miércoles, 2 de septiembre de 2009

Una mascarada más del imperio (Cándido Maimot Laffita)

El imperio no está predeterminado para dosificar ni libertad ni democracia a nadie, amén de ser incapaz de hacerlo. Pero según el estado de cosas siempre ha soñado con hacerlo, por eso no escatima un céntimo en su nueva cruzada en dosificar sus edulcorantes mensajes subliminales, con un enfoque estratégico nuevo, para continuar embotando las conciencias de los pueblos, apoyándose como lo hace en la actualidad en su poderío mediático y enceguecedor de mentes, pisoteando los valores originarios de culturas milenarias-hoy en Irak, otrora en Hiroshima y Nagasaki.

Si bien el respetable pensador Cicerón, al decir de Madame revolución, daba por sentado como acto imprudente el dar la libertad al pueblo sin antes dotarlo de educación, queriendo establecer con ello un orden de prelación, a mi mente aflora ahora un pensamiento de otro pensador más contemporáneo, de gran peso en la cultura ibero-latinoamerica, nuestro José Martí, que dijo Ser culto para ser libre. Por ello, las armas a que más le teme el señorito imperialismo son: la educación y la cultura. De ahí que los recortes a los presupuestos de la educación, tanto en su sede como en las sedes de todos los sistemas que orbitan dentro de su política imperial, sean más frecuentes. Contrario sensu, los presupuestos para armamentos sofisticados, máquinas de matar personas (las ideas, como se sabe, no se matan y a eso también le temen), son cada vez más abultados.

Igualmente no escatiman dilapidar recursos en sus campañas mediáticas, a costa de los contribuyentes, para desinformar a la opinión pública, utilizando sutiles sistemas tecnológicos para desmantelar las identidades de los pueblos, su cultura, sus costumbres, sus tradiciones libertarias, como un proceso simbiótico perfilado a sembrar el egoísmo, el individualismo, el consumismo, esa especie de subcultura que le reporte jugosos dividendos.

Sobre esta plataforma erige modelos que cacarean sobre la “libertad de expresión” como el síndrome ideologizado por excelencia y los reparten por todo el mundo en sus potentes trasbordadores mediáticos, canales en los cuales muchas veces no ocultan sus verdaderas intenciones: subvertir, desestabilizar gobiernos y regiones, apropiarse de las riquezas de los pueblos, mediatizar las conciencias y pretender que se les tenga como un referente paradigmático a seguir.

Estas actitudes irresponsables del señorito imperialismo, como Madame revolución irónicamente gusta en llamar, es un insulto a la inteligencia humana, a los verdaderos y esenciales valores de la democracia como sistema de dominio de la mayoría.

Por que díganme, si democracia en su sentido técnico es gobierno de la mayoría, ¿por qué no dejan que la mayoría, que en Honduras desea que sea restituido su legítimo presidente, sea la que decida? Si se hace un plebiscito en Irak ¿no creen que la mayoría no vaya a querer que los yanquis y sus aliados abandonen el país ocupado ilegítimamente tras una guerra sucia que ha dejado como saldo ya la muerte de cerca de un millón de personas? ¿Le pidieron permiso a la mayoría (que será siempre el pueblo) para masacrar con bombas a Panamá y años antes también a Granada?

Sus enlatados modelos que cacarean sobre la “libertad de expresión” y la reclaman para otros modelos que no orbitan en su sistema, constituye otra estrategia del señorito imperialismo, especialista en subastar estrategias henchidas de odio gavilanesco contra los pueblos. El señorito imperialismo con estas mascaradas me recuerda lo que en su día estudié sobre el teatro de los esperpentos.

Sin embargo tengo otro criterio diferente al de que “la democracia no es aplicable en las civilizaciones de nuestra especie”, porque en principio estaríamos negando la dialéctica de los procesos y seríamos demasiado pesimistas si “la bandeja” se la pusiéramos al señorito imperialismo. Este un tema que tiene muchas aristas y podría ampliarse en otra oportunidad, no obstante cabe esta afirmación: lo que no funcionará jamás en las civilizaciones de nuestra especie, mientras subsista el señorito imperialismo, es su mal llamada “democracia representativa” que pretenden imponerle a los pueblos.

En su escrito Madame revolución alude a los sistemas de protección jurídica de Francia y de Cuba sobre la soberanía, como referentes de la más absoluta libertad de expresión para proteger sus intereses frente a los devaneos del mercenarismo. Por todo es conocido que la práctica del mercenarismo, hace años que se condenada por la comunidad del derecho internacional. Coincido que el derecho a defenderse contra las injustas y asalariadas imposiciones foráneas es la genuina y auténtica expresión de la libertad que tiene cualquier estado del mundo. Tanto contra el mercenarismo interior como el foráneo. Nuestro gobierno no viola la libertad de expresión de sus ciudadanos con ningún tipo de represión como lo pinta el señorito imperialismo y sus satélites. Es el propio pueblo quien no admite las sandeces de los acólitos internos del señorito imperialismo con sus pretendidas campañas desestabilizadoras, ese es un derecho soberano del propio pueblo que lo defiende a capa y espada. Por lo tanto sí son refutables y combatibles las campañas del enemigo, al que tenemos bien identificado.

Finalmente hay que cuidarse mucho de todas aquellas instancias que la CIA ha configurado en sus siniestros planes, disfrazadas con diferentes pañoletas o etiquetas para su trabajo sucio. Desde fundaciones, ONG, y otros ditirambos a su servicio para subvertir y socavar a los gobiernos y a los movimientos sociales en cualquier parte del planeta como la política extraterritorial de su gobierno imperial. Hoy está de moda el filibusterismo del smash power de la Casa Blanca.

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