martes, 11 de mayo de 2010

Aportes a los comités de ética institucional, Mauricio Langón

APORTES A LOS COMITÉS DE ÉTICA INSTITUCIONAL
Mauricio Langon

INTRODUCCIÓN
En estas Primeras Jornadas de Bioética y Calidad quisiera presentar, a título personal, lo que considero que pueden ser aportes filosóficos y docentes, a tomar en cuenta en el momento de la instalación de Comités Institucionales de Ética.
Quiero subrayar que la instalación de este tipo de Comités representa a mi criterio un importante paso en el proceso de democratización, al generar múltiples espacios de participación ciudadana, en campos de primera importancia y claramente definidos.
Los espacios de participación ciudadana tienen características disímiles. Así, por ejemplo, hay instituciones democráticas que operan por representación ciudadana y tienen poder de resolución (tales como el Poder Legislativo); otros que operan como lugares de negociación entre delegados de intereses distintos (como los consejos de salarios, por ejemplo); otros integrados por determinados especialistas, expertos o técnicos que no tienen poder de resolución y operan como asesores, etc.
Mi aporte se centrará en proponer algunos rasgos que a mi criterio deberían tener estos Comités de Ética recientemente creados. En base a la tesis de que ellos no son espacios de democracia representativa, ni de resolución, ni de negociación. Y que tampoco son ámbitos de asesoramiento técnico. Son grupos específicos, que en ejercicio de la razón pública, trabajan para producir colectivamente documentos de distinto tipo que sirvan para orientar las tomas de resolución de las autoridades pertinentes y que alimenten la discusión pública, en lo referido a los problemas de índole ética implicados, directa o indirectamente, en la atención de la salud y la investigación que involucra.

ALGUNOS RASGOS DE LOS COMITÉS DE ÉTICA.

Los Comités son espacios de uso público de la razón.

Echo mano de un célebre texto Kant que distingue entre el uso privado y el uso público de la razón. Dice: “Entiendo por uso público de la propia razón el que alguien hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso privado al empleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil o de una función que se le confía.”
En el uso privado de su razón, los hombres razonan en tanto cumplen determinada función o en tanto representantes de determinada colectividad; pero, en tanto son miembros de una “comunidad íntegra” (una sociedad nacional) y aun miembros de la “sociedad cosmopolita”, pueden y deben hacer uso público de su razón pensando y argumentando, aportando opiniones basadas en sus saberes, en vista a lo que estiman mejor para la comunidad o la humanidad en general.
De este planteo se sigue que:
a. Tanto los Comités de Ética como cada uno de sus integrantes deben actuar en uso público y no privado de la razón.
Nadie debería integrar esos Comités en representación o en nombre de los médicos, los docentes, los filósofos, etc.; sino aportar sus distintos saberes al trabajo en común; actuar “según su leal saber y entender”, asumiendo personalmente sus responsabilidades. Si tiene en vista un interés, no será el propio ni el de su grupo, sino que será el interés de todos, el interés general de todos los seres humanos, del género humano.
Esto que vale para cada persona que integre un Comité, vale también para cada Comité como un todo. Así todo el proceso de discusiones, decisiones y producciones del Comité tiene que hacerse en función del interés general. Cada Comité debe actuar colectivamente en uso de la razón pública. En consecuencia:
b. Tanto los Comités como cada uno de sus integrantes deben gozar de autonomía y no actuar en dependencia de ninguna institución.
Un modo de intentar asegurar esa autonomía (incluso respecto a la autoridad que los designe) es que la actuación en los Comités sea de índole honoraria. Esa solución sin embargo puede tener el inconveniente de transformarse en causa de exclusión, pues las personas provenientes de ciertas capas sociales, así como aquellas sometidas a exceso de trabajo y múltiple empleo, difícilmente puedan asumir responsabilidades en los Comités en esas condiciones. Las formas de asegurar la libertad de criterio y autonomía de los Comités no pueden ir en desmedro de su propia constitución democrática: no pueden fundarse en formas que excluyan.
Los Comités deben tener una integración lo más plural posible.

Un Comité no es la mera suma de sus miembros, sino un organismo colectivo. Por eso es fundamental la constitución plural de los Comités. Se ha de procurar la mayor diversidad posible de sus integrantes, de modo de contar con el enriquecimiento que supone disponer de distintos puntos de vista provenientes de diferentes especializaciones y experiencias vitales.
Esto nos pone ante la cuestión de los criterios para definir la integración de los Comités, asunto que escapa a las posibilidades de mi intervención y que, seguramente, debe resolverse en la práctica mediante criterios prudenciales. Pero es importante tener en cuenta estos lineamientos generales:
a. Asegurar la mayor pluralidad posible de puntos de vista, sin desmedro del número razonable de miembros;
b. Asegurar que la composición del Comité no insinúe su comportamiento en uso privado de la razón, sino que insista en que cada uno actúe en el uso público de la razón;
c. Asegurar no haya un peso desmedido de personas caracterizadas por un mismo tipo de experiencia.
d. Considerar posibilidad de rotación parcial periódica de sus integrantes, así como la integración posterior de nuevos miembros.
Los Comités deben construirse y actuar como grupos permanentes de discusión y producción colectiva en uso de la razón pública.

