Pericón entre Ombúes, Pedro Figari.
Un nuevo fragmento de "Arte, estética e ideal" es el que ha digitalizado aquí por primera vez en la historia la estudiante uruguaya Natasha Tissera...con un aprecio hacia el autor y una generosidad que no he visto en muchas personas que no piensan más que en promoverse a sí mismas...
EL MEJORAMIENTO HUMANO
por Pedro Figari
El hombre evoluciona , y , al evolucionar, mejora.
Nosotros nos hemos aplicado a demostrar esto del modo más claro y preciso que nos ha sido posible .
Ahora vamos a intentar la demostración de que el hombre, por su parte, puede concurrir a esa obra natural, magnifica , dentro de cierta medida, por lo menos; y si lográramos evidenciar que el es no solo perfectible por obra de su misma estructura y de acuerdo con la ley natural, sino que puede perfeccionarse por su propio esfuerzo, creeríamos haber hecho algo de positiva utilidad , puesto que , a nuestro juicio, no admite duda el que uno de los servicios provechosos que puedan prestarse al hombre, sea cual fuere su condición , es el de sustraerlo a las fascinaciones del pasado, -ideal regresivo-, limando ese dogal que elaboro el mismo en los siglos, aterrorizado y encantado a la vez por sus propias quimeras, el que lo oprime todavía, al punto de no permitirle a veces disfrutar del bien insustituible de la vida.
El hombre, ante todo, debe hacer honor a su inteligencia . La peor de las anomalías que pueda ofrecerse en los dominios biológicos, es que el ser mas inteligente sea el mas abrumado por cavilaciones, el que vive mas desasosegado, mas infeliz .
La especie humana no utiliza los soberbios recursos de que dispone . fuera de sus progresos “materiales”, si puede decirse así, desde que todo progreso siempre responde a una idea , todavía la mente esta inquieta, trabajada por todo genero de preocupaciones arbitrarias y artificiosas, cuando no por desvaríos congojosos y absurdos. Para muchos, aun hoy , la propia existencia es una carga pesada. Basta esto, para ver que el mismo “amo y señor” ha caído en la mas lamentables de las aberraciones metafísicas .
Desde que la humanidad se echó en brazos de la superstición , en vez de buscar en las leyes de la naturaleza , y dentro de si mismos, los elementos de que ha menester para disfrutar de la existencia y para mejorar su condición ; desconocida la realidad como su mejor ambiente; puesto el hombre en contradicción con ella, que es contradecirse a si mismo , desde que él también es “realidad” , se producido los efectos de tan enorme desvió, y ha tenido forzosamente que deplorar las consecuencias.
Con todo, es tan optimista y generosa la naturaleza, que , a pesar de tamaño descarrió, a pesar de las falsas marchas y contramarchas, de los contrastes, de los fracasos y desencantos, tan reiterados, tiende ella misma , solícitamente, a reparar sus yerros , adaptándolo a su medio por el conocimiento , y a medida que lo adapta, mejora su condición . ¿puede ser mas espléndidamente generosa la ley de la naturaleza?
Desde luego, es algo ya el que podamos constatar que por mas que nos desviemos, esa misma entidad, antes tan temida y ahora desdeñada, nos repone en la mejor senda. Esto, que parece fatal, mejor dicho, magníficamente fatal, no es todo fatalidad, por cuanto a ello concurrimos también de un modo intuitivo, instintivo: concurrimos “como parte que somos de la naturaleza”, como organismo que la integra, sometido, como lo demás, al ritmo soberano del “todo” que nos contiene.
La ilusión de que podemos prescindir de la realidad “externa”, cuando somos todo y todos realidad interna, por lo mismo integrante, esencial, indivisible, idéntica a si misma , por que no hay mas ni puede haber mas que realidad, esa ilusión a mantenido al hombre en la quimera colosal , disforme, de que podía sustraerse a ella para mejorar su condición , y esta falacia máxima lo ha ofuscado durante largos siglos, poniéndolo en oposición consigo mismo, como enemigo de si mismo.
