El ser humano es un ser autoconciente. Esto quiere decir que no es una mera conciencia abierta a lo real sino una conciencia capaz de autocaptarse como tal conciencia...conciencia de si mismo. En este autocaptarse el ser humano es el sujeto cognoscente y el objeto conocido, situación paradojica que no es propia más que de la autoconciencia...La paradoja consiste en que la pretensión del autoconocimiento esta siempre descolocada respecto de su objeto...pues es pensable que un conocimiento pleno de si mismo equivale al conocerse como sujeto a un sujeto, es decir, en la subjetividad pura...sin embargo conocer es objetivar y autoconocerse es autoobjetivarse por lo cual el autoconocimiento establece una distancia irremediable entre lo que se quiere conocer y lo conocido en la autoobjetivación que implica. El sujeto autoconciente no puede darse a si mismo como sujeto sino solo como objeto, en la indirección de una objetividad. Asi pues la autoconciencia esta irremediablemente desdoblada en si misma en un sujeto y un objeto que no pueden identificarse...el yo y el cuerpo.
Yo soy ante mi cuerpo y mi cuerpo por lo tanto no soy yo en cuanto yo...del mismo modo mi cuerpo es ante mi, ante mi yoidad subjetiva como objeto que no es esta yoidad...de modo que estoy desdoblado en cuerpo y yo y no encuentro el camino de eliminación de esta distancia. Sin embargo...hay dos actitudes posibles aqui...comprender que esta distancia es solo el estar ante si misma de una identidad en la diferencia consigo misma o bien...asumir esta distancia como lo absoluto real y suponer que yo y mi cuerpo somos absolutamente distintos, de modo que yo no soy mi cuerpo y mi cuerpo no soy yo. Entonces puedo decir...tengo un cuerpo. Tener un cuerpo significa haber supuesto la distancia y el desdoblamiento interior-exterior de la autoconciencia bajo la pertenencia que recupera lo que se afirma como alienado. La alienación es, pues, lo que induce la tenencia, la posesión del cuerpo...posesión ilusoria...alienación ilusoria. Hay alienación cuando el extrañamiento ilusorio entre el yo y el cuerpo no es ingresado en la unidad dialéctica de la reflexión. Sin esta ingresión el decir yo-cuerpo como unidad no es satisfactorio sino el apegarse de lo uno a lo otro sin la dinámica pertinente, la dinámica de la autoobjetivación. Asi se explica luego el querer hundir una de las dos facetas de la unidad dialéctica subsumiendola en la otra a través de un monismo reductor como lo es el materialismo. Ni el dualismo que opone ni el monismo que reduce todo a una de las dos caras de la moneda resuelven el ilusionarse de la autonconciencia en trance de autoconocimiento...solo el concebir la unidad dialéctica, el AUTOMOVIMIENTO, abre la puerta del reencuentro entre yo y mi cuerpo.
Cuando se piensa y se cree desde la alienación y por lo tanto desde la alienación entre el yo y el cuerpo entonces se elige el camino del extrañamiento, del no ser cuerpo sino solo tenerlo. Y el tenerlo alli permite ingresar alienadamente el cariz de la mortalidad. En efecto...el autoconocerse implica el conocerse dentro de limites incluyendo el conocerse mortal. Esto es propio de la autoconciencia...la muerte esta ante ella siempre por la lucidez de sus limites. La muerte aparece como la ulterior condena a la inexistencia de su existencia cuando la autoconciencia no ve en ella el recogerse sobre si misma de la conciencia que ha puesto la autoconciencia en la continuidad de la vida. Pero la experiencia solo muestra a la muerte como algo exterior en los cuerpos-otros y no como mi muerte, mi extinción. De modo que puedo, y lo hago para salvarme, pensar que el cuerpo de los otros se ha extinguido pero que ellos no se han extinguido sino que permanecen...¿Como es posible? Es posible porque asi como yo tengo un cuerpo ellos tenian un cuerpo y el cuerpo es lo que han perdido...Esta es la forma mas simple y antigua de sobreponerse a la muerte...suponer la vida de ultratumba, la vida del yo mas allá del cuerpo. Esta suposición es una suposición que me salva de la muerte por la mera muerte del cuerpo que yo tengo y en que ahora definitivamente ya no quiero reconocerme...yo no solo tengo un cuerpo...yo definitivamente NO SOY MI CUERPO, y asi no muero...asi niego la muerte...asi soy inmortal.
