domingo, 2 de agosto de 2009
Juan Moreira: fábula de un héroe (por Analía Lardone)
“Moreira no ha sido el gaucho cobarde
encenagado en el crimen, con el sentido
moral completamente pervertido; no ha
sido el gaucho asesino que se complace en
dar una puñalada y que goza de una manera
inmensa viendo saltar la entraña ajena
desgarrada por su puñal. (...) Moreira
era como la generalidad de nuestros
gauchos; dotado de un alma fuerte y
un corazón generoso, pero empujado a
la pendiente del crimen, no reconoció
límites a sus instintos salvajes
despertados por el odio y la saña
con que se lo persiguió, haciendo
lujo de un valor casi sobrehumano (...)”
Fragmento de “Juan Moreira”, E. Gutiérrez
Al igual que el esquema dramático de El gaucho Martín Fierro, el Juan Moreira narra la historia de un campesino criollo de la campaña bonaerense: la persecución de la que es objeto por parte de los hombres que representan la Justicia, su iniciación en el camino del crimen y la correlativa pérdida del sentimiento de integración social. Ambos enfatizan la entereza del héroe, su coraje, su dignidad y su amor por la libertad. Destacan el gusto por el trabajo, la afición al canto, el apego a la vida familiar y el culto a la amistad.
En el prólogo al Libro “Juan Moreira” -“Metamorfosis de un héroe popular argentino: Las mil caras de Juan Moreira”-, Alejandra Laera es quien nos cuenta que el gaucho citado “se convirtió, sin llegar a saberlo, en un héroe popular cuyo nombre trascendió los pueblos rurales que habitó fines del siglo XIX”, gracias al folletín publicado por Eduardo Gutiérrez, quien narró su vida por primera vez en 1880. “El héroe popular no puede entenderse, en las épocas de fuertes inflexiones modernizadoras como lo fue la década del 80, sin considerar su pasaje por un medio de comunicación de masividad incipiente como era la prensa de esos años.” En ese sentido, Juan Moreira es el primer héroe popular mediático en la Argentina.
Según la autora, lo que sitúa a Moreira en ese lugar de héroe popular es esta alianza entre la tarea de investigador-cronista y de novelista de Gutiérrez, quien se incorpora en “el mercado de las letras”, estableciendo distancia de sus pares, quienes sólo pueden ver en el suceso logrado con los folletines gauchos una claudicación y un desvío respecto de las expectativas de su clase y una alianza con los nuevos sectores populares urbanos. Moreira nace como héroe “en ese brusco pasaje en el que el folletín se apropia de la cultura popular del mundo rural, producida y difundida oralmente por los gauchos, para transformarla en una cultura popular entendida en términos de la nueva e incipiente cultura de masas, es decir, de base urbana y de circulación mediática.”
La misma historia de Moreira era reproducida en canciones gauchas, hecho que acentuaba la popularidad del héroe. Todos los rasgos que se le atribuyen, tanto de criminal a través del prontuario y víctima de la justicia por la oralidad de la tradición, convergen y se enfrentan en la prosa del folletín.
La figura central de la novela adquiere también una importancia representativa cultural, en relación al contexto modernizador de época. Como lo expresa Adolfo Prieto: Moreira fue uno de los “superhombres inventados para cubrir las fantasías del lector urbano (...) que necesitaban presentarse en el ropaje de gauchos.” Muchos de los lectores se situaban en diversos grados de proximidad a la realidad del mundo campesino: espectadores y testigos de la disolución del mundo campesino o memoriosos del desarraigo, encontraron en el paisaje, las costumbres y los personajes una fuente de gratificación complementaria a la provista por las peripecias del héroe, como el reaseguro necesario para un sentimiento de identidad fuertemente sacudido por los cambios.
Además, como personaje, cumplía una función representativa hacia “los de afuera”: lo que unía al país en esta etapa de cambios e hibridaciones era la figura del gaucho, reivindicada por Gutiérrez. En su descripción, el gaucho se estereotipa en este nuevo discurso.
La violencia en Moreira se expresa en una cadena de hechos de sangre en cuyo origen se encuentra la defensa del honor personal y en cuyo transcurso se juega la afirmación instintiva de la libertad. Sus luchas contra los agentes policiales se ubican en el eje mismo de la narración, motor de sus actos de coraje y no síntomas de su degradación moral y su derrota. Los combates simbólicos venían a sublimar las esperanzas de los oprimidos. Gutiérrez favoreció esta postura intercalando discursos políticos y morales cada vez que las acciones de Moreira no parecían justificarse sino por su pertenencia a la clase desheredada del gaucho.
El autor innova en lo verosímil con Juan Moreira tomando la noticia como eje referencial. Trabaja los hechos susceptibles de ser transformados en noticia persiguiendo dos características fundamentales: Es Jorge Rivera quien describe esa combinación: un pedal testimonial-periodístico que moviliza “hechos” y pone a contribución “datos históricos y fehacientes (por ej., el hecho de que Moreira habría sido entrevistado por el autor de folletín el mismo año de su violento final), y un pedal novelesco, que reelabora, selecciona, los materiales acarreados según su propia dinámica imaginativa.
Paul Ricoeur ofrece una interesante idea, cuando habla de la conjunción entre ficción y mímesis en el discurso narrativo, en donde aclara que la construcción histórica recurre a fuentes y la ficción a la imaginación. Para él, habría una imaginación histórica, como reconstrucción imaginativa: “la historia es a la vez un artefacto literario y una representación de la realidad”. Ficción y representación de realidad no constituyen para el autor términos antitéticos.
