Texto publicado por Pablo Romero García...
Estimados/as, en el programa El LadOculto, conducido por Gerardo Sotelo, se realizó en el mes de abril (y se puso al aire en junio) una edición especial sobre la vida y obra de José E. Rodó, en el que participamos Agustín Courtoisie, Romeo Pérez, Daniel Mazzone, Malena Rodriguez y yo; y les invito a compartir –y a eventualmente debatir sobre lo allí dicho, a través del blog: http://pabloromero7.blogspot.com - dos fragmentos del programa en el que se tocan aspectos como la integración latinoamericana, el intelectual y la esfera pública, desde una posible perspectiva rodoniana.
Y les comparto otro breve texto alojado en mi blog, en donde intento señalar sintéticamente algunos aspectos “actuales” de la perspectiva de Rodó:
Los motivos de Rodó
A mi entender, retomando por estos días la lectura de Rodó, creo que hay una serie de puntos rescatables y positivamente vigentes en la obra de Rodó, que sobre todo aparecen en la obra Ariel. Muy sintética y llanamente quisiera enunciar los que creo más importantes (y aguardo correcciones y ampliaciones, que serían muy bienvenidas):
1. La idea de integración hispano-latinoamericana, desde valores culturales, intelectuales, axiológicos, estéticos, vinculados a nuestra cultura latina originaria, a nuestras raíces helénicas y la ética de amor al prójimo del cristianismo (desprovista esta tradición de toda connotación “divina”, trascendental). Creo que esta mirada sobre la integración latina es absolutamente saludable y defendible frente a otros dos modelos actuales dominantes de integración latinoamericana: la meramente economicista (como el Mercosur, que incluso falla en su mismo terreno) y la de “identidad por oposición a un enemigo común” como la que se propone desde la visión “bolivariana” al estilo Chávez. (En Rodó, por el contrario, se apunta a la propia responsabilidad de quienes conducen o deben conducir Latinoamérica y aunque se critica duramente a la cultura anglosajona y sus valores, no se los culpa de lo que finalmente aquí sucede o no sucede. El problema primeramente es cultural y nuestro).
2. La idea de participación del intelectual en la esfera pública, sobre todo de la juventud. Punto crucial, sobre todo en sociedades tendientes a la gerontocracia como la nuestra, con una juventud que tardíamente se inicia en la vida pública y tiene escasa incidencia en las decisiones comunitarias más importantes.
3. Defensa de los valores democráticos y la tolerancia. La idea de generar una democracia que esté a resguardo tanto de los valores aristocratizantes tanto como los de las mayorías compactas y homogéneas y la “mediocracia” de las mayorías. La empresa democrática de igualdad debe ir acompasada de políticas que aseguren la selección cultural de una clase política-intelectual dirigente formada en valores humanistas, que contemple la tolerancia de ideas como uno de los elementos primordiales (al respecto, basta leer el debate sobre la quita de los crucifijos de los hospitales que tuvo Rodó con Pedro Díaz y que aparece recogido en su libro Liberalismo y Jacobinismo).
4. La defensa de una mirada universalista, que incluya una educación no meramente especializada y utilitaria. Al respecto, basta ver a nivel de la universidad (y se da, claro, en facultad de Humanidades) el aislamiento intelectual que genera el surgimiento de “especialistas”, siguiendo además autores y corrientes “de moda”. Falta el equilibrio y la ductilidad intelectual que aporta la educación más “enciclopedista”, universal.
5. El amor como guía política. Frente a una política maniqueísta, que genera ideologías de “amigos” y enemigos”, bandos enfrentados sin inteligencia ni tolerancia y meras prácticas “maquiavélicas”, el rescate rodoniano del amor, el desinterés y la independencia como guía para la práctica política parece tan ingenua como necesaria en estos tiempos que corren (y que han corrido en todo el siglo XX).
6. Apelación las fuerzas individuales, a la búsqueda de realización y perfeccionamiento interior. Una mirada en tono vitalista que preconiza el cultivo del mundo interior como preámbulo necesario de todo aporte comunitario saludable (esta es la idea al menos que me quedó de la lectura de Motivos de Proteo.
7. Retomar la idea del ocio “noble”. Es cierto que para que la cultura helénica fuera lo que fue, para que Aristóteles discurriera sobre casi todo lo existente, tenían esclavos y los ciudadanos de esa democracia “admirada” eran una minoría, una elite que podía permitirse el ocio “creativo”, el ocio “noble”, pero aún así la arenga de Rodó a no descuidar –ni siquiera por la excusa del trabajo- la “meditación intelectual” me parece muy rescatable, más en tiempos en donde el poco tiempo libre que tenemos –entre tantas obligaciones- algunos lo gastan en mirar a Tinelli (más allá de que sea muy válido ese “total descanso intelectual” que supone el ver televisión (y sobre todo cierta “diversión” televisiva) para quienes viven casi siempre en ese terreno intelectual por su particular tarea laboral).
En fin, apenas unas líneas para tirar al ruedo.
viernes, 24 de julio de 2009
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