Nadie escribe para todos sino para sus amigos, y no es que no se escriba para que todos puedan leerlo sino para aquellos que quieran compartir el texto. De ningún modo es para todos: sea un cuento para niños, un relato de ciencia ficción o una teoría científica. No se escribe para todos porque escribir es seleccionar y se selecciona tanto sobre lo que se escribe, como la forma en que se escribe y a quien se escribe. La pretensión de universalidad de un discurso, de su texto, las ideas o los conceptos no son tanto la desinteresada entrega de una verdad descubierta como la imposición de una verdad decretada; no es tanto un intento de teoría como el establecimiento de una ley. Incluso ni se escribe para todos en esa escritura ambiciosa, la escritura política, que por naturaleza lo hace en toda dirección.
Por eso nunca se escribe para todos sino para algunos, no se hace tanto para los colegas -aunque se finja en el intento- sino para aquellas personas que comparten o que puedan llegar a compartir un tipo de conexión afectiva. Más allá de la redundancia el afecto es un tipo de conexión, una aproximación. El afecto es lo que vuelca a uno hacia otro, mueve a uno y espera por el otro en el mismo movimiento, pero no a cualquier otro, a un amigo, y ambos con el afecto se conectan.
Uno siente afecto por sus amigos y este es aquel que es capaz de generar ese afecto. La afinidad entre dos sujetos –aquí no hablamos de individuo- instala al afecto y a la amistad en un mismo acontecimiento. Afecto-amigo o amigo-afecto se presentan en una circularidad sin origen determinado. De la misma manera la amistad es bidireccional, se es amigo de quien es nuestro amigo, tanto uno como otro se ven afectados de la misma forma en un mismo intercambio. Ambos deben sentirse próximos, estar próximos, y esta implica un lugar, un territorio compartido, un espacio simbólico en común.
La amistad es un lugar de intercambio, un espacio donde se comparte. La afectividad es aquello que incita, que hace fluir un grupo de cosas, pues la amistad es un tipo de relación tanto entre sujetos como entre sujetos y cosas o entre las cosas mismas. Como líquenes en su relación simbólica, un alga y un hongo intercambiando y alternando necesidades, se afectan ambos, el uno hacia el otro.
Y además hay tantos individuos como cosas y por ello hay multiplicidad de amistades, múltiples tipos de ella: “Amigo de Pablo”, “Amigos del Museo”, “Amigos del partido”, etc. Diversidad de tipos de amigos, infinidad de cruces afectivos entre unos y otros, de distintas formas y de diferente manera. Tanto la diversidad de contextos, de objetos e individuos configura un entramado de afectividades. Solo cuando un tipo de amistad engloba a las otras y es determinante del resto es que aparece la exclusión, el fanatismo y la intolerancia. De otro modo la coexistencia de tipos de amistad permite la existencia del individuo (no ya sujeto): siendo amigo desde un lugar y colega desde otro. Entre dos sujetos puede existir un tipo de amistad para un grupo de cosa pero no para otro. Una amistad tal vez acerque pero nunca determina todos los tipos posibles de las misma.
Hablar de “Amigo del arte” implica cierto grado de inexactitud, demasiada amplitud y poco compromiso con sí mismo y con sus amigos. La amplitud revista la incapacidad de selección tanto de obras como de contextos, tanta incapacidad de encontrar afectos como reconocerlo en uno mismo. Por eso hablar de colega para un campo tan amplio e inabarcable es una forma de respetar un espacio que no es propio, no solo se reconoce lo cercano sino aquello que no lo está. El colega es ese con el que compartimos el mismo territorio, diferentes sectores del mismo pero cierta distancia. Por momentos se comparten los mismos objetos, aunque no siempre, y se apropian distintos discursos sobre los mismos. En otro campo Nietszche y Hegel por cierto son colegas pero no amigos y sus amigos no lo son entre sí. Por estos lugares sí se es amigo del proyecto de Monet no se es del de Ingrés. La amistad por uno implica no serlo del otro, pero aclarando que esa ausencia no busca ni lleva a la enemistad y menos a la intolerancia. Esas distancias son tan amplias que es imposible que el afecto actué, o tal vez sea él mismo que marque la diferencia, aunque en realidad son ambos y al mismo tiempo.
