lunes, 13 de julio de 2009

Algunas ideas a tener en cuenta (por Laura I. Obrer)

(Artículo presentado en el Liceo Carlos Vaz Ferreira de Salto, en el homenaje realizado el 15 octubre de 2008, y que también fuera publicado en el Diario Cambio de Salto)

Carlos Vaz Ferreira nace en 1873 y muere en 1958, en Montevideo. Los 50 años que separan de su vida, han sido el motivo convocante para que personalidades, pensadores, organizaciones, instituciones, de todo el país, hayan sido llamadas a mantener viva su obra. Un llamado que expresa el deseo, la voluntad histórica de un país, que se proyecta reflexivamente hacia el futuro.
El año ha sido establecido, entonces, para valorizar la producción y el pensamiento de un uruguayo, cuya labor fue visiblemente relevante en el ámbito intelectual durante varias décadas. De profesión abogado; miembro del Consejo Directivo de Instrucción Primaria; docente de Literatura y Filosofía en Preparatorios; decano de ese centro de estudios preuniversitario; luego, rector de la Universidad de la República por tres períodos; impulsor y autor del proyecto que crea la Facultad de Humanidades y Ciencias; decano por dos períodos en esa misma Facultad. . . Actividades y realizaciones que, por ellas mismas ya merecerían nuestro recuerdo, pero que en este hombre de acción, se suman a la tarea de conferencista y ensayista, y pedagogo por vocación: Curso de Psicología elemental, Los problemas de la libertad, Moral para Intelectuales, Lógica Viva, Lecciones sobre Pedagogía y cuestiones de enseñanza, Sobre los problemas sociales, Fermentario, . . ., por nombrar algunas de sus principales obras.
Trazar la figura de este pensador multifacético y hacerlo, además, en un momento de homenajes, no resulta entonces, tarea simple. Por un lado, recuperar lo valioso que permita entender mejor nuestra propia identidad y por otro lado, tomar suficiente distancia para valorar su obra, pero sin adular. No resulta simple, y no podría serlo si la cuestión es recuperar su pensar; un pensar que continuamente se pronuncia contra los errores que podemos caer al hacer “falsas precisiones”.
“La precisión es buena; es el ideal, cuando es legítima; pero en cambio, cuando es ilegítima o falsa, produce, desde el punto de vista del conocimiento, efectos funestos: oculta hechos, desfigura o falsea interpretaciones, detiene la investigación, inhibe la profundización; sus resultados perjuidicialísimos, pueden condensarse fundamentalmente con estos dos adjetivos: falseantes e inhibitorios”
(Lógica Viva, 1910)
Se trata entonces, de no caer en rutinizaciones, en vanas recopilaciones repetitivas de una prosa que abunda en múltiples cuestiones y problemas; se trata de no “desfigurar” o “falsear” sus dichos sino de ponerlos en movimiento; se trata, pues, de valorar críticamente una obra: lo que es lo mismo que preguntarnos qué nos ha dicho que pueda ser puesto en movimiento, ayudándonos a pensar el presente.
Teniendo siempre en cuenta que no quisiéramos caer en “falsas precisiones”, dos de sus propias ideas son las que nos sirven como guía para seleccionar de su producción, aquéllas que animarán nuestro pensar. Es decir, para elegir qué de Vaz Ferreira vamos a recuperar como valioso, vamos a apoyarnos en él mismo, esto es, en alguna de sus ideas, que además de sernos fecundas para pensar el presente, nos son útiles para discernir, de sus múltiples planteos cuáles podrían ser relevantes recordar.
En la misma obra citada, Lógica Viva, plantea una distinción que al no ser realizada, produce un “mal aprovechamiento de las verdades”: no es lo mismo “pensar por sistemas” que “pensar por ideas a tener en cuenta”; distinción que si fuera llevada a cabo, permitiría evitar errores que frecuentemente cometemos.
Hay dos modos de hacer uso de una observación exacta o de una reflexión justa: el primero, es sacar de ella, consciente o inconscientemente, un sistema destinado a aplicarse en todos los casos; el segundo, reservarla, anotarla, consciente o inconscientemente también, como algo que hay que tener en cuenta cuando se reflexione en cada caso sobre los problemas reales y concretos.