Los filósofos mas o menos fatalistas, por su parte, impresionados por la estrictez de la lógica dentro de la cual se rigen los fenómenos naturales, incluso los de la propia vida orgánica que sos simples modalidades de la realidad integral, piensan que todo esta predeterminado, hasta los mismos detalles de la evolución ; y otros , como Spencer , por ejemplo, creen que las propias cosas que hoy reputamos malas, y aun las religiosas mas groseras, han sido benéficas, si se las considera del punto de vista del ambiente en que han existido. Debemos creer que hay en esto un verdadero paralogismo. Es cierto que el ingenio humano se ha aplicado incondicionalmente, en cada momento, a servir las exigencias presentes, que fueron entonces, como son hoy las nuestras, fruto de las vinculaciones de cada cual con el medio; pero no es menos cierto que esto ha podido rectificarse y mejorarse, como podemos hacerlo ahora, y podrá hacerse siempre , dentro de lo relativo, naturalmente.
De otro modo seria preciso justificarlo todo, hasta el saqueo, el crimen, la matanza.
Lo que hay de positivo, es que cuanto poseemos, todo se debe a nuestros antecesores, sin excluir a los trogloditas y a sus propios antepasados; pero esto no significa que pudiéramos deberles mas, como ocurriría si se hubiera aplicado, verbigracia , a conocer, mas bien que a cohonestar sus conciencias visionarias por medio de ruegos y otros recursos igualmente ineficaces e infecundos. Si en vez de legarnos tantas preocupaciones afligentes como nos han trasmitido, nos hubieran deparado un mayor caudal científico y mayores recursos industriales, es evidente que nos hallaríamos mejor aun de lo que nos hallamos. Se habría acelerado mas la marcha natural; y lo mismo podría decir de nosotros las generaciones subsiguientes, con igual derecho y con igual razón.
Es claro que nuestra descendencia no podrá tener nada mas, ni mejor, por vía hereditaria, de lo que le leguemos; pero no es lo menos que le podríamos legarle una hijuela mas estimable si ajustamos nuestras energías a favorecer la evolución, en vez de empeñarnos absurda y estérilmente en contrariarla. Para ello bastara que atendamos a las necesidades positivas de la especie, ciñendo nuestra acción a la lógica natural; para ello bastara que nos esforcemos, cuanto nos sea dado, en rectificar los errores tradicionales “por el conocimiento”, como lo va realizando la evolución a pesar de nuestra incuria; para ello bastara que secundemos esa obra benéfica, en vez de dejarnos remolcar pasivamente, o bien con entusiasmos, lo cual es peor aun, en las corrientes del prejuicio tradicional.
Sabemos y debemos saber, que nada es mas favorable que el razonamiento para la suerte de la especie; sabemos que nada nos eleva ni nos adapta mejor a nuestro propio ambiente, que el conocimiento y su utilización; sabemos y debemos saber, que el proceso evolutivo natural nos compele al progreso, invariablemente, incesantemente, y que este se obtiene por medio de la aplicación de las conquistas científicas. ¿Qué mas se requiere para que nos dediquemos empeñosamente a conocer, y a aplicar y divulgar los resultados?.
Nada mas evidente que , para favorecer a la especie, es preciso reducir por la instrucción las rémoras tradicionales, como lo hace el proceso evolucional. La constante racionalizacion de todas las formas de la actividad humana ; la necesidad, cada vez mas sentida , de divulgar el conocimiento a pesar de sus efectos, entre otros las reivindicaciones obreras y las demás consecuencias de la emancipación , que, por un colmo de desconocimiento y de mal entendido egoísmo, los racionarios y conservadores conceptúan desastrosas, ¿no nos están diciendo bien claro que la ley natural nos lleva por esa vía, y que es tan insensato tratar de contener ese impulso incontrastable, como lo seria el negar todo paso a un rió?