Para Prieto, Moreira es documental, “pero sin condenarse a respetar todas las imposiciones del documento...”; inventivo, “pero sin atreverse a anajenar todos los signos del referente invocado. El texto de Gutiérrez alimenta y controla sus propios excesos, sin otra exigencia interior que la de asegurar el carácter rebelde del héroe.”
Remitirse al concepto de héroe extraído de la fuente mas fidedigna, el diccionario, ayuda a ir dibujando la figura de Juan Moreira en esta novela:
“Héroe: El que ejecuta una acción heroica. // Fig. Personaje principal de una obra literaria, de una aventura. // Persona que realiza una acción que requiere valor.”
El lugar que Gutiérrez dió a Juan Moreira en la historia, justamente es la de un héroe en todos estos sentidos. Lo situó en la centralidad del relato, basándose en sus “acciones de valor”, en los reiterados triunfos en sus enfrentamientos con las partidas.
“... Moreira vive aún en la tradición de los pagos que habitó. Sus desventuras se cantan en décimas tristísimas y sus hazañas son el tema de los más sentidos y tiernos estilos, que canta cada paisano, lamentando la muerte de aquel hombre fabuloso (...). Moreira no tiene parangón con ninguno de los muchos hombres de valor asombroso que han habitado nuestras campañas...”
Para introducir la importancia del establecimiento del personaje central en la novela, siendo que del que se habla es de un solo personaje y de sus hazañas, nos remitimos a Bajtin. Este autor nos ofrece la noción de plurilingûismo social, como “diverso reconocimiento del mundo y la sociedad que orquestan la novela, a través de las imágenes de los hablantes de los lenguajes genéricos, profesionales o bien como las imágenes plasmadas del autor condicional, los narradores y, por último, los héroes.” Existe una orientación totalmente particular de la palabra en la novela: la palabra no puede olvidar o ignorar el plurilinguismo circundante.
“El hombre en la novela es esencialmente un hombre hablante: la novela necesita de hablantes que traigan su palabra ideológica peculiar, su lenguaje. Lo que crea el estilo de la novela son el hombre hablante y su palabra.”
Bajtin distingue tres momentos:
1) El hombre hablante y su palabra son en la novela el objeto de representación verbal de la representación artística.
2) El hombre hablante en la novela es un hombre esencialmente social, históricamente concreto y determinado, y su palabra es un lenguaje social y no un “dialecto individual”.
3) Es siempre un ideólogo y sus palabras son siempre un ideologema. El lenguaje particular en la novela es siempre un singular punto de vista sobre el mundo, que pretende una significación social. La palabra se convierte en objeto de representación de la novela.
La acción y la conducta del héroe en la novela son imprescindibles tanto para revelar como para probar sus posiciones ideológicas, sus palabras. El héroe aquí no sólo actúa, sino que también habla, su acción no es trascendente ni incuestionable, y necesita de una especificación ideológica. Su acción siempre está separada ideológicamente: él vive y actúa en su propio mundo ideológico, posee su percepción del mundo, que se plasma en la acción y la palabra.
Para Bajtin, el héroe es solo una de las formas del hombre hablante. En este caso, todos los lenguajes están social e históricamente concretados y son objetales: en Juan Moreira se traslucen las imágenes de las personas hablantes, a través de los ropajes sociales e históricos concretos, los lugares habituales que se mencionan, la forma misma de expresión del autor.
Es interesante cuando Bajtin habla de la transmisión de la palabra ajena, porque en Moreira vemos de parte del autor una intención de querer respetar la literalidad del habla, en los diálogos, y hasta en la forma que adquiere por momentos el relato. Según Bajtin, estas son “palabras autoritarias”, establecidas por tradición, y en esta novela se interceptan estos conceptos con la palabra internamente convincente, palabra en zona de contacto con la actualidad inacabada. Cada palabra establece la distancia que hay con el lector. La hibridación de la que habla el autor establece que la mezcla de dos lenguajes dentro de una misma expresión en la novela es un procedimiento intencionalmente artístico.
Retomando al personaje Moreira, es interesante rescatar las nociones de Barthes para definir la estructura del personaje en el relato. Para él, hay que definir al personaje no como un “ser”, sino como un “participante”, un agente. La verdadera dificultad planteada por la clasificación de los personajes es la ubicación del sujeto en la matriz actancial, cualquiera sea su fórmula. ¿Quién es el sujeto /el héroe) de un relato? El personaje solo adquiere sentido en tanto unidad de acción, si se lo integra a la Narración.
Por último, es interesante la idea de héroe que retoma Bajtin de las obras de Dostoiévski. El héroe es un punto de vista particular sobre el mundo y sobre sí mismo, como una posición plena de sentido que valore la actitud del hombre hacia sí mismo y hacia la realidad circundante. No sólo la realidad del héroe, sino también su mundo exterior y la vida cotidiana que integran el proceso de autoconciencia, se transfieren del horizonte del autor al del héroe. “(...) El autor concibe a su héroe como un discurso. Es por eso que su discurso acerca del héroe es un discurso acerca del discurso. Esta orientación entonces resulta ser dialógica. El autor no habla del héroe, sino con el héroe. Solo gracias al distanciamiento, es posible asegurar una auténtica objetividad en la representación del héroe.”
Lic. Analía Lardone
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