lunes, 5 de julio de 2010

Psicoanalisis ¿versus? Psicologia humanista

El presente artículo, como su título indica, concierne a un problema actual y que es fuente de debate en psicología. Dada la temática del mismo, se podrá argüir lo siguiente: "¿por qué publicar un trabajo de psicología en un sitio filosófico?" Considérese que el fin último de la filosofía es satisfacer una necesidad espiritual del hombre, proporcionarle respuestas (siempre provisorias, nunca concluyentes) a sus interrogantes existenciales, y que la ciencia, al parcelar la realidad y no tratarla como un todo, resulta (y resultará) incapaz de hacerlo. Para esto, la filosofía exige la elaboración de conocimiento (entendido como una correlación sujeto-objeto). En el acto de conocer (cuando el sujeto aprehende un objeto), se genera, en la psiquis del individuo, un determinado proceso, llamado proceso psicológico, y que es objeto de estudio de la psicología. Esta ciencia investiga los procesos del pensamiento que ocurren dentro del sujeto, que lo llevan a conocer.
Puesto que su objeto está íntimamente vinculado a esa "búsqueda de la verdad" filosófica, no es de extrañarse que, en la antigüedad, se la incluyera dentro de la Filosofía, como "tratado del alma". Su independencia respecto a ésta última es, podría afirmarse, relativamente reciente. Aún hoy, el lazo entre psicología y filosofía no se ha disuelto: la primera continúa recurriendo (en algunas circunstancias, con especialidad en epistemología) a la segunda, y viceversa (es más, se podría establecer un paralelismo entre, por ejemplo, la dialéctica platónica y el método psicológico subjetivo. Interesante tema para una tesis).
Como apreciará el lector, nada impide que escriba un artículo de psicología en una página filosófica, si se toma en cuenta la estrecha relación entre ambas a lo largo del tiempo. La segunda razón (me atrevo a confesar) garantiza una respuesta más "satisfactoria": lo que presentaré no es un trabajo estrictamente psicológico, sino que concierne (por decirlo así) a la rama de la filosofía denominada epistemología.
Una vez elucidado lo anterior, se procederá a la exposición de ideas y argumentos.
Primeramente, explicito que no me ceñiré a la rígida regla del modelo académico de definir cada término empleado. El lector interesado, diríjase a Wikipedia, que allí encontrará bastante información sobre los temas tratados.
En este trabajo, se pretenderá conciliar dos corrientes radicalmente opuestas en psicología: la psicoanalítica y la humanista; con el fin de ayudar al hombre a alcanzar la tan anhelada plenitud psíquica, "sacando lo mejor" de cada una.
El psicoanálisis freudiano posee, sin duda, un enfoque muy provechoso para penetrar en la psiquis humana. Sin embargo, no está exento de crítica. Karl Popper ya había demostrado que sus postulados eran infalsables: cuando se intentaba refutar "empíricamente" uno de ellos, resultaba que todos los hechos interpretados convergían con perfección en la teoría, validándola aún más, lo que era imposible. Pero Popper actuó con ingenuidad al afirmar que, por esto, toda la teoría debía ser desechada: en la práctica, por ejemplo, es un método muy útil para "descubrir" ciertos sucesos perniciosos que el sujeto aloja y reprime en su inconsciente (supóngase un caso policial, donde la víctima de una violación reprime en su inconsciente la identidad de su atacante. Mediante el psicoanálisis, se puede ayudar a la persona a "revelar lo oculto", y así reconocer al victimario).
Por otra parte, Freud erró al prestarle demasiada importancia a la conducta sexual, al punto que todo lo reprimido en el inconsciente sea una especie de "producto no-deseado" de ella (el libido, asimismo, es un concepto muy estrecho y dudoso de aceptar. Un análisis profundo demostraría sus incoherencias). Lo anterior condujo a comprender toda anomalía psíquica como un hecho sexual reprimido; el rol del psicólogo sería ayudar al paciente a vencer las "resistencias" que le impiden asumir ese suceso, para así lograr plenitud y armonía. Ahora bien: ¿qué ocurriría si lo que el individuo reprime en el inconsciente no es de índole sexual? Supóngase que, de niño, haya sufrido un trauma por estar solo en un cuarto estrecho y que, siendo adulto, sufra de claustrofobia. ¿Cómo interpretaría esto el psicoanalista? ¿No diría que, por ejemplo, en ese lugar, haya sido abusado y que, por consiguiente, tema estar en sitios pequeños? Esa excesiva relevancia a lo sexual impide, muchas veces, llegar a lo que es verdadero.