Los reaccionarios y conservadores, condenados así a un perpetuo fracaso, tendrán que remedar eternamente la intima queja de aquel aristócrata francés que, a principio del siglo pasado, decía: “El que no haya vivido en los siglos anteriores a la Revolución, no ha conocido la dulzura de vivir”. Todos los privilegiados, pesarosos, seguirán suspirando esa triste letanía nostálgica, por los siglos. La evolución es, precisamente, en esta faz, demoledora del privilegio, porque es igualitaria; permítase, pues, a los de abajo , si no descontar, celebrar las ventajas de ese triunfo , por lo menos, dado que la excepción solo compensa “al excepcionado” de los inconvenientes de la desigualdad, del atraso, de la ignorancia, del oscurantismo, de la opresión de los demás, y acaso ni eso mismo .
Pero algo verdaderamente instructivo es que ahora parecen de una equidad incuestionable las propias “concesiones” que se hicieron sobre la boca de los fusiles y arcabuces , o ante la punta de las lanzas , a los oprimidos. Las que no parecen serlo, son las que se formulan hoy día. Así ha sido siempre. Hoy, los “favorecidos” arguyen contra todo renovamiento con la misma lógica con que argüían antiguamente los que disfrutaban de soberbias regalías , diezmos y primicias; y esto se reproduce, y se reproducirá, sin duda alguna, en todo tiempo. Por eso es que, a medida que se eleva la conciencia humana , ésta cuenta mas con lo que puede procurarse por su propio esfuerzo, que con lo que se le da por pura gracia, lo cual, en resumidas cuentas , es siempre demasiado poco . lo que conviene constatar es que, sea cual fuere nuestra actitud, la acción natural evolutiva conduce necesariamente al conocimiento, y que una consecuencia directa de esto es una transformación de las formas generales de la actividad. Nada modifica tanto la manera de pensar y de obrar, como este factor de adaptación.
No es el hombre, como dice Quatrefages, “un animal que tiene necesidad de lo superfluo “, sino mas bien un animal que tiene necesidad de vivir “evolutivamente”. No es una superfluidad avanzar, perfeccionarse: es una necesidad orgánica. Es así que vamos reformándolo todo, perpetuamente, y solo por error pueden ser desconocidas las ventajas que ofrece esta condición de nuestra propia naturaleza, aun cuando tenga que ceder algo lo que a favor del desconcierto han tomado mas de lo que debían tomar.
Los mismos espíritus soñadores que lamentan estos pasos de avance, pareciéndoles envidiables los bienes de las épocas pretéritas, que los conciben, no como fueron , sino idealizados a través del relato sentimental, apenas tuvieran que renunciar los beneficios de que disfrutan ellos mismos , hoy día, como fuera menester para reconstruir el pasado, bien pronto advertirían la poca sensatez de sus lucubraciones retrospectivas de admiración gratuita. Retrocediendo algunas décadas no mas, la existencia se haría intolerable. La propia vida fastuosa de Versailles, que llena la imaginación , resultaría deplorable para el mas adocenado burgués moderno, por mas que subyuguen aun a los soñadores “las pelucas empolvadas “ . parecería que asistimos a una reunión de personajes frívolos, al verlos en sus cenáculos y fiestas, sobre todo si pudiéramos despojarlos de nuestra fantasía evocadora, y, a poco andar, se notaria no pocas deficiencias , en lo tocante al confort precisamente .
Otros sueñan con los tiempos bíblicos, atraídos por la sencillez de las costumbres y acaso por la longevidad tan frecuente entonces, sin contar con que aquella sencillez primitiva, por si sola, trocaría en un año un mes de lo de nuestros días; y que, por lo tanto, perderían siempre en el cambio, cuando no sintieran otros efectos mucho mas lamentables.