Pero las distancias no son insondables, o mejor dicho se puede estra cerca desde un lugar y lejano desde otro. No solo un tipo de objetos nos relaciona socialmente y no estamos sobre el mismo contexto en todo momento. Leni Riefenstahl fue tan amiga del Tercer Reich como amiga del Cine. La amistad siempre se presenta de diferentes maneras, no se habla siempre de la misma. En este caso hay dos tipos claramente diferentes de relaciones de afecto: uno que permite la conexión abierta y múltiple y que permite generar nuevos lazos de amistad, y otra que encierra y sofoca cualquier tipo de afecto posible y diferente; por naturaleza excluye, generadora de una potente enemistad y poseedora de una absoluta omnipotencia. Pero podemos ser amigos del cine de Leni.
Otro contexto distinto es la universidad en donde se reúnen un tipo de colegas, las facultades reúnen a otros. En estas comienzan a aparecer grupos de amigos que se reconocen en un proceso de aprehensión del conocimiento y de selección. Este genera lazos, genera el mismo tipo de afectos por el mismo tipo de objetos de conocimiento. En estas instituciones se realizan congresos, en el museo charlas, en la universidad, seminarios, en el museo, talleres. También en los pasillos y salones es en donde la amistad se solidifica pues fluye, donde aparece y se construye. Desde esos lugares y de esa forma se instala el afecto, donde aparece aquello que nos afecta. De la misma manera lo hacen las obras visuales y los textos cuando nos retiramos a un lugar apartado y distante de otros sujetos para conectarnos y dialogar con uno u otro. Somos amigos del texto, ambos quedamos sujetados por el afecto que entrega y que uno ofrece, ambos somos afectados. Ahí es cuando nos sujetamos a ese objeto y con él nos conectamos. Sea una obra de E. Degás como de M. Blanchot deja inscripta la posibilidad de una amistad. Esta – como diría nuestro amigo Deleuze – condensa un grupo de perceptos y afectos. La obra sin importar su lenguaje es un conjunto de sensaciones a entregar, es el lugar donde se ofrece el afecto, donde se da. Esto nos aproxima a la obra y a un recorte del mundo, a un territorio, y en esa primera aproximación es que encontramos las cosas que son próximas. De alguna forma el afecto es preformativo pues se construye al momento que actúa.
Nuestro amigo francés aclara:”Los perceptos ya no son percepciones, son independientes de un estado de quienes los experimentan; los afectos no son sentimientos o afecciones, desbordan la fuerza de aquellos que pasan por ellos.” Por eso es posible la amistad tanto con el texto como con la obra, dejando ser un objeto para sujetarnos a él. A veces la conexión con una obra, corriente, estilo, estética o leguaje es tan fuerte que podemos hablar de amistad, pues es generadora de afectividad, sentimos afectividad por ella y en ella.
Los “Amigos del museo” son aquellos que se reúnen en pro de que el museo funcione, son amigos también entre sí pues aquello que los vincula es un mismo objeto, un mismo objetivo – la preservación - centrado en eso que llamamos Museo. Estos no son exclusivamente amigos del edificio sino de las funciones que este cumple o que puede llegar a cumplir. No son tanto amigos de su acervo como de cómo este se maneja: como se cuida, como se expone, etc. Se puede decir que son amigos de la posibilidad de que otros generen amistad con las obras que ahí se encuentran. De alguna manera el Museo también sería amigo de su acervo y el primero como emblema es tanto contenedor como contenido; espacio y acervo unidos en una relación amistosa.
El acervo es un conjunto de obras disímiles: distintas épocas, distintos estilos, lenguajes, temas, etc. Infinidad de diferencias. La disimilitud del contexto en que cada una surge es lo que configura cada obra de diferente manera, es la que carga de preceptos y afectos particulares. La amistad con todas las obras, del tipo que sea, se ve impedida pues el afecto encuentra en la proximidad su posibilidad. Estar próximo a todas las obras implicaría serlo a todos sus contextos y la omnipresencia se ve truncada al ser poseedores de un cuerpo, por ser individuos, únicos; por estar en un espacio y tiempo acotado, móvil pero acotado y es por eso que la selección es un modo de un: ir-hacia.
