ES LA MIRADA DEL OTRO
Luis Eduardo Coli Martínez
Es la mirada del otro, del que nos define, en quien supuestamente seamos, (según la voluntada y deseos de los requerimientos de la falta, de la constitución de su propia realidad y necesidad). Y son los otros, desde su patrimonio y ejercicio del dominio, es decir desde sus posiciones en el orden del poder, el que nos retribuye y atribuye, con sus criterios y valores, cargados de deseos, intereses, he intenciones, en nuestra constitución representativa.
Es decir, que difícilmente se pueda escapar a la visión y el deseo del otro, de su voz y palabra, definiciones y limites, para poder resultar ser, al margen del otro, de los otros, liberados de sus intereses , deseos, he intenciones, entre otros, de subordinación a su autoridad y poder, en primera instancia como padres.
(Acaso no sea desde la visión , el verbo y el reino de los cielos, inaugurado por la recurrencia tautológica de tal visión, atribuida a tal poder, la que nos admite en la gramática de la constitución subordinada de su orden y realidad. Y que a partir de tal visión, ya no se pueda escapar ni liberarnos de su verbo, de las trascendentes construcciones, definiciones de su conceptualización, construcciones, mas perseverantes he inalterables que las construcciones sostenidas por nuestras rocas, vaya que si, que nos entregamos en sacrificio, a la visión y el verbo de la única superioridad, con el suficiente poder de conferirnos un valor, un lugar, en su orden y reino trascendental, deseante y deseado mundo eterno, dado lo efímero he inasible de nuestra corporalidad regida por la necesidad del otro)
Es la mirada del otro, entonces, quien es la que nos atribuye y retribuye, los contenidos simbólicos, de nuestra posición y representación mental, para servir al orden social, (de sus cosas) de la que irremediablemente estamos ligados, en nuestra vulnerable dependencia hacia los mismos, como hijos de su mundo y orden.
Son estos quienes des su propia referencia y posición, nos imponen, he imparten, los limites y valores, de la reducción, demarcación de la propiedad física, por la cual orientarnos y regirnos en nuestra imprescindible y inalienable necesidad de ser, en función de algo, y en relación con el algo, representados por los otros, en referencia a alguna forma de realidad y supuesta propiedad, como modelo y forma de nuestra supuesta identidad.
El deterioro, la decadencia, como la subversión a tal orden, como crisis, de la emblemática constitución social, insubordinación a la autoridad, al orden cultural, político, etc., como deterioro y perdida de los valores constitutivos de la misma, se deben a la perdida, degradación, transformación, disolución, de los referentes autoritarios, protagonizados y representados por la figura, la posición, de la falta del ejercicio de la visión, el criterio, de los otros, empezando por la mirada, la atención originarte de los padres.
Ya que es, esta mirada, ( hoy en gran medida faltante) la que nos atañe, en función de la aceptación de tan miserable cosa, la que nos suscribe a esa poca extensión, de nuestra reducida y latiente necesidad, requerimientos, de nuestras manos y huesos, regida por la falta total, son los designios y significados del otro, ahogado en su hambre, masacrado en su odio, el que nombra, le pone nombré, a nuestra condena, como quien se dirige sobre la derrota, entre patadas he insultos, propagando el genocidio, el suicidio histórico, de la tierra saturada de sangre, omisión y silencio.
Y en su falta, es el factor que nos condena, expulsa del orden, al infierno del baldío, entre la mugre y el hedor, la contaminación y el deterioro, de todas las cosas carentes de valor, por carecer de la atención, la mirada, el interés, el deseo, la necesidad, que establece la nomenclatura, sobre el dominio y el sometimiento de la realidad, y de esta y por esta acción se imponen y derivan los supuesto valores, asociados con el nombre que se le imponen a las cosas.
Carentes del poder de nombrar, nos hayamos incapacitados de ver, como carentes y marginados del verbo, el uso y el empleo de la palabra, imposibilitados de poder darle alguna forma de orden, a nuestra falta de realidad, degradante oscuridad.
Prescindiendo de los ojos, me encuentro incapacitado de atribuir valor, a la carencia absoluta, de una totalidad inaprensible.
Desde los escombros
y vertederos del desarrollo
en los confines
del confinamiento
deslizándonos
y rotando
en los límites mismos
en que las cosas
pierden
su existencia
consistencia
se extinguen y marginan
de la constelación reluciente
de la realidad social
que brilla a lo lejos
¡Si!
argumento que si
que también se puede
pensar
y reflexionar
desde aquí
desde la oscuridad
en la plena oscuridad
como los murciélagos
de espalda a la luz
Al el poder
de las fuerza
concentradas
materializadas
por el relato
de la civilización
y el lumínico
conocimiento
centralizado
martes, 11 de mayo de 2010
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