martes, 11 de mayo de 2010

La espiral del tiempo, Fernando Gutiérrez Almeira

Trabajo desde hace dos años en un instituto secundario cercano a mi casa. Este año se festeja el 25 aniversario de la existencia del liceo y decidí participar con una pequeña conferencia titulada “El Liceo 18 de Mayo y la espiral del tiempo”. ¿Qué me propuse decir en esa conferencia? Bueno...este es más o menos el contenido de esa breve conferencia...

El liceo tiene una arquitectura peculiar en forma de anillos concéntricos, al menos en lo que constituye su planta principal. Hay un patio central, luego hay un pasillo que lo rodea en forma de anillo rectangular y luego se encuentran los salones situados circularmente alrededor de este pasillo. Lo que quiero destacar es el singular pasillo en forma de anillo rectangular porque en él se da una actividad que no he podido ver en otros liceos y que en principio no podría decirse que constituye motivo de observación especial. Y es que los estudiantes acostumbran a moverse en círculos durante períodos a veces bastante prolongados recorriendo el pasillo anillado. Dan vueltas, y vueltas, y vueltas...como lo harían los presos en el patio central de una cárcel (hay un cuadro de Van Gogh que ejemplifica esto):



Sin embargo, está claro que el Liceo no es una prisión y que la costumbre de dar vueltas y vueltas, por más que relacione una situación con la otra, no hace que las situaciones sean equivalentes ni nada parecido (¿no es cierto?).

Ahora bien: ¿porqué los estudiantes dan vueltas por el pasillo anillado del liceo? Si se trata de ir de un lugar a otro está claro que este es un movimiento inutil porque al cabo de una vuelta el estudiante en cuestión estará en el mismo lugar del cual partió y para ello alcanzaría con que hubiera permanecido fijo en ese lugar. Otra posibilidad es que se trata de hacer ejercicio y esto es razonable ya que los estudiantes permanecen sentados en sus asientos durante el tiempo que duran las clases. Pero para hacer esto podrían adoptarse muchas otras diversas rutinas como ir de una parte del pasillo al otro girando cada vez obteniendo el mismo resultado físico, moviendose aproximadamente sobre un segmento de recta. ¿Porqué no realizar este movimiento en lugar del movimiento circular? Una posible respuesta es que en el movimiento circular no hay que girar el cuerpo para continuar moviéndose y así el estudiante se ahorra la incomodidad de hacerlo. Pero yo veo en esto más bien una ventaja psicológica...si un estudiante se mueve circularmente siempre va hacia delante sin girar el cuerpo y esto significa que no tiene nunca la sensación de que está retrocediendo aunque evidentemente vuelve al mismo lugar del que parte...pero lo importante es que esta sensación se disimula. Dar vueltas es, pues, mantenerse en un aparente movimiento continuo de avance, un avance que no solo es constante sino que es aparentemente infinito. Dar vueltas y vueltas...es lo mismo que avanzar, avanzar, avanzar...psicológicamente hablando. En esto hay que destacar la importancia de la clara diferencia topológica (en tanto que formas de espacio) entre el segmento de recta y la circunferencia. El segmento y la circunferencia comparten el hecho de ser medibles, de que dada una unidad de longitud esta unidad cabrá una cantidad fija de veces en ellos...pero mientras en el segmento hay comienzo y fin en la circunferencia no hay ni comienzo ni fin...la circunferencia es longitudinalmente ilimitada. Pero si nos quedamos con esta sola consideración aún asi está claro que en su movimiento anillado el estudiante vuelve al mismo lugar, exactamente al mismo lugar, y esto, aunque el hecho de que no ha tenido que girar el cuerpo nunca le permite obviarlo en parte, sigue siendo verdadero. Es decir, dar vueltas vendría a ser desde un punto de vista simplemente espacial...volver al mismo lugar, retroceder aunque parezcamos avanzar. El avance es aparente, siempre estamos retrocediendo. Y el camino abierto hacia delante también es aparente, siempre estamos encerrados en el círculo en el que nos movemos.

Si nos detuviéramos aquí en el análisis ya bastaría para tener una explicación satisfactoria del fenómeno: los estudiantes prefieren el movimiento anillado porque con ello se ejercitan y al hacerlo tienen la sensación, psicológicamente agradable, de que se mueven hacia delante sin fin, sin retroceso, siempre con el camino abierto delante suyo. Pero, ¿solo las características topológicas de la circunferencia y la asimetría corporal pecho-espalda alimentan esta sensación? Yo me atrevo a decir que aquí hay algo más, que aquí hay también una forma de experimentar el tiempo.

El tiempo, en el pasado remoto, ha tenido representaciones anilladas...