“Pensar por sistemas” significa, que cuando se presentan preguntas, dificultades, problemas, obstáculos de cualquier índole y se trata de enfrentarlos y solucionarlos, o al menos, darles respuesta, tenemos siempre esa “observación exacta” o esa “reflexión justa” que viene a resolvernos la cuestión y a ofrecer tranquilidad y seguridad a nuestras vidas. Nada de lo real nos atemoriza o nos hace dudar; vemos con claridad; sabemos qué esperar del presente y del futuro, pues gracias a esa “verdad”, hemos elaborado una forma siempre simple y eficiente de abordar las situaciones.
“Pensar por ideas a tener en cuenta” significa, que cuando se presentan las preguntas, dificultades, etc., tenemos en cuenta observaciones y reflexiones, que pueden resultar útiles para alcanzar las respuestas o soluciones que buscamos, pero acerca de las cuales no tenemos seguridad alguna que puedan ser las más correctas o las más acertadas a aplicar en tales ocasiones. Es decir que si actuamos de esta forma, no es seguro que lo hagamos bien.
Pareciera que actuar “pensando por sistemas” nos posibilitara a hacerlo de manera mucho más sensata y acertada, puesto que este proceder nos ofrece seguridad; mientras que actuar “pensando por ideas a tener en cuenta”, nos abandona a la suerte de encontrar o no, la solución esperada y aún, nos hace correr el peligro de caer en el error. Si a esto le sumamos, la necesidad propia de los tiempos en que vivimos, de responder rápida y eficientemente a las demandas que surgen, de modo de “no perder” tiempo o ganancias, casi no podríamos encontrar alguna dificultad para elegir un modo u otro de proceder. . .
Sin embargo, Vaz Ferreira, cuestiona la virtud de actuar “pensando por sistemas”, pues afirma que conducirse de esta forma, sólo lleva a la “unilateralidad y al error” y es “la manera fatal de equivocarse en la gran mayoría de los casos”, dado que para actuar no es suficiente contar con una buena idea, por más sólida que ella sea, puesto que siempre hay otras verdades, que si dejáramos de lado se verían inhibidas.
Nos ofrece varios ejemplos acerca de cómo una buena idea, puede perder su valor fermental por ser usada mecánicamente, irreflexivamente en todos los casos. Si “seguir a la naturaleza” es una buena idea, entonces: comer naturalmente lo será –entre elegir frutas o dulces, se optará por las primeras porque son naturales-; atender a las necesidades corporales también –si tenemos frío, nos abrigamos, si tenemos calor, no-, pero si enfermamos y es necesario que nos hagan una operación, no lo aceptamos puesto que esta práctica no es natural. . .
Este último caso, nos muestra claramente cómo una buena idea, que podría constituir un guía para la acción, aplicada sin reflexión, sin valoración de otras buenas ideas y verdades -como podría ser la utilización de saberes y técnicas desarrolladas por la actividad científica-, termina convirtiéndose en un obstáculo que “destruye” e “inhibe” la acción de las otras.
Decíamos que íbamos a tomar algunas ideas del autor que nos ayudarían a pensar el presente y que al mismo tiempo, eran la guía para tal elección. Las que acabamos de desarrollar funcionan en ambas dimensiones y nos permiten realizar un ejercicio con el propio pensamiento vaz ferreiriano, eligiendo alguna otra que, tomada como “sistema” puede llevar a graves errores, pero que, tomada como para “tener en cuenta”, nos ayudaría a entender mejor nuestra realidad presente.
En una Conferencia pronunciada en 1936, se pregunta “¿Cuál es el signo moral de la inquietud humana?”. Primeramente describe cómo, el siglo XIX fue un siglo que proclamaba grandes aspiraciones, en el que se “alentaban confianza, esperanza, optimismo” ; señala además, cómo, cada siglo, mirando al anterior, considera el propio como superior en logros y creaciones. Sin embargo, en el siglo XX “flota la tendencia a intentar demostrar, o simplemente a postular, degeneración, rebajamiento. . .” .
