Y te ensuciaron siete veces: el oído, la piel, el nombre, la mano, la tierra, el perfume y el alma. No podías venderlo y nunca pudiste comprarlo. Soltaban fuegos artificiales y los bebías con las manos cargadas de sapos: sapos verdes y gordos, jugosos y nauseabundos. Aprendiste a rechazar con ímpetu los esqueléticos, sólo accedías si estos eran muchos o estabas desesperada.
Cada escuerzo era más grande y más suculento, más pestilente y harapiento... se alimentaba del anterior y jamás olvidaba apoderarse de todo. Así comenzó el cambio, al principio no comprendías... sonrisas de sol, hasta que lo supiste. Las cosas se substituyen por sapos verdes. Creés que al tenerlos, todo nace, todo es posible... pero los sapos siempre serán sapos, a lo sumo ranas o escuerzos, nunca, por más alquimias, camuflajes u oropeles se convertirán en sueños.
La posmodernidad robó el verde de la esperanza y se lo regaló a los sapos.
Los príncipes-dolor fueron besados por las princesas-dólar, por eso siguen siendo sapos.
(Fragmento de la Novela "Último amor" Dirección Nacional del Derecho de Autor, registro número: 82100)
lunes, 17 de agosto de 2009
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