La evolución va transformándolo todo , y de un modo cada vez mejor, a pesar de las añoranzas de los sentimentales, que , incapacitados por sus propios sueños para amar “lo que es” mas que “lo que no es”, truecan lo posible por lo imposible; peor aun: lo mejor posible por lo imposible peor . volver atrás significaría una serie de provocaciones y desencantos progresivos, a medida que retrocediéramos en los tiempos .¿ Puede ser mas inconsulto el anhelo de los “antiquistas”? Una retroevolucion seria un verdadero desastre, indescriptible. Implicaría el renunciamiento de todo lo que se ha alcanzado a costa de tanto esfuerzo sobre un misterio cuyos residuos y cenizas todavía nos perturban hasta la desesperación, a veces. En los mas deslumbrantes apogeos pretéritos no es tampoco envidiable el pasado, donde tan solo pueden hacer incursiones los poetas , por que van acorazados dentro de sus propias idealizaciones soñadoras. El pasado fue tan insuperable para nuestros antecesores, como para nosotros lo es el presente. Solo por un falso razonamiento podemos pensar de otro modo.
Los propios sabios de la antigüedad, con cuya cita nos envanecemos, tendrían que cursar en las facultades modernas, y lo harían con vivo interés, sobre todo en lo que atañe a las ramas positivas. Jamás pudieron vislumbrar siquiera los progresos actuales, y es así que Aristóteles y Platón , no ya Tales y Pitágoras , se asombrarían si entraran en un laboratorio o en una manufactura moderna. El propio Gutenberg, mucho mas cercano, si viera funcionar un linotipo o una Marinoni, se llenaría de estupefacción ; y esto que ha ocurrido con los de ayer, ocurrirá siempre. ¿Puede superarse la moralidad de esta ley que conduce al hombre a su perpetuo mejoramiento?
Paralelamente a la evolución humana , el arte evoluciona y evoluciona por efecto del cambio que se opera en las ideas. En la faz filosófica, moral, política, económica, social, industrial; en fin en todas las manifestaciones de la actividad se producen mutaciones correspondientes a toda conquista ideológica , incesantemente, invariablemente.
Es preciso, pues, formar conciencia de esta realidad, para determinar nuestra acción en la vía mas útil y eficaz, que es, precisamente, la que mas se ajusta a la ley natural. De esta manera es como resulta mas fecunda. Es menester que sepamos y no olvidemos que nuestra propia conexión es evolutiva, para que ajustemos nuestra acción al propósito de perfeccionarnos, porque es esa la ruta que trazan todos los antecedentes , inequívocamente, en toda la extensión que puede abarcar nuestra mirada hacia atrás. De este modo podemos seleccionar los recursos mejores de acción en el sentido de la marcha evolucional impuesta por la ley mas venturosa . es preciso combatir todas las formas del cesarismo y del privilegio , lo mismo que cualquiera otra pauta insociable, por el conocimiento y la divulgación del conocimiento: único medio a favorecer a la especie, por ser el que la adapta del mejor modo a su ambiente natural insustituible. Es preciso acelerar lo mas posible la asimilación de las conquistas científicas entre los elementos sociales mas descuidados , en la inteligencia de que hay un progreso tanto mas fundamental y efectivo a medida que se elevan a los que han quedado rezagados en la lucha, en condiciones de inferioridad , puesto que de este modo pueden alcanzarse las reglas mejores de asociación humana .
Cuanto mas homogéneos sean los componentes sociales, mas fácil será que prosperen las modalidades superiores de la actividad general. Hay que corregir los errores de composición social, engendrados por las falsas ideas que dominaron cuando la llamada ciencia viva de la especulación, o de la contemplación mística mejor que de la investigación . de ese modo es que ha podido perpetuarse la desigualdad mas irritante como una forma regular y obligada de convivencia social e internacional, y ha llegado a hacerse la apología del pasivismo, de la sumisión, como de la “acción” mejor para los destinos del hombres y de la especie.