A esta vieja manera de enfrentar la muerte y su naturalidad con el extrañamiento puesto como una distancia agradable entre yo y mi cuerpo que me salva y me hace inmortal el afirmarse en si mismo del que asi se consagra inmortal eleva su yoidad como alma trascendida fuera de la exterioridad en que el cuerpo es dado...fuera de este mundo...el mundo de los cuerpos. Asi llega a plantearse el Dios de más allá, el SIN IMAGEN, totalmente trascendido de lo corporeo...es el dios del pueblo judío. El cristianismo recoge esta veta de negación del mundo y del cuerpo y la aúna con la veta de negación del cuerpo y del mundo que Platón consagra a su manera.
Pero el cristianismo agrega una connotación que no existe ni en el pensamiento de Platón ni en la religión judía. Avanza un paso y dice...si el cuerpo no soy yo y no debo ser yo pues este es el camino de la vida eterna...entonces el cuerpo en realidad es obstáculo para esa vida y asi lo exhibe el que yo deba luchar por establecer los valores que me trascienden contra los deseos y aflicciones del cuerpo. Digo pues...ESTE CUERPO SOLO DEJA DE SER MI ENEMIGO SI LO SOMETO ENTERAMENTE A MI Y MI TRASCENDENCIA DE ESTE MUNDO...SOLO DEJA DE SER MI ENEMIGO SI LO SOMETO, LO DOMINO, LO CASTIGO, LO SUPRIMO, LO DEJO DE LADO, LO ELIMINO CONSAGRANDOME A LA MUERTE MISMA QUE ME LIBERARÁ DE EL. Y la muerte, aquella que yo negaba ahora es para mi, como cristiano...UNA LIBERACIÓN...EL ACTO POR EL CUAL ME DIVINIZO Y ME APARTO DE ESTE CUERPO, DE ESTE DESECHO, DE ESTA INMUNDICIA. Lo haré pues casa de Dios y de mi alma mientras viva pero no sin insistir vehemente en despreciarlo y...ASPIRAR A LA MUERTE.
Lo que logra el cristianismo es pues INVERTIR LA VALORACION DE LA VIDA Y DE LA MUERTE A PARTIR DE LA ALIENACIÓN DEL CUERPO. Y el materialismo no es una solución pues solo constituye una reacción frente a esa inversión cristiana por la via de hundir la yoidad en un puro cuerpo...un cuerpo del cual el yo no es más que su efectuacíón corporea. El materialismo sostiene la inversión y la alienación cristiana en la medida en que no recupera la integridad de la persona en la unidad dialéctica del yo-sujeto y el cuerpo.
Esto ultimo se ejemplifica justamente con la efectuación de un control material sobre el cuerpo que determina la modelación del cuerpo como lo único valioso y existente...la mujer-modelo, el hombre-modelo...hombre y mujer que solo estriban en ser cuerpos que, extrañamente, se hacen a si mismos segun un patron...abstracto, mental, no-cuerpo. El materialismo de los cuerpos modelados vive la paradoja de la autoconciencia en la continuidad de la alienación.
Frente al cuerpo-modelo que sigue siendo un cuerpo torturado como lo fue el cuerpo-inmundicia se yergue la necesidad de reivindicar el yo-cuerpo, la unidad dialéctica de la autoconciencia...ya esta escrito...
MENS SANA IN CORPORE SANO.
(Mens sana in corpore sano es una cita latina de Juvenal. Su sentido original es el de la necesidad de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado)
Una vez liberados de tales conceptos podremos vivir mas sanamente...
Fernando Gutierrez
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