Algunas instituciones de participación ciudadana se construyen como grupos ad hoc para actuar sólo en una determinada circunstancia precisa (como es el caso de los jurados en los Estados Unidos de América), o para asesorar o actuar como tribunal respecto a un problema o caso concreto, cesando luego en sus funciones.
No es ése el caso de los Comités de Ética, que difieren de este modelo en tanto son grupos cuya actuación será constante y permanente, atendiendo tanto tareas de largo plazo como situaciones emergentes.
La pluralidad deseable en la integración de cada Comité es, pues, apenas un primer paso. Cada Comité se irá construyendo en el proceso del desarrollo de la experiencia en común de sus integrantes. Irá adquiriendo sus características propias, su modo de discusión, su propio ritmo de trabajo.
Es fundamental que se organice como comunidad de indagación y producción; que vaya mejorando sobre la marcha, tanto sus competencias para el diálogo en el seno del Comité, como el diálogo de éste con la institución a que pertenece y con la comunidad en general.
Creo importante plantearse explícitamente cómo se logrará dar estas características de dialoguicidad y apertura a los Comités. Es fundamental que se establezcan los modos que habiliten a cada Comité a constituirse efectivamente como una comunidad de discusión y producción. En ese proceso de constitución de cada grupo como comunidad, el docente (y, específicamente, el profesor de filosofía) tienen un rol fundamental, casi diría imprescindible.

Pero no como miembros de cada Comité. Más bien creo que sería útil prever un plan de formación y acompañamiento filosófico-docente en el proceso de constitución y puesta en funcionamiento de cada Comité. Formación y acompañamiento durante un tiempo, que facilite la construcción de cada Comité como grupo de discusión y producción en uso público de la razón.

Los Comités deben producir documentos escritos.

Los Comités, seguramente, cumplirán funciones de diversa índole, entre las cuales se destacan las de asesoramiento, previsión, control y propuesta.
Así sus productos pueden ser de diversa índole, según estén actuando por iniciativa propia (sugerencias, propuestas) o a pedido (asesoramientos, consultas). Así pueden incluir análisis o dictámenes concretos sobre cuestiones puntuales o casos, estudios de índole general, propuestas de normativas o tomas de decisión, producción de materiales para la discusión o docencia, etc.
Me parece importante que la producción de los Comités sea hecha pública y puesta en discusión en los ámbitos correspondientes, incluso el educativo, como señalo más abajo. Para ello me parece importante que los distintos documentos que se elaboren recojan las decisiones tomadas de común acuerdo, junto con los argumentos que llevaron a las mismas y permitieron descartar otras alternativas; así como las posiciones en desacuerdo o minoría y los argumentos en que se sustentan.

Los Comités de Ética deben actuar interconectados (en red) entre sí, y en diálogo con la comunidad

Cuando se constituyen grupos permanentes, un riesgo es que se vayan transformando con el tiempo en grupos cerrados, y por tanto tendientes a desarrollar una “razón privada”, particular, aislándose del diálogo con los “otros”, con la “comunidad”.
De ahí la necesidad prever formas de diálogo entre los Comités, y de todos y cada uno de ellos con la comunidad.
a. La relación entre los Comités debe abarcar el fluido intercambio de ideas y resultados, así como la discusión de asuntos en común, que pueden llegar a incluir instancias de encuentro y reflexión en Jornadas o Encuentros.
Por otra parte, la relación entre los Comités y el conocimiento mutuo debe facilitar la solución de una de las dificultades emergentes de la constitución plural de los Comités: que no es posible en un solo Comité -por la necesidad de limitar su número- contar con aportes derivados de una amplia gama de experiencias y conocimientos. Pero sí es posible contar con la asesoría o participación puntual de especialistas o expertos en cierto tema que sean integrantes de otro Comité.
b. Es preciso también que cada Comité (y todos en conjunto) vayan elaborando los modos de sus modos de diálogo con la comunidad, de modo de ampliar el ámbito de la discusión pública informada de estas cuestiones.
En este sentido sería aconsejable:
• Estar en estrecho diálogo con las comunidades comprendidas en el radio de acción de la institución de referencia. Este diálogo puede incluir formas de mantenerla informada de sus producciones (asesoramientos, dictámenes, propuestas, etc.); y formas de consulta a los integrantes de la comunidad (encuestas, formularios, entrevistas, etc.), respecto a sus discusiones y conclusiones.
• Estar en estrecho diálogo con el sistema educativo nacional y de las instituciones educativas del ámbito de la institución de referencia, poniendo a disposición de los mismos la difusión y puesta en discusión de sus producciones para ser discutidas por los estudiantes; de modo de irlos formando en el debate público responsable de los problemas involucrados, y facilitándoles la información necesaria para ello.
• Estar en estrecho vínculo con los poderes del Estado e instituciones de la sociedad civil a los efectos de proponerles y asesorarlos en la discusión, previsión y resolución de los problemas éticos, sugiriendo orientaciones, medidas o normativas.

