Cada perspectiva es invento, novedad, aunque novedad circunspecta a su lugar de nacimiento: el cuerpo como útero carnal previo a la conciencia y al lenguaje referencial y nominativo.
Un poco más adelante nos detendremos nuevamente en el aspecto de instante vivencial.
Ante todo, como ensayo de pensamiento, uno de los sentidos posibles de la expresión que nos ocupa, es el de reconocimiento. Suponer el eterno retorno como acto de reconocimiento implica admitir que a partir de él, del devenir mismo, la vida (en el estricto sensu heideggeriano, el dasein en tanto existencia del hombre) se instala como eternidad. Si se toma con pinzas, y al mero efecto expositivo, me animaría a afirmar que con Platón, Nietzsche entiende el ser como permanecer. Pero, -y, ¡ay con los peros!-, es preciso para el germano que este permanecer ocurra o pertenezca al mundo sensible mismo, al devenir. Este detalle inoportuno para el holgazán, hace preciso que el instante, no sólo pase, sino que retorne.
Si se considera que a lo largo de la historia, la carga valorativa estaba dirigida hacia lo suprasensible, haciendo del ser, del locus essendi mejor, aquello que no podía dejar de ser ni empezar a ser, sino que se conformaba con ser, se comprenderá asimismo el desprecio hacia todo lo que "pasa", hacia lo fluyente, mutante, lo que nace y lo que perece, haciendo que el ser (el valor máximo) no le pertenezca sino como de prestado, y de esto anterior no se tardará en advertir la importancia del Capítulo "La Redención" del "Also sprach ...".
En efecto, de los "valores" sostenidos hasta ese entonces, surge el resentimiento convertido en odio al tiempo (12), o si se prefiere, si como dice Nietzsche, "la voluntad no puede querer hacia atrás", si "ésa es la más solitaria tribulación de la voluntad" (13) Entonces, ¿cómo puede la voluntad dejar de ser un "castigo", esto es, una propia voluntad de desaparición, una voluntad de nada?; ¿cómo, en definitiva, luego de tanta inquisición, reconocerá la inocencia del devenir?
Y la respuesta la da el propio pathos nietzscheano, la propia tendencia o deber hacia la alegría: "la voluntad es un creador"(14). No se trata de que el querer se convierta en no querer; fábula de la reconciliación dialéctica de los opuestos. No pasa la cuestión por recuperar lo negativo en el seno de lo positivo. La voluntad liberada, la alegría en definitiva, es una voluntad del sí, una voluntad creadora, una voluntad que dice: "yo lo quise así y yo lo querré así" (15).
¿Qué afirmará entonces esta voluntad de poder liberada? Afirmará aquello contra lo que se rebela la voluntad rencorosa, vengativa, a saber: "...el tiempo mismo, en cuanto pasado ya transcurrido y en cuanto acción de pasar, en cuanto paso; es preciso que la voluntad de poder aprenda a querer retrospectivamente (zurückwollen), es decir, a querer tan profundamente el pasado y el paso, que el paso se suprima a sí mismo al no ser más que paso, se convierta en paso continuo, en paso siempre presente" (16), en fin, en "eterno retorno".
Ahora bien, esa voluntad que ha querido retrospectivamente, ha de volver sobre sí misma para precisamente afirmarse como devenir, como voluntad de paso. Esta otra transfiguración de la Voluntad se opera nuevamente dentro del eterno retorno. Así, en "De la visión y del enigma" esta posibilidad regenerativa surge claramente ante el portón del instante y las dos calles nunca transitadas totalmente hasta el momento que en él convergen: ¿no tendrá que haber recorrido ya alguna vez esa calle? (17).