J.Lacasa, nuestra amiga, propone que nos acerquemos al museo, a su acervo, y que busquemos una obra que permita construir afectos. Al momento acercarnos a este territorio tan amplio, el primer movimiento recurre a la búsqueda de la obra de un gran amigo: Mario D´Angelo, entrañable. Inolvidable amigo con el que compartimos pasillos, salones, obras, interminables charlas. Un individuo único, sensible y comprometido que recibe en uno de los Salones Nacionales uno de sus premios. Lamentablemente el museo no tiene dentro de su acervo una obra de este, ni de otros amigos también premiados: Fidel Sclavo o Mario Sagradini. Más allá de los premios, que son una de las vías por las cuales hay obras que ingresan al acervo (no debería ser la única), la búsqueda está en encontrar un obra con alguien que nos ligue una profunda amistad y nos permita hablar sobre la amistad misma.
Hay dos formas de aproximarse a cualquier obra, puede ser como con: “Prueba del cielo I” realizada por un inquieto pero sobrio amigo: Pablo Uribe. De otro lado tenemos la obra “Retrato del pintor Guillaumin” de alguien con quien compartimos una amistad años atrás: Paul Cezanne que aquí pinta a su amigo francés. Hay dos formas de aproximación pues podemos hacerlo desde el reconocimiento del afecto o desde la búsqueda del aprecio por la diferencia.
Pablo realiza una serigrafía sobre cola vinílica, la reproducción de un fragmento de cielo de una obra de J.M.Blanes. Esta ingresa al acervo por la vía del gran premio del 49º Salón Nacional. El retrato de Paul es un dibujo corriente, formalmente correcto, con una composición equilibrada, quebrada pero segura. Tener dentro del acervo de cualquier Museo a “un Cezanne” es casi una obligación, este genera tantos lazos afectivos que se transforma en un amigo “incondicional”, peligrosa maniobra porque pone la firma por delante de la obra que es la verdadera portadora de lazos afectivos. La suya no es una gran obra en sí misma, es más una firma que un grupo de afectos que nos conecten a ella. Un dibujo simple de uno de los más importantes artistas de la historia, gran amigo de ella, pero no por eso esta es una de las obras más importantes del proyecto cezanneano. Realizada por encargo de dos tipos de afecto, el de su amigo y el del el trazo. Próxima no tanto a nosotros sino al propio artista y a su pasión por el dibujo y el plano. Y no es que aún no puedan existir ese tipo de lazos entre sujetos, aún pueden, pero nosotros ya no los tenemos. El contexto sobre el que el arte se mueve en nuestra contemporaneidad reclama otro tipo de amistad adaptada a los cambios del la experiencia del mundo y del campo mismo.
La obra de Pablo, amigo cercano, es una red de metáforas que tejen un discurso de afecto.. Es un texto que deja visible la inextricable lucha entre identidad e imagen de la identidad, entre el campo de la práctica y “el cielo de las ideas” , inmanencia y trascendencia. ¿Qué cosa es la identidad sino un tipo de amistad? Una que centra sus afectos en un origen en común y en un grupo de costumbres en común, pero no la única posible. La obra nos ofrece un cielo que no posee propietarios y una tierra que está ausente, aquí nada es, cuando debería serlo. Nada esta cuando debería ser pertenencia, la identidad así lo reclama pero como amistad o pretensión de ella comienza a mostrar ciertas fisuras. Pero el gaucho aún aparece en la obra, fragmentado, ausente también. No tan claro como en la de J.M.Blanes pero aparece para marcar su ausencia con su presencia. Rastro y registro de lo que ya no es o en donde ya no está.