CONCLUSIONES

Soy profesor de filosofía. Se me pidió que hablara de los aportes de los docentes como integrantes de la comunidad. Interpreté este pedido no como una oportunidad para defender la idea de que los Comités estén integrados por los colectivos docentes (y específicamente, docentes de filosofía), sino como una invitación a mirar con mis miopes ojos filosóficos y docentes la instalación de Comités de Ética Institucionales, y –desde aquello en que se supone que soy “docto”- presentar algunas sugerencias, haciendo uso público de mi razón.
En esto consistió el aporte que he querido hacer ante la nueva instancia de participación democratizadora que se abre con estos Comités de Ética Institucional.
Creo fundamental darles una dinámica democratizadora, que a la vez trabaje en expansión y en profundidad.
Para ello subrayé,
• La necesidad de que estos organismos sean espacios de desarrollo de la discusión racional pública, en profundidad, argumentativa, presentando sus producciones en documentos públicos que recojan las diferencias.
• La necesidad de que los Comités se organicen internamente de modo plural, y que desarrollen una dinámica de discusión y tomas de decisión democráticas en grupos de trabajo sostenido.
• La necesidad de que los Comités, no queden cada uno cerrado en sí mismo sino vinculados entre sí, y en estrecho diálogo con la comunidad y, específicamente, con su educación.
Creo que queda clara la importancia que atribuyo a los aportes de los filósofos y los docentes en la constitución de estas instancias de participación ciudadana que son los Comités de Ética Institucional. Ésta es mi contribución filosófica y docente. Espero que sea de utilidad para que estos Comités lleguen a constituirse en potentes instrumentos de democratización.
MLC 1 de octubre de 2009.

Notas.

 Comunicación a las “Primeras Jornadas de Bioética y Calidad; ¿Hacia una nueva filosofía?, Montevideo, Comisión de Bioética y Calidad Integral de la Salud, 2 de octubre de 2009.
 Profesor de Filosofía. Instituto de Perfeccionamiento y Estudios Superiores, ANEP.
(1) “¿Qué es la Ilustración?”, en Filosofía de la Historia, Buenos Aires, Nova.
(2) El Decreto que crea los Comités prevé su financiación por las instituciones en que éstos se integrarán. También prevé que sus miembros sean “honorarios” (e incluye formas veladas de remuneración: liberación de horas de trabajo, etc.). En uso de la razón pública digo que no me parece feliz la solución y que ella debería cambiarse a la brevedad o en el momento de establecer los Comités por Ley. En efecto: a) Si cada institución financia el funcionamiento de cada Comité se corre el riesgo de que el mismo no quede asegurado; b) si el trabajo es “honorario” (y si tal decisión por Decreto es compatible con disposiciones constitucionales) y el empleador podrá establecer liberaciones horarias (es decir, remuneraciones) de las personas que fueren sus empleados, éstas estarían sometidas a su control. Creo que los miembros de los Comités deberían percibir una remuneración digna (ni excesiva ni meramente nominal) e igual para todos. Y que en la financiación de gastos y sueldos el Estado debería participar activamente.
(3) Sólo querría dejar constancia de un asunto. La Ética es una reflexión de índole filosófica. Por tanto, sería imprescindible la participación de al menos una persona versada en Filosofía en los Comités. Asunto imposible en la práctica. Pero superable mediante a) la posibilidad de insertar alguna formación filosófica y ética básica para los integrantes de los comités, quizás con formas de asesoramiento externo; b) la posibilidad de intercambio y apoyo mutuo de especialistas de otros comités, como sugiero más abajo.
(4) La ley 18.335 habla de la constitución de Comisiones de Bioética conformadas por “trabajadores o profesionales de la salud y por integrantes representativos de los usuarios”. Aunque “representativos” no es sinónimo de “delegados” o “representantes”, al mencionarse expresamente dos sectores de la población, la redacción podría inducir a pensar que se trata de un ámbito bipartito de negociación. No es tal. Como ya dije, se trata de organismos de discusión pública cuya composición debe ser plural.
(5) También es posible adoptar ciertas dinámicas de trabajo (por ejemplo, adaptando el método del jigsaw de Aronson) que permitan también el intercambio entre ciertos “especialistas” de los distintos Comités, que podrían trabajar en equipo para elaborar documentos o asesorar en problemas concretos a los Comités.

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