Lo interesante, lo lúdico me animaría a decir de esta pregunta reside en su carácter hipotético, en su planteo probabilístico, en su ánimo de fractura de lo logicizable a la vez que en su poyesis generativa de una Wille que quiere ser más macht. "Y no están todas las cosas anudadas con fuerza, de modo que ese instante arrastra tras sí todas las cosas venideras?; ¿por tanto --- incluso a sí mismo?" (18)
¿No me he explicado?; ¡pues eso quería...! El eterno retorno no trata de una doctrina cuya tesis deba ser materialmente falsa o verdadera, porque, como ya dijimos, materialmente no es tesis alguna. Zarathustra no habla de un tiempo circular (19); y esto es lo que Borges no entendió a mi juicio del planteo nietzscheano (20). El "profeta" habla de cada cosa, de esa araña, de ese claro de luna, de esta hora y de este pensamiento. Para él, para su voluntad creadora, mejor, cada una de estas cosas no es simplemente aquello que pasa y perece -y por tanto, como dice el heideggeriano Martínez Marzoa: "lo que no es" (21)-, sino aquello que puede correr, aquello que es capaz de hacerlo y que a su vez, es capaz de arrastrar tras de sí al resto. Este punto, está a mi modo de ver, claramente establecido en el parágrafo 1059 del maltitulado "Voluntad de Poder". Allí se lee: "El mundo existe. No es una cosa que deviene; una cosa que pasa. O mejor dicho, deviene, pasa, pero no comenzó nunca a devenir, ni a pasar". Lo que retorna es el instante, lo que necesariamente vuelve sobre sí y arrastra a todo lo demás es La Fuerza, el verbo propio de cada cosa que sucede, de cada hecho, y ¡basta!, al fin queremos decir de aquello que jamás Nietzsche cometió el error de definir. A lo más citemos: "...yo busco una eternidad para cada cosa..." (22).
Entonces, si todo retorna idénticamente podría decirse que "todo es igualmente necesario...", pero acaso ¿esta afirmación, no clava en el pecho, una pretensión demasiado siniestra? ¿No debería estrangularnos la pena, y llevarnos al desistimiento más absoluto?
He aquí el carácter discipular: el nihilismo no es para cualquiera; no aquél que se supera a partir de echarse el trago de la propia náusea.
"Concebimos este pensamiento bajo la forma más aterradora: la existencia tal cual es, desprovista de sentido y de metas, pero retornando inevitablemente sin acabarse a la nada: el 'eterno retorno'". El entrecomillado de Nietzsche destaca a nuestro entender, el carácter de prueba de este intento discriminatorio: ¿Quién querría volver a comenzar su vida en condiciones absolutamente idénticas? Sólo los fuertes, únicamente aquellos que consideran su vida digna de repetirse indefinidamente. Sólo ellos podrán soportar tal pensamiento.
No es casual que Nietzsche haya seguido a su parágrafo acerca de "El más pesado peso", el "Incipit traogedia". Así culmina "La Gaya Ciencia", con el comienzo de la más profunda tragedia. El mayor peso, el más pesado, se refiere pues a tomar en serio todo y cada cosa. Y ese peso trasmitido por el personaje del genio (gnomo, elemental de tierra, denso) que ve que el tiempo como un círculo es igual al presagiado por el enano en el diálogo presentado en el capítulo de "La redención". Tragedia del nihilismo. En principio, el anillo, el mirar "desde afuera", "objetivamente" si se me permite la expresión, deberá transformarse mediante el examen rendido en la prueba discipular en Amor. En lugar de reenviar el sentido hacia el más allá, mediante el subterfugio de entender todo y cada cosa como fútil y pasajera, se le otorga importancia al hecho, al instante, a cada cosa y a todas las cosas. En definitiva, el devenir es lo permanente, lo necesario, lo determinado a través de todas y cada una de las situaciones. Este amor fati, al vivirse en carne propia, lejos de hacer de la determinación una cadena espantosa la vuelve explosión y acción liberadora. El ego vuelto fragmentos.
"Habéis dicho que sí a una alegría? ¡Oh amigos míos, entonces habéis dicho que sí a todo el dolor! Todas las cosas están encadenadas, uncidas, ligadas por el amor" (23). El querer amar únicamente lo necesario hace del destino también una Voluntad, una pretensión de repetir cada instante y por tanto, hace voler el repetirse uno: ego fatum. El ego como fatum que necesariamente se repite, como fatum que siendo parte de los fati, es amado. Necesariamente amado...