Es cierto que la igualdad perfecta es una utopía, porque la desigualdad comienza en el nacimiento, en el que cada ser recibe su cuota de salud, de vigor , de inteligencia, determinada por infinitas causas precedentes ; pero no es una utopía tender a diluir los beneficios sociales, como lo hace la evolución, a pesar de las protestas racionarías y conservadoras. No es menos cierto, también, que las piltrafas de la caridad son, no tan solo escasas, sino humillantes, para que de ellas deba esperarse la habilitación de los rezagados en la lucha, para poder luchar, para poder disfrutar de la existencia, que es el bien capital.
Es tan inadecuada la caridad que pretende mitigar las mas irritantes desigualdades sociales, como lo es la suntuosidad para educar, para manifestar los progresos realizados , para demostrar la cultura de un pueblo. Naturalmente, nos referimos a la suntuosidad rumbosa de unos pocos, en medio de la miseria de los demás, que podría simbolizarse con un gran templo o monumento colosal, riquísimo, cualquiera que sea , en medio de chozas donde se alojan puros desvalidos.
Acusa un egoísmo no inferior a su ingenuidad salvaje, casi canibalesca, la duda que asalta aun a ciertas gentes, las que, aturdidas por el movimiento igualitario , se preguntan inquietas: ¿ quien desempeñará las funciones más viles y mas rudas del trabajo , el día que rinde la igualdad? No se piensa que esto mismo ha debido azorar a los espíritus retardatarios de las épocas de mayor opresión y atraso, y que, sin embargo, todo lo que hemos mejorado, puede decirse que se aquilata por los pasos que se han dado en el sentido de informar a la conciencia humana, lo cual siempre equivale a mejorar la suerte de los oprimidos y desheredados. Una realidad tan clara como ésta, no se ve. Es que los fuertes están siempre propensos a valerse de su fuerza, en su exclusivo provecho; los demás deben conquistar posiciones , si quieren mejorar ; y para ello es menester que se les instruya, a fin de que puedan formar conciencia de su derecho y de su fuerza, y puedan ampliar sus aspiraciones. Esto, si seria secundar la evolución natural, que, por lo demás, se cumple aun cuando no la secundemos, y también cuando la contrariamos, si bien menos aceleradamente, y con verdaderos trastornos en este caso.
Es cierto que la selección natural es casi siempre un proceso a base de crueldad. En la lucha por la vida, cada organismo tiende a triunfar, cueste lo que cueste, pero el hombre, , mas informado y con mayores recursos , en vez de someterse incondicionalmente a esa forma natural de evolución, podría, en su propio provecho, adoptar formas semejantes a las que utiliza en las selecciones artificiales. En estas formas selectivas no permite, verbigracia, que el toro, el carnero o el caballo padre combatan para adaptarse de la hembra, que es, sin embargo un recurso natural de selección , el que también a descartado el hombre , en su ordenamiento social, en su provecho. Como ser mas inteligente y capaz de influir de algún modo en los detalles del proceso natural, el hombre se halla habilitado para favorecer la evolución de la especie sin acudir a la crudeza a veces brutal y otras veces admirable, también, que se observa en la forma de acción de las especies inferiores. Seria un contrasentido, por ejemplo, que la humanidad, mas inteligente, se rigiera por los cánones que rigen en la selva o en los abismos marinos o en los dominios entomológicos .
Ya constatamos una excepción a esas reglas selectivas, en los servicios de asistencia. Las especies inferiores al hombre, y aun las propias sociedades humanas inferiores, abandonan o eliminan a los inservibles, mientras que las sociedades humanas tienden a recogerlos y ampararlos en hospitales y asilos. De acuerdo con las formas rudimentarias de sociabilidad, al paraíso que de algún modo no sirve a la especie, se le abandona o se le excluye, cuando no se le extirpa sin piedad . con arreglo a las pautas de la moral natural, esto, al fin , es mas lógico que oprimir a los elementos productores, y aun que la propia caridad “ciega” , que predica el inconsulto sentimentalismo de la tradición , poniendo en igual caso al que no quiere concurrir a la acción colectiva que a los que no pueden concurrir.