Sugiero que se acepte la tesis de que existen ciertos hechos "dolorosos" para el sujeto (no necesariamente de índole sexual) que son reprimidos en el inconsciente; y que, mediante el trabajo en conjunto especialista-paciente (siempre y cuando éste último se encuentre preparado emocionalmente) puedan ser revelados y asumidos por el propio individuo, lográndose así su armonía psíquica.
Ahora abordaremos lo referente a la psicología humanista o, según Abraham Maslow, Tercera Fuerza. Resulta interesante el cuestionamiento que plantea y que, resumido en una pregunta, sería el siguiente: ¿por qué las corrientes psicológicas actuales (conductismo y psicoanálisis) se enfocan en las anomalías psíquicas con mayor interés que en el estado mental pleno del hombre? ¿Por qué en vez de sanarlas, no se esfuerzan más por prevenirlas? Se deduce entonces que, puesto que la psicología es una ciencia, y como todas es creada por el ser humano para alcanzar su bienestar (en este caso, referido al plano psíquico); dicho bienestar se logra cuando el hombre es capaz de aceptarse a sí mismo como ES, expresando y transmitiendo todo lo que pasa por su mente AQUÍ y AHORA; en otras palabras, desarrollando su pleno potencial humano.
La psicología tiene como función primera ayudarnos a alcanzar nuestro pleno potencial (merece especial atención el enfoque de la Terapia Gestalt). Personalmente, opino que, para alcanzar ese pleno potencial, se debería, inicialmente, generar un cambio de concientización colectiva, dado que es la sociedad (con sus preceptos y sus prejuicios) quien nos obliga a ser como no somos (o a creer que somos lo que en sí no somos), forzándonos a portar máscaras que esconden el rostro que anhela liberarse y sentir el sol.
Llegado a este punto, cabría interrogarse: ¿cómo es posible conciliar estas dos corrientes en apariencia contrarias? Mi respuesta, estimado lector, tal vez te resulte breve y simple, pero te aseguro que su concisión no significa en absoluto una incomprensión del asunto, o un desdeñamiento de tu capacidad intelectual. Sencillamente, me abstengo de realizar argumentaciones extensas y complejas que lleven, en definitiva, a la misma conclusión.
Considerando las explicaciones precedentes, el cometido del psicólogo sería encaminar al individuo (auxiliarlo) en la búsqueda de su verdadera identidad (recuérdese el cuento del “Patito feo”), para así desarrollar su pleno potencial humano. Ambos (especialista-“paciente”) construirán juntos ese camino; las interpretaciones que realice el primero sobre los relatos vividos del segundo han de ser siempre críticos y nunca concluyentes. En otras palabras: debe ser un proceso en el cual el sujeto no sea tratado como simple objeto, sino que participe del mismo, y que el investigador sea como un orientador, un amigo, un confidente. La introspección (a mi entender) sería el método preferido, por más que haya autores que sostengan que en ella se produce una suerte de “desdoblamiento del Yo”: en él se refleja una actitud humanitaria (empleando la terminología de Feyerabend), carente en cualquiera de los otros (por ejemplo, el método objetivo).
¿Cómo intervendría entonces el psicoanálisis que, como se mencionó, será su Némesis? Cuando exista una anomalía psíquica en el sujeto que le impida lograr su pleno potencial, que lo perjudique anímicamente y que haya resistencia por parte de aquél a no “liberarla”, se acudirá a este método. Se supone que el especialista, habiendo establecido una relación de mutua confianza con el individuo al ser su orientador, explorará con mayor facilidad su psiquis, sin recurrir a técnicas “irruptoras” (como la hipnosis). Así, el inconsciente no será tratado como una jungla peligrosa a la que se conquista por medio de la fuerza; sino como un bosque desconocido que, para saber la ubicación precisa donde cayó un árbol, se necesita paciencia y saber interpretar las señales que nos ofrece la naturaleza.
Finalizo este artículo, transcribiendo un fragmento de Heráclito que, a mi parecer, es bastante sugerente: “Hay que seguir lo que es común, porque lo común es lo que une.” Si incurrí en error alguno, agradecería su manifestación. Como diría Popper: “sólo de nuestros errores aprendemos.”

Rodrigo Eugui Ferrari

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