jueves, 16 de julio de 2009

La manzana y el electrón (por Luis Mazas)

La manzana y el electrón (por Luis Mazas)

Ante la pregunta sobre si una manzana es tan real como un electrón, la primera sensación que
tengo es que la respuesta no es sencilla. Esto es porque, según creo, hay en esta pregunta una
confusión entre ontología y epistemología, derivada del Realismo “Fuerte” en el que son lo
mismo lo que podemos conocer y lo que existe.
Primero tenemos que saber qué se entiende por la frase que afirma que “un objeto es real”. En el
sentido que se le aplica en el Realismo Fuerte (y creo que éste es el que está en juego), es la
existencia del objeto independientemente de la conciencia humana (o del observador). Si
partimos de la presuposición metafísica de que tenemos dos mundos, el nouménico y el
fenoménico, podemos afirmar que el mundo exterior existe, para Kant compuesto de objetos, y
para el Budismo compuesto de procesos relacionados entre sí. Eso es porque ambos
pensamientos son Realistas Ontológicos. Pero no son Realistas Epistemológicos, i.e. no piensan
que podemos conocer el mundo tal cual es. Para Kant no se puede conocer las esencias de los
objetos en sí (nóumenos); mientras que para el Budismo, no existen “objetos” con “esencias”.
Sin embargo, ambos están de acuerdo en que nosotros nos movemos en el mundo de las
apariencias, según Kant, fenoménico. Éste es el mundo que, de acuerdo a la Doctrina de las Dos
Verdades del Budismo, tenemos que tomar en cuenta en el día a día. En él experimentamos
objetos y de ellos podemos conocer sus propiedades, dentro de los límites de un marco que está
dado, según Kant, por las estructuras funcionales de la intuición sensible y del entendimiento.
En otras palabras, de los nóumenos sólo podemos conocer los “objetos” fenoménicos que nuestra
capacidad sensorial y racional nos permite. El modo intersubjetivo más desarrollado por los seres
humanos de conocer ese mundo fenoménico, a esta altura del siglo XXI, es la Ciencia Occidental.
Su exponente paradigmático es la Física, asistida por la Matemática y la Lógica. Ya vimos en la
monografía que tanto la experimentación, la matemática y la lógica, son productos de la mente
humana. Ni el orden ni el lenguaje matemático son partes del mundo nouménico. No existe una
Naturaleza cuya esencia en sí está “escrita en el lenguaje de las matemáticas”.
En resumen, según el Kantismo y el Budismo, el Realismo Ontológico, i.e. la existencia del
mundo exterior a nuestra conciencia, se da a nivel nouménico, mientras que el Realismo
Epistemológico, i.e. la forma que tenemos de conocer ese mundo y sus “objetos” componentes,
sólo podemos realizarla a nivel fenoménico.
La manzana
Una manzana es uno de esos objetos fenoménicos. Cualquier persona adulta que viva en una
región del mundo adonde llegan los frutos del manzano (y eso es una gran proporción de la
población mundial de seres humanos - no hablaremos de los no humanos), reconoce un objeto tal.
Todas las personas que han experimentado sus propiedades y que han sido educadas para
nombrar a todos los objetos que tienen estas propiedades como “manzana”, al ver un objeto
similar van a decir: “eso es una manzana”. Es un juicio de experiencia necesario y universal, diría
Kant. Les han enseñado socialmente a nombrar eso que todos experimentan con el nombre de
manzana.

