miércoles, 2 de septiembre de 2009

Engaños (por Arturo Ruiz)

Tan grande es la voluntad de engañarnos a nosotros mismos, que ha florecido toda una industria del autoengaño. Yo mismo podría ser en este momento millonario si no fuera porque tengo una fobia visceral al autoengaño. Si hubiera escrito las cosas que todos quieren oír estoy seguro que habría una fila de gente que querría escuchar lo que digo al precio que sea. Me imagino entonces como conferencista en el Hotel Puyeheue, o mejor, en algún lugar de Pucón o Villarrica, con un seminario repleto de gente, entre ellos numerosas mujeres con fantasías eróticas sobre mí y con las posibilidades recreativas que ello conlleva.


Entonces aparecería yo en un escenario, precedido de un enorme aplauso y sería presentado por un organizador que se sacaría muchas fotos conmigo y finalmente, aproximándome a un micrófono haría uso de la palabra y les diría aquello que ansían oír:



"Abrámonos todos juntos al amor del universo, -digo con voz solemne y amorosa -cerremos los ojos y veámonos como las personas amorosas y buenas que somos"

Entonces todos cerrarían sus ojos y se sentirían buenos ¡henchidos de bondad! Por cierto no pensarían en que muchos ni siquiera reciclan y que, en realidad ninguno de nosotros lo hace, porque por mucho que tengamos la voluntad, el camión de la basura mezcla todo en su tolva compresora y arroja todo en unos basurales ubicados cerca de comunas pobres. Nadie recordaría que dejaron a los niños con la nana durante ese fin de semana largo en el cual la pobre mujer no podrá ver a sus propios hijos y que no le pagaron extra por ello, porque todo mi público tiene servicio doméstico, cobro carísimo así que a mí accede sólo la clase alta.



"Dios quiere que todos -continúo -seamos felices, es una fuente de luz inagotable de amor que ahora, en este momento está ahí y podemos tomar porque se da a nosotros gratuitamente y con bondad."

Estamos cerca de un parque nacional o dentro del mismo parque, a pocos quilómetros un conejo huye despavorido de un puma en una historia que termina en que si el conejo escapa la puma, que es una hembra, no tendrá nada que llevar a sus cachorros, estoy sacando esto de cualquier episodio de cualquier documental de Nat Geo. Mientras en los espacios siderales, gigantescas moles de roca colisionan con otras mientras la luz es absorbida por agujeros negros... pero yo estoy afirmando un universo de amor, y todos me están pagando por oírlo, porque lo digo con la convicción que necesitan para creerlo.



"Ahora digamos el mantra secreto que -este es un momento cumbre -nos conecta con la luz y la bondad que emana de la conciencia creadora del universo: mi mamá me mima"

Todos repiten conmigo "mi mamá me mima", claro que como soy inteligente inventé un mantra mucho más sonoro y poético como: "yo soy", o mejor me robé un mantra de los tibetanos que los usan para destruir sus condicionamientos mentales y trascender las representaciones, en un complejo sistema de pensamiento que a todos les da pereza oír. Mi dios, además, deja usar preservativos, porque tenemos derecho al sexo seguro, así que la concurrencia puede seguir engañando a sus parejas y espero que la rubia sexy de adelante lo haga conmigo al terminar el seminario. Aparte de la tarifa, no pongo a mis discípulos ninguna obligación penosa como ayunar, o la peor de todas las obligaciones: pensar. Mis discípulos sólo tienen que leer mi libro que vende a la salida otra rubia sexy que ya me aburrió.


Digo algunas obviedades, algunas mentiras agradables durante algunas horas con sucesivos breaks para tomar café y todos me escuchan con atención. Hablo de leyes del universo secretas, que no sé si descubrí por mí mismo con mi gran inteligencia o me las reveló un maestro que trajo su conocimiento del Tíbet -no un lama de verdad, un maestro secreto que habla sólo conmigo -la India, Egipto o la propia Atlántida. Tendré que consultar a mis expertos en marketing para que me digan qué es mejor. Pero en este seminario ya todo eso está resuelto y así transcurre este fin de semana largo después del cual yo me llené de dinero, me acosté al menos con la rubia sexy de la primera fila y mis discípulos se han ido con paz y alegría a sus rutinas en las que siguen explotando a sus empleados. Esta semana son buena onda y se comportan con sus subordinados como si supieran ese secreto que ellos no saben y pronto justifican su derecho a explotarlos de acuerdo a una excelente interpretación de la ley del karma que no les dice que en otras vidas sufrirán lo mismo que hacen a otros...


Pero no va a ocurrir.


No voy a dar esa conferencia en ningún hotel de moda ni nadie me va a pagar millones por decir que no sé sí hay un dios, pero que no he visto ninguna evidencia y que me parece raro que el universo sea antropomórfico; por afirmar que si acaso hubiera un sentido oculto y mágico en las cosas yo no lo conozco ni por decir que la muerte es la única certeza y que representa un misterio a través del cual podemos ver sólo si aplicamos nuestro pensamiento siguiendo los pasos de quienes antes que nosotros filosofaron en serio; o bien si nos entregamos a la experiencia estética como una lucha trágica y perdida en contra de nuestra propia finitud. Nadie quiere pagar por eso y eso es lo único que tengo para vender o para dar más bien, porque nadie me lo compra.


Existe una suerte de maravilla en permanecer en el enigma, sabiendo lo que puede saberse, e ignorando aquello que no puede saberse. Existe un recogimiento absoluto cuando la infinitud de lo segundo se nos presenta. Algo que saben los pensadores, los científicos y algunos artistas, la gente seria del mundo que enfrenta ese mundo a través de las propias facultades del espíritu y que no se conforma con respuestas fáciles ni con autoengaño. El pensamiento por sí devela sentidos visibles, comprobables y palpables a la mente que se prepara, pero pocas mentes están dispuestas a prepararse. Así, ahí afuera florece un mercado de mentiras para el que tengo todo aquello que se requiere para producirlas, a excepción del estómago para decirlas por escrito o en una conferencia en un seminario de un hotel caro.


Ninguna de las dos rubias de mi fantasía se acostará conmigo, a cambio, seré feliz con esa mujer que me ama sin que yo entienda bien por qué y a la que yo amo porque me sería imposible que fuera de otro modo: leeré los libros complicados de los otros tipos que como yo comprendieron su ignorancia e intentaron vivir sin engañarse a sí mismos y probablemente nunca sea millonario como uno de esos maestros del engaño, pero seré mil veces más auténtico que cualquiera de ellos y tal vez... espero, porque no sé, eso signifique que mejor.

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