Si las especies inferiores , a causa de su misma inferioridad, estuvieran sometidas a reglas inmutables, como piensan algunos , el hombre, que descuella por su mayor inteligencia, debe aprovecharse de su propia superioridad , utilizando sus recursos en pro de si mismo y a favor de la especie. Si se observa el proceso natural , para sacar partido de sus enseñanzas, se vera que las aspiraciones tienden a ensancharse incesantemente en un sentido cada vez mas general, por obra de la mayor racionalidad. El hombre ha comenzado por considerarse el centro mismo de todas las orbitas: la moral, el derecho, la salud, el poder, la fortuna, etc., como si todos los bienes a cuya posesión aspira fueran una privativa excluyente. Esa manera de considerar su jerarquía en la naturaleza no era propicia, por cierto, a las formas cooperativas de convivencia, y de ahí que se haya ido al régimen de opresión, es decir, a la explotación de todo en provecho propio. Esta a sido la causa de las perturbaciones y conflictos constantes de hombre a hombre y de pueblo a pueblo.
Aquella remota forma egocéntrica de encarar la vida, que arranca de la prehistoria , ha ido evolucionando hacia el antropocentrismo, dentro de la medida que requieren progresivamente las convenciones sociales , políticas y económicas, como puede verse desde los tiempos históricos hasta nuestros días, y asistimos a la iniciación de un régimen mas positivo, mas informado, el que tiende a sustituir la opresión , la explotación inconsiderada e incondicional de los demás en provecho propio, por la cooperación equitativa. Claro que esto se ve, mas que en la realidad efectiva, en las orientaciones del conocimiento. Hoy ya se esboza la aspiración igualitaria racional sin que logren sublevarse los espíritus reaccionarios y conservadores, por lo menos abiertamente, si acaso un hondo escozor molesta en las intimidades oscuras de la caverna psíquica.
Por la presión de las ideas, la actividad tiende a demoler todas las bastillas, para fundar la igualdad estable. Ese anhelo se va concretando, sin perjuicio de la selección natural, como se comprenderá, y no por causas sentimentales, por el amor o la compasión, sino por acto de conciencia , por efecto del conocimiento, que nos permite percibir los vínculos de solidaridad que ligan al hombre con el hombre; vínculos que tienden a atenderse en la vida de asociación impuesta al hombre por su propia naturaleza.
Todo ha concurrido, de una u otra manera, a operar este resultado, hasta los propios errores; pero es la cultura científica la que ha permitido concretar todo progreso. Sobre los aluviones de la experiencia es que se van construyendo las civilizaciones. Si se analizaran una por una las causas constitutivas del espíritu positivista de nuestros días, se vería que no han sido perdidas las propias gimnasias especulativas que agotan las vetas de la ideología metafísicas y fideistas.
Es, por una parte, la decepción que ha nacido de la esterilidad de estas vías, y por la otra, la confianza que inspiraron las feracidades del campo experimental, lo que determino los nuevos rumbos y aspiraciones de hoy día. Bien se ve que la medula de esta evolución es el conocimiento.
Si el hombre, como ser mas complejo, ha podido intentar la realización de todos sus desvaríos y sueños fantásticos, erigiéndose en semidiós y llegando en su soberbia hasta a entronizarse y a tiranizar, no por eso pudo menos de rendirse a la realidad al sentir los efectos de su desconocimiento: guerras, conspiraciones, crímenes y tantos otros flagelos y formas de conmoción y perturbación cuantas son las que se palpan por doquiera.