Como se forma el fruto, es una respuesta que en nuestra sociedad occidental estamos
acostumbrados a obtener de la Biología. En forma muy resumida: se fecunda la flor, se forma la
semilla y alrededor de ella se desarrolla el fruto, que luego de madurar cae a tierra, se desintegra
y sus componentes son absorbidos por la nueva semilla y/o se funden con la tierra o son digeridas
por algún mamífero.
Nosotros estamos acostumbrados a llamar a ese “objeto” transitorio “fruto” y, en especial, el del
manzano, manzana. Es una parte de un proceso del que, en cierto momento, experimentamos
ciertos atributos que toman una apariencia particular unitaria en forma de objeto, a la que le
llamamos manzana. Es decir, en cierto punto en la línea del tiempo (tanto subjetivo como
intersubjetivo), la vemos como un objeto aislado con sus propiedades: forma, color, sabor,
consistencia, peso, etc.
Detengámonos un instante a considerar el origen de todas esas propiedades:
1) Forma y Color. Es lo que experimentamos con la vista.
2) Sabor. Es lo que experimentamos con el gusto.
3) Consistencia y Peso. Con el tacto.
Y el resto no nombrado, puede ser analizado de forma similar.
Con el pasar del tiempo el proceso sigue avanzando hasta que desaparece esa apariencia, i.e.
desaparecen esas propiedades. ¿Es que lo que compone la manzana (sea lo que sea) desapareció
con ella? No; pasó a ser parte de otros “objetos” fenoménicos.
Por otro lado, siguen habiendo en el mundo otros objetos fenoménicos con similares
características que llamaremos manzanas, al igual que los primeros que vimos desde el día que
nacimos y aprendimos a identificar con ese nombre. Y no sólo tienen las mismas características
sino que esperamos que tengan el mismo comportamiento en el tiempo (¿inductivismo quizás?).
El electrón
No todo ser humano conoce qué es un electrón, eso es algo muy obvio. Mucha gente, sin
embargo, habla de electrónica y de electricidad, y sabe que el llamado “electrón” tiene algo que
ver con eso, pero no sabe cómo. Es que mucha más gente sabe lo que es una manzana que lo que
es un electrón.
Ese objeto llamado electrón, es muy conocido en ambientes científicos y tecnológicos, y también
es un objeto fenoménico, al igual que la manzana. Es una parte de un proceso que está ocurriendo
en la naturaleza y que en cierto tiempo, si se lo aísla y se lo hace interactuar en ciertos
experimentos con otros objetos determinados, se pueden observar (directa o indirectamente)
ciertas propiedades que se le atribuyen a él por las teorías científicas en las que su concepto
participa. El científico es educado para reconocer bajo el nombre de “electrón”, a un objeto
producido por la conjunción de esas propiedades: i.e. donde se producen esas propiedades hay un
electrón. En este sentido funciona muy parecido a ese fenómeno que llamamos manzana, pero
con más restricciones: no es algo que cualquier ser humano pueda experimentar o reconocer.
Debe ser educado para ello, y no todo el mundo tiene la capacidad y el interés de serlo.
Vemos brevemente el origen de este “objeto”. Joseph John ("J.J.") Thomson fue premiado con el
Nóbel de 1906 por la conclusión a que llegó en 1897 de que los haces de partículas negativas
(rayos catódicos) de los experimentos realizados en Inglaterra por él, estaban constituidos por
partículas ligeras con carga eléctrica negativa, a las que se conocen actualmente como electrones.
Sus experimentos lo llevaron a realizar una proposición osada: estos misteriosos rayos son haces
de partículas mucho más pequeños que los átomos, de hecho son minúsculos pedazos de átomos.
Les llamó "corpúsculos", y sugirió que ellos componen toda la materia de los átomos. La mayoría
de la gente pensaba que el átomo era indivisible, la unidad fundamental de la materia, por lo que
fue sorprendente imaginar una partícula residente en el átomo.
Sin embargo, su especulación no estaba indiscutidamente apoyada por sus experimentos. A él y a
otros, les llevó más trabajo experimental el poder superar la confusión. Ahora se sabe que el
átomo, a su vez, contiene otras partículas. Por lo que la osada sugerencia de Thomson de que los