Sería innecesario, para confirmar una tendencia que ya avizoraba el autor, recuperar de nuestros discursos actuales, todas las quejas que sostenemos respecto a la crisis de valores reinante, o aún, la pérdida de valores que hoy se ha instalado en nuestras relaciones, en la sociedad en general, en la política, en la educación; en fin, en todos los ámbitos de nuestra vida presente. Esto es, afirmamos una “degeneración moral”, sistemáticamente, en toda situación; frente a cualquier pregunta, dificultad, problema, obstáculo, vemos allí, la presencia de tal “degeneración”.
Vaz Ferreira cree poder demostrar lo contrario:
. . . generalmente se piensa y se dice que al progreso intelectual no ha acompañado o no corresponde el progreso moral; y aún que éste no existe; y aún que hay decadencia. Yo he procurado sostener que no es así.
Prescindamos, ante todo, de si el progreso es o no necesario. De hecho, en materia de progreso, el discutible podrá ser el intelectual; pero el moral es indiscutible.
El progreso intelectual haría referencia a la “acumulación de adquisiciones”, que a través de la historia hemos logrado; constituirían las conquistas del conocimiento, que habrían ampliado nuestras formas de describir y explicar lo real, que habrían ampliado nuestra forma de intervención en la realidad, que habrían ampliado nuestra comprensión acerca de qué es lo real y la realidad.
En relación a estas adquisiciones sería, según él, respecto de las cuales podríamos discutir el valor, es decir, pronunciarnos optimistas o pesimistas. Por ejemplo: ¿cuánto de progreso supone la dominación y manipulación de la naturaleza, viendo las consecuencias ambientales negativas que tiene hoy, tal manejo?, o ¿cuánto de progreso supone el avance científico-tecnológico, que marca cada vez más la brecha entre países –y personas- pobres y ricos?
Sin embargo, según él, sobre el signo moral positivo, que se ha desarrollado a través de la historia, no podemos confundirnos. Hemos ido agregando progresivamente, a la valoración de nuestras acciones, más ideales. Si hoy admiramos a Grecia o Roma, lo hacemos salvando el que fueran sociedades esclavistas, entendiendo que ese fenómeno sólo sería aceptable en ese momento histórico. Hoy no admitimos la esclavitud, no admitimos la injusticia social, no admitimos la violencia incontrolada, no admitimos los fundamentalismos de cualquier tipo. . .
Entonces, no sólo hemos agregado ideales sino que además la “moral es conflictual”, pues hay “interferencia” entre ellos. Si estuviéramos convencidos de que nuestro modo de vivir es adecuado, porque su fundamento son valores como la libertad y la democracia, ¿sería lícito extenderlo a otros que no lo reconocen como superior?, ¿hasta dónde podríamos llevar nuestras acciones para imponerlo?, ¿podríamos hacerlo por la fuerza?; y si lo hiciéramos, ¿no tendríamos que preguntarnos cuánto de libertad y democracia pregonaría o cuán superior sería?
Este tipo de preguntas -que algunos podemos hacernos-, marcarían, entonces un signo positivo a la “inquietud moral humana”, pues cada vez sería mayor el número de personas que es resistente al “mal”, que es sensible a la injusticia y al sufrimiento, que se compromete en trabajar para superarlos. Y esto es, lo que marcaría el signo, “la flecha”, “la dirección”, de la actividad humana. . .
Sin lugar a dudas, pareciera que el planteo de Vaz Ferreira resultara fecundo para pensar el presente. Entonces, siguiendo con las ideas que planteamos al comienzo y para ser fieles al pensamiento del autor, no cayendo en errores de “falsa precisión”, ¿cómo hacer uso de una buena idea sin inhibir otras?, ¿cómo hacer para que esta buena idea no se transforme en sistema que mecánicamente sea aplicado?. Probablemente, eliminando el “sin lugar a dudas” que acabamos de señalar, de modo de preservar la dificultad, la inseguridad y la incertidumbre de las cuestiones. Probablemente, no siempre y en toda circunstancia podamos afirmar que el “signo moral de la inquietud humana” sea positivo ni podamos ser optimistas.


Profa. Laura Obrer
Salto, 10 de octubre de 2008

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