El gaucho es muy poco amigo, un tipo recio y austero, lejano y sombrío, solitario. El gaucho puede ser fiel amigo si se respeta un conjunto de códigos, pero si se desmarcan, el gaucho se transforma en enemigo. Pero estas afirmaciones dudosas no son otra cosa que el afecto por una idea romántica que aún sobrevuela el imaginario, más una imagen construida que un reflejo del modo de vida actual del gaucho. Lo único cercano es el cielo, se nos aproxima transformado en nubes algo oscuras y pausadas; la mirada la dirigimos hacia arriba. Pablo abstrae el fragmento y ofrece un desvío de la mirada y la atención. Visualmente el fondo comienza a ganarle la partida a la figura, el cielo al gaucho, mientras las nubes se apropian del cuadro. El cielo marca su presencia más que en la obra en la que tiene su origen. Pero ni siquiera es el cielo verdadero, final mo inmutable, es solo una “prueba del cielo”. Todos sentimos afectividad por él, por el cielo, ¿Quién siente verdadero afecto por los gauchos? y de estos como representación de la identidad. Otro amigo, Santiago Tavella, quemaba no hace tanto un pan de pasto en una performance a modo de protesta de los discursos demagógicos. Solamente la política se encarga de declarar un afecto tan amplio como inverosímil, luego marcan un solo rumbo y excluyen otros. No somos amigos de los gauchos y esto es por la distancia, por los distintos tipos de distancia. Porque la distancia es distancia de costumbres y territorio, diferentes vivencias y cosas en común, y relaciones de esas cosas en común. Pero enemistad ni se piense, no desde aquí, aunque la cultura y la vanidad sientan tanta simpatía por la exclusión por puro miedo al caos y a la imposibilidad del caos de ser amigo de alguien. Y el gaucho es ese que no quiere mapa (orden) pero si territorio, por eso es que podemos ser amigos desde ese otro lugar como lo somos con Leni. Simpatía por el gaucho tienen algunos, respeto otros, indiferencia unos cuantos. Pero los únicos amigos del gaucho son los perros, las vacas y el olor del campo bajo el desamparo del cielo. Somos colegas de un mapa, de un territorio, de una nación, pero no son representantes o una forma de identificación. Podemos llegar a una relación simbiótica entre centro y periferia si logramos aceptar las diferencias y encontrar otras vías de aproximación, otro tipo de amistad.
Pablo mantiene distancia con la imagen del gaucho pero amistad con la reflexión sobre la imagen de la identidad. Y es con el proceso que construye su obra que asume la responsabilidad de salir al encuentro de los preconceptos. La serigrafía aparenta distancia con la tecné, des-afectando la noción de obra por sí misma a partir de una forma de construcción preestablecida (óleo). Este proceso mecánico es lejano a la pincelada de Blanes pero próximo en intenciones. Mientras Juan tiene un tema (el gaucho) nuestro amigo habla sobre el tema y sobre la identidad relativizando los códigos preestablecidos.
Mientras tanto la relación que establece Pablo con su colega es diferente a la que Paul establece con su amigo Guillaumín. El primero descontextualiza un fragmento de su colega Juan para deconstruir un discurso. Guillaumín por su lado ni aparece, poco importa que este sea un buen amigo del Paul, este lo digiere, lo desplaza por completo. Transforma un individuo en imagen, en esquema, los despoja de cualquier relación de afecto que podamos llegar a tener por él, lo reduce. Mientras nuestro amigo pone a su coterráneo, a su colega, en un mismo lugar, toma su obra con respeto desviando el discurso hacia una problemática que nos compromete y que actualmente nos afecta; trae la obra y la aproxima. No nos pide ser su amigo sino conocer sus diferencias y cuando uno conoce las diferencias pierde el miedo de lo distinto.
Paul destruye a su amigo, no queda más que un despojo de aquel, leves líneas que adquieren un protagonismo que la firma solo certifica, en este caso hay una defunción declarada del origen en pos de que el dibujo “viva” pero para que este viva debe matar primero a su amigo.
Pablo y Paul, Blanes pueden generar afecto desde distintos lugares. Tanto un texto como una obra de arte visual son también sujetos que entraman la amistad de diferente manera y desde distintos lugares poniendo los perceptos y afectos a disposición de quien quiera aproximarse.
Pero el Museo no brinda opinión, está ahí en la espera, resguarda a ambas obras y a dos tipos de construcciones del afecto, es amigo de su acervo y de que este se amplíe. El museo no ofrece más afecto por uno que por otro sino que lo ofrece a un campo para que múltiples individuos se conecten y se crucen, se sujeten El museo debe ser un territorio sin alambrados donde los afectos y perceptos se encuentran condensados en múltiples obras y que estos generen afectividad en la medida que la aproximación al museo se haga posible. Este es amigo de que se abran infinitas vías de acceso a la afectividad y que se reúnan grupos diferentes de amigos y no ya, como antes, de uno solo.
Rulfo: Texto de exposición: vias de acceso III, MNAV, Montevideo , 3 de abril de 2008.
martes, 11 de mayo de 2010
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