Hay que anotar no obstante que en esta operación, el ego queda disuelto, no en un vacío nirvánico de tipo budista, sino quebrado, roto, fragmentado al punto de la provisoriedad de cada instante: "Todo 'fue' es un fragmento, un enigma, un espantoso azar - hasta que la voluntad creadora añada: '¡pero yo lo quise así!'" (24) Y sigue Nietzsche su párrafo de tal forma que el pasado asumido, alcance a ocurrir también como presente y como futuro queridos, en suma: el instante como eternidad.
Esta asunción de la necesidad como libertad, como explosión fragmentaria también, explica el sentido del párrafo del Ecce Homo en donde se honra al fracaso y al pecado al grado de hacerlos propios y deseables (25)
He aquí cómo se alude al reverso del nihilismo, a la superación de éste. Si el espíritu nihilista, decadente, ha conferido valor y sentido al todo (esta vez sí, a la totalidad al estilo shopenhaueriano) a partir del dolor, a partir de la experiencia de una voluntad que no se quiere, que quiere deshacerse de sí; aquella, -la alegría-, es tan fuerte como para asumir el propio dolor y la muerte como enlazados a la eternidad. "La alegría quiere la eternidad de todas las cosas, quiere una profunda, profunda eternidad" (26).
Y ¡he aquí la prueba discipular superada! ¡Hé aquí al hombre nuevo! En fin, que de esta manera, "el eterno retorno aparece como esa perspectiva de la voluntad de poder que confiere a un mundo básicamente interpretado como mundo del devenir, su valor supremo, que lo eterniza desde el mismo punto de vista que a lo largo de la historia lo había despreciado, desde el particular vistazo ficticio del mundo del ser". (27).
Es este rasgo perspectivístico el que permite en definitiva la fragmentación del ego, y todavía mejor, es el conjunto indiviso de contrarios no conjugados dialécticamente, la supresión de la armonía, el reconocimiento de que racionalmente nada circular (finalidad de morderse la cola la Ouroboros) puede haber en el caos, aunque sí puede "convivir" esta ilimitud de lo redondo una vez captada, vivida como experiencia irracional, digo, es esta captación extraordinaria lo que finalmente permitirá escribir a Nietzsche, a poco de su silencio, un 5 de enero de 1889: "En el fondo yo soy todos los hombres de la historia" (28)(28bis). El nombre propio se ha perdido...
Quizás Nietzsche no fuera, al final, un loco de remate sino un profeta demasiado fiel a su prédica: si se coincide el yo personal con el todo de la historia, ¿para qué la palabra?; ¿para qué escribir?. Al fin, el lenguaje ha sido siempre el gran iman facedor del entuerto identitario. Sin yo pues, ¿para qué el lenguaje?
Caóticamente, dionisíacamente (29), como última identidad, como gajo desgarrado, desgranado según la perspectiva de la totalidad dispersa que a partir de ahora encarna; de este modo digo, bien podría ser que su mutismo se corresponda con aquella otra "máscara que oculta un saber fatal y demasiado seguro". (30)
¿Se puede decir pues, con Klossowski, que el eterno retorno de lo idéntico es un simulacro de doctrina? Pensamos que no, que en todo caso, se trata de la doctrina del simulacro...la alegre doctrina del desarraigo de la identidad, del deslizamiento de las máscaras; el liviano credo en la pluralidad de los corredores, de las múltiples cavernas detrás de la caverna. (31)
En fin, me estimulo entonces (y a pesar de): no soy tan sabio, no soy tan cuerdo ni escribo tan buenos libros. ¿Los estimulo?; seguiré escribiendo, [...] -fabulando-, por ahora, cada prejuicio, cada palabra, cada inextricable sospecha. Por lo pronto, acta est fabula.
Montevideo, 11 de agosto de 2000.