rayos catódicos son componentes materiales de los átomos resultó ser correcta. Los rayos están
“hechos” de electrones: muy pequeñas partículas, cargadas negativamente, que son las partes
fundamentales de cada átomo.
"Elektron" es la palabra griega usada para designar el ámbar, la resina amarilla fósil de los
árboles de hoja perenne, un "material plástico natural" que ya era conocido por los antiguos
griegos. Es sabido que cuando se frota el ámbar con un paño seco, se produce la que hoy es
conocida como electricidad estática, que puede atraer objetos ligeros como trozos de papel.
William Gilbert, un médico que vivió en Londres en la época de la reina Isabel I y de
Shakespeare, estudió la atracción producida cuando se frotan materiales como el ámbar, la
denominó atracción "eléctrica". De esto proviene la palabra "electricidad" y todas sus
derivaciones.
Durante el siglo XIX se mostró que la carga eléctrica tenía una unidad natural que no se podía
subdividir más, y en 1891 Johnstone Stoney le propuso el nombre de "electrón". Cuando J.J.
Thomson descubrió la partícula ligera que transportaba esa carga, se le aplicó el nombre de
"electrón". Y al conjunto de las muchas aplicaciones de electrones moviéndose en el casi vacío o
en semiconductores se le llamó "electrónica".
Conclusión
Casi todos los seres humanos, i.e., los que han experimentado las propiedades de ese objeto
fenoménico llamado “manzana”, afíliense al sistema metafísico que se afilien, cualquiera de las
religiones existentes, teorías científicas, teorías metafísicas, etc., pueden estar de acuerdo en que
en el mundo fenoménico (por lo menos) existe esa clase de objeto. Por otro lado, una parte muy
menor de la población humana, la que tiene formación científica, está de acuerdo con la
existencia del objeto llamado “electrón”.
También debemos decir que ese objeto llamado manzana, según las teorías científicas están
compuestos de átomos, y éstos contienen electrones. Es decir, una manzana está compuesta de
partículas, y algunas de éstas son electrones. Según esto, si los electrones no existieran, tampoco
las manzanas existirían.
Tanto si los objetos son sólo apariencias de los que no se conoce como son en sí o que, en
realidad, no tienen una esencia que podamos conocer, ese conocimiento al que podemos acceder,
es individual (subjetivo) o es colectivo (intersubjetivo). El único conocimiento “objetivo” es a
nivel fenoménico, son proposiciones universales y necesarias (i.e. válidas para todos los seres
humanos en todo tiempo y lugar) sobre las apariencias. Según este punto de vista, la ciencia es
objetiva fenoménicamente hablando; en otras palabras, es intersubjetiva.
El conocimiento del objeto fenoménico llamado “manzana” es poseído por más seres humanos,
en comparación con el conocimiento del objeto fenoménico llamado “electrón”. De esto, ¿se
podría concluir que uno es más real que otro? Parece ser una antinomia, un planteamiento teórico
sin sentido. Es que el problema no es ontológico: manzanas y electrones en sí deben existir por
igual, pero no como las experimentamos, de cómo son en sí no podemos afirmar nada. Es un
problema epistemológico, de cómo los podemos conocer.
En un sistema metafísico como el de la Física, los electrones son reales; mientras que en uno
distinto, inclusive en de la física aristotélico-tomista o aún el Atomismo de Leucipo y Demócrito
(por ejemplo), el proponer su existencia no tiene sentido. Mientras tanto un objeto llamado
manzana existe en un gran porcentaje de todos los sistemas metafísicos alguna vez construidos
por seres humanos.
Sin embargo, se le podría enseñar a la gente que no estuviera formada científicamente esta forma
de ver el mundo. Si todos tuvieran la capacidad y el interés en aprender, es decir, en creer en
estas afirmaciones, la manzana y el electrón podrían tener masivamente el mismo status
epistemológico. Para quien conoce y cree en las teorías científicas y se afilia al Realismo Fuerte,
i.e. un científico realista, sí lo tienen. Para quien no cumple con estos requisitos, no.

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