Por algo rige una ley común entre las unidades de cada especie dotadas de idéntica estructura. Esa igualdad natural es la que determina los vínculos solidarios que se perciben en todas las especies, como una ley de equilibrio . se diría que es la misma ley estática que determina el nivel de líquidos, y , como tal, inviolable. Toda acción que intenta desconocerla , engendra la reacción correspondiente. Por eso es que la historia se nos presenta como una sucesión de acciones y reacciones, en la cual prima siempre la ley natural. Todo desconocimiento presupone necesariamente una reacción efectiva o latente, y es así que la imposición y la violencia se han caracterizado siempre por reacciones de fuerza y de conocimiento.
A medida que retrocedemos en los tiempos, los reinados autocráticos y los episodios bélicos desfilan en nuestra mente como las imágenes en un cinematógrafo; a medida que avanzamos ocurre la inversa; vemos que las auto cracias son cada vez menos prepotentes , menos autoritarias, y que las guerras tienden a reducirse , a declinar, a desaparecer. Es cierto que ese proceso ofrece algunos accidentes, así como que no nos es fácil abarcarlo dentro de su ritmo majestuoso en la sucesión de los tiempos, pero resulta así mismo bien visible en el diagrama la línea ascendente de conciencia, de conocimiento, que va dirigida a restablecer el equilibrio.
Toda vez que hemos violado la ley natural que vincula a las unidades de cada especie se ha establecido la base de una reacción, en la que ha podido recogerse por lo menos una enseñanza, y ella misma tiende a ajustarnos al imperio de esa ley inconmovible, ineluctable . Si se observa como se va perfilando mas y mas el concepto de la ecuanimidad en la conciencia humana , se vera que la evolución nos lleva persistentemente a derribar , en cada grupo social , las desigualdades artificiosas que ha creado el hombre en sus agrupaciones ; y de pueblo a pueblo, vemos eso mismo . Cada vez son menos escarpadas las fronteras que se han trazado. Se advertirá, así, que ella trata de equiparar a los individuos que forman en cada nación, y que el propio patriotismo, a su vez, evoluciona hacia el internacionalismo, hacia el humanitarismo racional. Estas dos tendencias van a encontrarse en un mismo punto: la igualdad especifica, que es un reconocimiento de la solidaridad que vincula naturalmente a las unidades de idéntica organización.
A fuerza de acciones y de reacciones vamos llegando, pues, al pacifismo racional. La voracidad belicosa que ha determinado las construcciones mas espantables, inspirada en el afán de primar por la imposición en la lucha por la vida, queda así paralizada, porque al informarse la conciencia humana, se acentúa el convencimiento de que la violencia es casi siempre un medio de acción contraproducente. La guerra, la esclavitud, las extorsiones, el saqueo, los testigos caporales, el duelo; en fin, todos los medios violentos y arbitrarios están en descenso.
Las reivindicaciones populares promovidas hace poco mas de un siglo en Francia, se operaron a base de guillotina, y las que se despliegan hoy día, no menos hondas ni menos fuertes, tienden a plantearse y resolverse por el debate, por la deliberación , por la disciplina, por la propaganda y por los demás medios racionales, abandonando por ineficaz y nociva la violencia.
El socialismo moderno ha comprendido que para triunfar debe manifestarse como una aspiración consciente, firme y tenaz, mas bien que como una voluntad imperativa y prepotente, que duplicaría las resistencias. De ese modo se impone mas fácilmente, tanto como una fuerza cuanto como un derecho respetable, Es la mayor fundamentacion de la conciencia lo que explica todos estos fenómenos, y no la compasión o el amor, ni los demás arbitrios sentimentales.