Rafael Gibelli Valdés*
1.- F. Nietzsche; en penúltimo parágrafo del Libro IV de "La Gaya Ciencia" Ed. Alba 1997, pag. 222 Volver
2.- Se pregunta Michel Haar en "Historia de la Filosofía"; Filosofía del Siglo XIX. Vol 8; Dir. Yvon Belaval, Trad.: E. Bustos, J.J.Jiménez, P. Mañez, J. Marinas y T. Maestú Ed. Siglo XXI; 1979, pag. 402. En correspondencia al Vol 38 de la Enciclopédie de la Pléiade" Ed. Gallimard. Volver
3.- Michel Haar; Ib. id., pág. 403 Volver
4.- "Es la creencia, según la cual: 'esto o aquello es así'. Por tanto, en el interior del juicio se oculta la afirmación de un caso idéntico, supone uan comparación con la ayuda de la memoria. El juicio ...trabaja bajo la sposición de que hay casos idénticos"; F. Nietzsche, Voluntad de Poder, 526; Biblioteca Edaf, 1981, Trad. A. Frouff, pag. 299 Volver
4bis.- F. Nietzsche, Póstumo 1[120] Un mismo texto permite incontables interpretaciones: no hay una interpretación “correcta”. Fuente página web citada. Volver
5.- Dice en Num. 7 de "Lo que falta a los alemanes": "...hay que aprender a bailar como hay que aprender a pensar, concibiendo el pensamiento como una danza...El alemán no tiene el sentido del matiz... Si hay que saber bailar con los pies, con los conceptos, con las palabras: ¿es necesario agregar que hay que saber bailar también con la pluma, que hay que aprender a escribir? Mas llegado este punto, es posible que yo me convierta en un completo enigma para los lectores alemanes". F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos, Biblioteca Edaf de bolsillo; 1981, Trad. C. Vergara, pag. 165 Volver
6.- Eterno Retorno de lo idéntico, Voluntad de Poder, Superhombre, Nihilismo y Genealogía son para mí los cinco nudos gordianos de su pensamiento. Quizás coincidan con los cinco que plantea Heidegger en ¿Quién es el Zarathustra de Nietzsche?, incluido en Vorträge und Aufsäze (1954), según G. Vattimo en Nietzsche y el más allá del sujeto. Fuente, página web citada Volver
7.- Mircea Eliade: Mephistopheles et l'Androgyne. Ed. Gallimard. 1962, a lo largo de todo su primer capítulo Volver
7bis.- Gilles Deleuze De Lógica del sentido , Barcelona, Planeta-Agostini, 1994, p. 265-267. Volver
8.- El pensamiento del eterno retorno, hasta ese momento conocido por Nietzsche sólo de manera exterior, como una vieja hipótesis de la humanidad que ya había tenido su expresión en incontables fuentes orientales y griegas, se encarna en él: "Entonces me vino ese pensamiento". Sánchez Pascual en prólogo al "Así habló Zarathustra". Ed. Altaya conforme Alianza Ed.; 1994 pag. 12. Volver
9.- Final de la breve poesía titulada "Portofino"; F. Nietzsche, 1883 Volver
10.- Sería mejor decir: con todos los todos posibles que permanecen.mudando... Además, recuérdese el parágrafo 109 de La Gaya Ciencia, "Guardémonos de..." en donde la necesidad no surge como predicado del todo, de una totalidad, sino de todas y cada una de las cosas. Op. cit. Volver
11.- Según se mostró, se trata de una doctrina, la más grande doctrina. Ver los apuntes de primeros de agosto de 1881 en Sils-María antedichos. Volver
12.- No hay que olvidar que Nietzsche remonta la acusación del devenir a los tiempos griegos, y en la especie, al exorcismo de Anaximandro respecto de que el devenir es culpable por lo que la muerte de los seres representa el castigo por la culpa de haber nacido. Volver
13.- F. Nietzsche; De la redención, "Así habló Zarathustra". Ib. id. (pags. 202 y sigs.) y también en "En las Islas Afortunadas"; Ib. id, p. 133 (mezzo). Volver
