martes, 11 de mayo de 2010

El origen de la oscuridad, Fernando Gutiérrez Almeira


No vivimos en un mundo razonable sino en un mundo continuamente minado por una barbarie sofisticada y perversa. Nacen niños deformes en Gaza y Faluya producto del uso militar de fósforo blanco y quien sabe que otras sustancias nocivas cuyo diseño se nos oculta. Un alto jerarca francés confiesa abiertamente en un libro del que se venden a los ávidos lectores un cuarto de millón de ejemplares el gozo desatado que vivió durante años como turista sexual en el paraiso de la prostitución tailandés, paraíso donde se venden niños para tales quehaceres, se los retiene en verdaderas jaulas, se los trafica y abusa sin fin para luego matarlos sobre una mesa de quirófano y vender sus órganos. Una pandilla de criminales asalta el poder en Honduras y desde su poder dictatorial golpea, encarcela, tortura y asesina a los ciudadanos, lanzando las jaurías militares y policíacas. A los somalíes, que carecen de gobierno y viven en una continua guerra civil, hambre y miseria, se les rapiña las aguas de su territorio por parte de embarcaciones pertenecientes a naciones donde el hambre no se conoce y se los llama piratas cuando tratan de resistirse no solo a la rapiña sino al uso de sus aguas como vertedero de desechos tóxicos. Miles de estadounidenses organizados vienen denunciando lo ocurrido el 11 de setiembre de 2001 en el WTC y en el Pentágono como un fraude televisado, con la demolición controlada de tres edificios, la aniquilación exterminadora de miles de personas, la sistematización más grande de la historia de intereses corporativos. Se extienden los cultivos de transgénicos por millones de hectáreas mientras se establecen día a día sus perjuicios, se planta para producir agrocombustibles que abastecerán las máquinas mientras millones padecen hambre y otros tantos millones se ven amenazados por la proximidad de drásticas consecuencias del cambio climático. En la frontera mexicana la heroína consume la vida de miles de jóvenes en horrendos picaderos, mezclándose a ello la prostitución más degradante y la humillación constante de las mujeres, mientras las mafias de narcotraficantes se enfrentan en una guerra donde se ha establecido la costumbre de dejar cabezas decapitadas como trofeos para la policía. Y estoy hablando de solo este presente durante el cual escribo y solo de una parte de él...¿Cómo es posible esta continuidad aberrante del caos criminal en un mundo donde la ciencia ha triunfado en amplio espectro de especialidades y desarrollos? ¿Cómo es posible esta insolvencia y mortificación de la vida humana en un mundo donde la tecnología se exalta en ALTA tecnología? Hay una gran falla aquí, una abertura abierta en la frente del mundo por la que cruzan los demonios de la irracionalidad. Hay un fracaso notorio del circulo cerrado de la TECNOCIENCIA. No alcanza, pues, con el desarrollo científico, no alcanza, pues, con el mejoramiento ilimitado de las capacidades tecnológicas. La aberración persiste y se potencia no solo a pesar de la tecnociencia sino propulsada por ella. La mayor parte de los científicos y tecnólogos de este mundo no están empeñados en cerrar esta fisura mental por la que nos invaden las monstruosidades, por la que brotan las pesadillas y delirios del poder y se hacen realidad. Al contrario, la mayor parte de los cientificos y tecnólogos trabajan y piensan en el amparo de la noche, envueltos en secretas investigaciones, en investigaciones elitistas que dan la espalda a la capacidad de reacción y defensa de los ciudadanos, ignorando su derecho a conocer las consecuencias de las investigaciones. Y los discursos del militarismo y el oscurantismo supersticioso vuelven una y otra vez a brotar en esta impotencia de la razonabilidad y el deseo de vivir en paz, en esta filtración y sangramiento constante de las leyes y la soberanías. La explotación del hombre por el hombre no solo continúa hoy, sino que lo hace en las formas más degradantes, esclavizantes y destructoras posibles. Hoy, mientras escribo, en Afganistán y en Irak se despedazan cuerpos por decenas, se degüella al enemigo sin piedad, se lo tortura, se lo veja hasta la muerte y esto solo halla explicación no en metas ideales retorcidas sino en el cálculo de la ambición y el desenfreno del poder. El ego alienado que se lanza sobre los cuerpos y los exprime y retuerce para la acumulación y el despilfarro excéntrico no se ha detenido a medida que se perfeccionan las teorías científicas y los instrumentos con los que el ser humano interviene en la realidad. La falla, si nos fijamos bien, no está en los artificios que nos rodean, no está en el desconocimiento objetivo al cual los científicos y tecnólogos combaten...la falla por la que penetran estos demonios es el desconocimiento que hacemos todo el tiempo de nuestra propia crueldad y criminalidad potencial, de nuestra condición de potenciales enemigos de la naturaleza. La falla está en seguir mirándonos a nosotros mismos bajo los efectos alucinógenos de la vanidad y no tomar las medidas necesarias para contener al monstruo que podemos ser. El grave problema que hoy padecemos somos nosotros mismos. Necesitamos detenernos y mirarnos al espejo...ahí encontraremos la falla, justo en ese rostro aparentemente apacible pero que puede retorcerse como una careta execrable. No se trata de dominar los objetos, se trata de reconocer la potencialidad humana para el crimen y buscar por todos los medios neutralizar ese potencial. ¿Cómo? Hay palabras que suenan a una posible respuesta: educación, ternura, amor, afecto, solidaridad, comunidad, límites, respeto, libertad, convivencia, paz. Mientras no nos concentremos en esta tarea todas las oscuridades de este mundo en tinieblas tendrán el mismo origen...la humanidad misma que las padece. Somos el origen de esta oscuridad que nos rodea.

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