Aquí tenemos al Ouroboros. El uróboros u ouroboros (del Griego "ουροβóρος") es un símbolo ancestral que muestra a un gusano, una serpiente o un dragón engullendo su propia cola y formando así un círculo. Según la Enciclopedia Británica, el Uróboros u Ouraboros, es la emblemática serpiente del Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, representada con su cola en su boca, devorándose continuamente a sí misma. Expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales, que nunca desaparecen sino que cambian de forma perpetua en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación, al igual que representa la infinidad. En algunas representaciones antiguas, el uróboros u ouroboros aparece complementada con la inscripción griega εν το παν (hen to pan), es decir todo es uno.
Al caminar circularmente el estudiante podría muy bien estar experimentando esa disolución del tiempo en si mismo que representa el Ouroboros...como una pérdida de tiempo constante, como un tiempo que no representa en realidad ni avance ni retroceso sino que por la destrucción de lo que él mismo construye, por el devoramiento que hace de si mismo, solo puede ofrecernos un aparente avance y con eso habrá que conformarse. ¿Porqué no moverse en círculos si al fin y al cabo antes de nacer no eramos y después de morir volveremos a no ser? Al menos al movernos en círculos tenemos la sensación de que aunque no vamos a ninguna parte, al menos no retrocedemos. Todas las cosas en realidad estan condenadas a desaparecer en el eterno circulo del tiempo...¿o no?. La más terrible expresión de la inutilidad a que el tiempo nos somete con la falsa apariencia de que vamos a alguna parte cuando en realidad, sin importar como nos movamos, no vamos a ninguna es un cuadro de Goya en el que el pintor representa al Tiempo-Saturno devorando a sus hijos, es decir, a sus creaciones...



Esta es una versión horrenda, sin duda, de lo que el Tiempo es y de lo que el tiempo hace con nosotros sin importar lo que nosotros intentemos hacer con él. ¿Cómo escapar a esta visión del tiempo como un anillo asfixiante en el que perpetuamente estamos encerrados y definitivamente condenados a desaparecer? Hay una salida.

Lo que tenemos que hacer para escapar y reconsiderar el valor de dar vueltas por el pasillo anillado del liceo es que no vivimos en el espacio simplemente sino en el espacio y en el tiempo...en el espacio-tiempo. Esto lo solemos admitir diciendo que si bien una personas puede volver al mismo lugar no puede, sin embargo, volver al mismo instante. Pero si no puede volver al mismo instante entonces tampoco puede volver al mismo lugar puesto que entre un instante y otro todos los lugares cambian. Asi pues...los estudiantes no se mueven circularmente más que de un modo aparente y aquello que llamabamos antes solo una apariencia psicológica es lo que realmente sucede. Al dar vuelta continuamente avanzamos porque jamás volvemos a las mismas coordenadas del espacio-tiempo. Y si no volvemos es que en realidad no nos movemos en circulos...¿cómo nos movemos, entonces? Nos movemos en ESPIRAL, en LA ESPIRAL DEL TIEMPO...



Ahora veamos desde otro ángulo la posible virtud de caminar en círculos con respecto a caminar sobre un segmento de recta: podemos decir ahora que si el tiempo transcurre como una espiral que se desarrolla espacialmente o que el espacio se desenrolla en una espiral de acontecimientos, entonces sentiremos la participación en la naturaleza misma del tiempo con más intensidad si nos movemos sobre un círculo espacial...porque espaciotemporalmente estaremos experimentando un movimiento espiralizado, mientras que si nos movemos en linea recta esta sensación facilmente se pierde. De esto nos podemos dar cuenta por el gusto que les da a las personas los movimientos giratorios vertiginosos...como en la calesita o en los discos giratorios para adultos. Uno puede sentir que ese vaivén lo transporta a un estado en que parece flotar en el tiempo y en el espacio, un estado en el que participamos de la espiral del tiempo. Más facil aún de lograr esto es cuando al danzar se gira el cuerpo sobre si mismo. Y al participar de la naturaleza del tiempo sentimos que no nos oponemos a él, que el tiempo no es nuestro enemigo, sino que el tiempo nos envuelve y nos transporta. Girar libremente es algo muy parecido a la felicidad...en muchas escenas románticas podemos ver a los enamorados tomándose de la mano o de la cintura y girando uno alrededor del otro.



Volvamos al pasillo anillado del liceo. Aquí no se puede decir que los estudiantes se sienten transportados notoriamente hacia una feliz participación en la naturaleza del tiempo pero si pueden experimentar esa sensación de suave deslizamiento sin interrupciones por el cual uno se abandona al movimiento y se relaja...avanza casi sin mirar el camino porque el camino es algo archiconocido, se despreocupa del camino, y entonces puede dedicar la mente a pensar, divagar, conversar con el que camina al lado y se encuentra en la misma condición de despreocupado avance sin rumbo...porque ciertamente si damos vueltas no tenemos un rumbo, un lugar al cual ir. Se puede decir que dando vueltas experimentamos el tiempo como un eterno presente donde podemos estar despreocupadamente hablando, por ejemplo, de lo que nos entusiasma o nos enamora. Como el espacio queda fijo y el tiempo es una experiencia interior, dar vueltas es meterse un poco dentro de uno mismo, sentir más la propia vida interior. Dando vueltas sin rumbo es que los poetas y los pensadores seguramente están más a gusto para crear ideas y metáforas.

Para terminar: podemos entender perfectamente la relación entre girar y ser feliz si entendemos que al girar vamos sin rumbo no porque estemos perdidos sino porque queremos y que cuando vamos sin rumbo a propósito nos sentimos libres...y tanto más libres si nos acompaña alguien cuando vamos sin rumbo...y esto es una forma de felicidad.


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