14.- Op. cit. pag. 206. Volver
15.- Op. cit.pag. 206 Volver
16.- M. Haar; op. cit. pag. 440 in fine Volver
17.- F. Nietzsche; Así habló Zarathustra, "De la visión y el enigma" Volver
18.- Ib. id. Volver
19.- Como hace el enano en el diálogo de referencia de "De la visión y el enigma": "Todas las cosas derechas mienten, murmuró el enano con desprecio. Toda verdad es curva, el tiempo es un círculo. [...] ¡Tú, espíritu de la pesadez, dije encolerizándome, no tomes las cosas tan a la ligera! Ref.: Ib. Id. pag. 226 Volver
20.- Jorge Luis Borges, "La Doctrina de los Ciclos" 1934 en fuente http://habitantes.elsitio.com/hpotel/comentarios.htm
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21.- F. Martínez Marzoa; Historia de la Filosofía; Ed. Istmo, Col. "Fundamentos", 1973, pag. 398 Volver
22.- F. Nietzsche; "Voluntad de Poder" parágrafo 1058. Op. cit. Volver
23.- F. Nietzsche; "El canto de la embriaguez" Pár. 10, en Así habló Zarathustra; ib.id. Volver
24.- F. Nietzsche, "De la redención" ib.id. Volver
25.- "Se me escapa totalmente hasta qué punto debía ser yo 'pecador'. Del mismo modo, me falta un criterio seguro para determinar qué es un remordimiento: a juzgar por lo que se oye al respecto, un remordimiento no me parece nada respetable... Yo no podría dejar en la estacada una acción después de haberla realizado, preferiría eliminar radicalmente de la cuestión del valor el mal resultado, las consecuencias. A propósito del mal resultado se pierde con demasiada facilidad la correcta mirada a aquello que uno hizo: un remordimiento me parece una especie de 'mal de ojo'. Honrar cabe sí algo que fracasa, honrarlo tanto más cuanto que ha fracasado -es eso más bien lo que pertenece a mi moral-". F. Nietzsche; en Ecce Homo "Por qué soy tan cuerdo" Fuente: página web citada Volver
26.- Pár. 11 del capítulo "De la embriaguez", Así habló... ib.id. Volver
27.- M. Haar, op.cit. pág. 449 Volver
28.- Nietzsche en carta privada a Burkhardt el 5/1/89 Volver
28bis.- F. Nietzsche; Póstumo 9[60] (46) Inmenso acto de autoexamen: volverse conciente de sí mismo no como individuo sino como humanidad. Recapacitemos, pensemos hacia atrás: recorramos los pequeños y los grandes caminos. Volver
29.- Sus últimas cartas las firmó indistintamente como "Dionisos" o como "el Crucificado" Volver
30.- Aunque quizás convenga recordar la pregunta que Pierre Klossoswski se hace en "Nietzsche y el círculo vicioso": "Suprimir el mundo verdadero era también suprimir el mundo de las apariencias, y con ello nuevamente suprimir las nociones de conciencia e inconciencia -el afuera y el adentro. No somos más que una sucesión de estados discontinuos con relación al código de los signos cotidianos, y sobre la cual la fijeza del lenguaje nos engaña: en la medida en que dependemos de ese código concebimos nuestra continuidad, aunque no vivamos más que discontinuos: pero esos estados discontinuos sólo conciernen a nuestra manera de usar o de no usar la fijeza del lenguaje: ser conciente es usarla. ¿Más cómo podremos saber lo que somos si callamos? Fuente: página web citada. Volver
31.- Gilles Deleuze; ib. id. "En el eterno retorno hay que pasar por el contenido manifiesto, pero solamente para alcanzar el contenido latente situado mil pies más abajo (caverna detrás de toda caverna...). Entonces, lo que le parecía a Platón que no era más que un efecto estéril, revela en sí la inalterabilidad de las máscaras, la impasibilidad de los signos"
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