A este progreso sensible han concurrido fundamentalmente las innumerables formas de la actividad aplicadas al conocimiento y al difusión del conocimiento, como elementos positivos, y, como simple documentación, las decepciones y contratiempos sufridos en los dominios de la sentimentalidad. A medida que una mayor conciencia ha permitido examinar el prejuicio, lo convencional , la rutina, los viejos resabios, las inveteradas formas de parasitismo y comensalismo social, - formas peor que estériles, perturbadoras y dañosas, por cuanto desvían al hombre y a las sociedades de sus fines naturales, pretendiendo establecer un dominio de hombre a hombre-, el espíritu critico se ha perfilado poco a poco hasta llegar al libre examen, y de ahí que sobre el propio pasivismo medioeval tan nebuloso, se haya visto alzar ya la fusta valerosa, para seguir progresivamente castigando al señorío despiadado de los privilegiados; de ahí que no sea este un mundo “insípido y tonto”, según lo concebían todos, amos y vasallos, unos y otros infelices, desdichados, solo porque vivían en negras tinieblas, sino, al contrario, un tesoro a disfrutarse. Cada vez son menos los estólidos que denigran a la realidad, y cada vez serán menos aun los que incurran en el absurdo de no participar de sus bienes y halagos.
Un criterio mas positivo va enalteciendo a la optima realidad, que nos da cuando somos y tenemos.
Este concepto de la realidad y de la vida ira modificando al hombre y a las sociedades dentro de un criterio normal, cuya generosidad es superior a toda elucubración. La ciencia, como resultado de un sesudo esfuerzo investigatorio, habrá operado este prodigio terrenal sobre un mar de quimeras desesperantes , funéreas, letales. Obligado el hombre a exhibirse tal cual es, y no tal como se le dijo ser por los filósofos fantasistas, tratara de modelar su personalidad sobre bases efectivas, en vez de confiar en los recursos siempre efímeros, y hasta torturantes, de la afectación, y hará así mejor papel, como mono evolucionado, que como dios caído y humillado. Si bien es imposible predecir lo que ocurrirá, dado que un nuevo recurso puede transformarlo todo, no nos parece aventurado conjeturar que será el hombre tanto mas dichoso y superior cuanto mas se adapte a la realidad por el conocimiento. Serán, pues, los mismos “herejes” y “locos” que han explorado pacientemente las vías fecundas de la experimentación, los que habrán preparado ese porvenir provisor. Los conservadores y reaccionarios también disfrutaran de todo esto, como lo han hecho siempre, no sin mantenerse en una prudente reserva, formulando salvedades. Es que los retardatarios, misoneístas, no concluyen de ver que lo propio que han aprendido a amar, es una serie de “novedades” envejecidas, es decir, una inacabable serie de esfuerzos realizados también por otros viejos herejes y locos, en oposición a las tendencias a que ellos están afiliados, ellos, los mismos que se aprestan después a utilizar las conquistas que parecen inmejorables, mas tarde, al asimilarse y al disfrutarse con una inefable sonrisa de satisfacción en los labios. Esos esfuerzos son los que dan a la vida, antes tan mal apreciada, el carácter de una finalidad superior e insuperable; no el de una penitencia, según lo entendía la ignorancia visionaria de nuestros antepasados.
Si hubiera de pagarse con gratitud la obra de tantos benefactores, no bastaría por cierto, el bronce y el mármol que consagran su memoria; mas por una verdadera fortuna, no es ni el mármol, ni el bronce , ni la cuestionable gratitud de la posterioridad , lo que ha determinado su obra, sino el cumplimiento de una aspiración orgánica. No es el esfuerzo que se realiza por vía de sacrificio, pues, el que ha conseguido tanto: es la satisfacción de una exigencia que ciertos espíritus atienden con igual espontaneidad con que la madre se desvela por la prole, con la llaneza con que las plantas dan sus flores y sus frutos, con la fruición con que se acerca un vaso de agua a los labios cuando se siente sed.
Trataremos de demostrar nuestra tesis exponiendo, aunque sea someramente, las ideas que nos hemos formado acerca de la individualidad humana.
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