lunes, 24 de agosto de 2009

Quietud (por Arturo Ruiz)



Detenerse. Esa sola palabra representa el mayor de los problemas. Detenerse es visto como estancamiento, casi con verdadero terror las personas pueden llegar a convertir el detenerse y permanecer solas ante sí mismas como la más terrible de las condenas y de hecho, en mis años juveniles, todavía algunas profesoras usaban como castigo el enviar a un niño al rincón a mirar la pared.

Se detiene todo, pero no se detienen nuestras elucubraciones. Espíritus creativos y dados a la fantasía podrían darse a la construcción y exploración de mundos infinitos de aventuras galácticas, históricas o estéticas y estos espíritus son considerados selectos. El resto de nosotros tiembla ante la posibilidad de la detención y de encontrarse a solas consigo mismo

¿Qué terror acecha en el fondo de nosotros mismos que no podemos permanecer simplemente quietos? Alguna vez tuve un impresionante gato llamado Nick. El animalillo se sentaba y con la mirada perdida y eventualmente cerraba sus ojos sin hacer absolutamente nada durante horas, sin embargo, tal estado de inactividad consciente es simplemente una cosa horrorosa para los mortales. Así han nacido el tejido, el bordado, los crucigramas, rompecabezas y una serie de actividades destinadas a llenar los momentos vacíos: si creemos a Aristóteles, incluso la Matemática ha surgido de este estado de ocio profundo.

Los pensadores y los artistas han sido siempre hostiles al trabajo, han trabajado en todo aquello que es necesario porque necesitan comer, y muchas veces han debido hacerlo duramente. Estos espíritus sólo han querido que se les deje en paz y en la soledad de sus retiros han construido mundos completos según las herramientas mejores de cada uno. El resto de nosotros simplemente no tolera el ocio: es común ver como espíritus vulgares favorecidos de pronto por la fortuna y liberados del tedio del trabajo servil se entregan a las peores disipaciones y autodestrucciones, razón por la que muchos moralistas han observado que el trabajo es, para el hombre vulgar, un bien.

¿Qué es aquello que simplemente no soportamos de nosotros mismos? ¿Cuál es la terrible maldición que se encuentra en la quietud? ¿Por qué muchos hombres y mujeres en el mundo bendicen la posibilidad de enfrascarse inclusive en rutinas monótonas y agotadoras antes que deber enfrentar la quietud?

En el silencio de nosotros mismos acechan preguntas, acecha de hecho más bien una sola pregunta que, asumida puede representar por sí misma una especie de redención, pero que la mayoría de los mortales no somos capaces de poner en palabras: esta pregunta es ¿por qué? Los trabajos nos dan la ilusión de que tenemos algo que hacer, de que tenemos un lugar en el mundo que se justifica por las acciones de los otros armándose como un rompecabezas.

Ese porqué no es más que la presentación de la muerte y de la única verdad que se nos presenta y que se nos presenta como final y como enigma, tan enigmática que ni siquiera se revela como siendo un enigma para muchos, porque es difícil ver que el final de algo encierra más preguntas que respuestas ¿dónde se va aquello que se termina? ¿Dónde están las caras sonrientes de aquella fotografía del paseo a la playa que se terminó? ¿Dónde se va el tiempo y las experiencias que aparecen perdidas para siempre en el mero recuerdo en donde se vuelven borrosas, así como las antiguas fotografías?

Finalmente sabremos las respuestas a esas preguntas, porque iremos a parar al mismo lugar que las experiencias pasadas y esta certeza se hace patente ante el mero transcurrir del tiempo que, enfrentándonos se nos revela como un mero flujo ante el que queremos huir, porque es una corriente que lleva a un solo final: la muerte, lo desconocido.

Algunos pensamientos, se alzan rebeldes en contra de este enigma e intentan revelarlo, perdiéndose a veces en elucubraciones extrañas o permaneciendo en una perplejidad consciente que a mí me parece una victoria, en cuanto no ha querido reconocer como verdad una ensoñación insegura. Otros se lanzan en contra del tiempo con la fuerza de una voluntad que plasma formas en cualquier soporte y con ello arrebata al tiempo el desenfoque en que tiende a sumir a las experiencias y exhiben sus formas bien delineadas en los soportes más variables que son reproducidas por millares de mentes, a través de los ojos, oídos o imaginaciones.

Allí en la quietud, en el mero transcurrir del tiempo, nos aguarda el mayor y más eterno de los desafíos. Esa interpelación que finalmente deberemos atender, mientras podemos ir a la oficina, después a tomarnos un café y luego a un after office en donde la pregunta se perderá por un tiempo entre el ruido, el tabaco, la música y la gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario