Una caminata entre la verdad, el error, el conocimiento y la acción
1. La forma en que expresamos por escrito u oralmente nuestro pensamiento no tiene que ver con la génesis del mismo. Las formas de expresión del pensamiento están antes que nada condicionadas por determinantes sociales, hábitos, ejemplos, un conjunto variado que admite e inhibe formas de expresión dependiendo de la época y lugar en la que la producción en cuestión tenga lugar
2. En las sociedades actuales, tiende a considerarse que la forma propia de expresión de un texto filosófico ha de ser mediante la utilización de argumentos. Más aún, se tiende a indicar que algo es filosófico en la medida que ha sido producido mediante la utilización de los mismos. Intentaré señalar cómo los argumentos son una forma más de expresión, sin ninguna ventaja específica frente a otras formas posibles.
3. La palabra argumento denota tanto a un cierto conjunto de razonamientos cuánto a aquello de que va una narración expresado en forma sucinta. Podríamos decir en tal sentido, que por argumento denotamos un desnudo núcleo sobre el cuál otros desarrollos son posibles. Las concepciones que hacen de los argumentos el corazón de la filosofía, hacen pues de la misma una disciplina centrada en núcleos que permiten otros desarrollos, y que están constituidos antes que nada por razones, conceptos, y objetos similares.
4. En la medida en que tal punto de vista prospera, invisibiliza dos cosas. La primera, que si el núcleo del trabajo filosófico es el trabajo con conceptos, razones y objetos similares, entonces la filosofía se transforma en un estéril ejercicio de diversión solitaria. La segunda es que si se centra el trabajo en el estudio de los antedichos, es porque se ha renunciado a una relación directa con los restantes objetos del mundo.
5. Aquí podríamos detenernos en un asunto que excede el propósito de estas líneas, y derivar hacia qué es lo que entendemos por filosofía. Siendo muy “escolar” me limitaría a decir que por filosofía podemos entender la disciplina que discute sobre lo que las cosas son y significan utilizando para ello como principales herramientas aquéllas que son las propias del entendimiento. Cómo no deseo deslizarme hacia otra discusión sino continuar en la misma que vengo intentando, tomaré aquella definición como buena, sabiendo que esto es escapar de momento a otro asunto no menos espinoso.
6. Nótese que el punto 5 y este propio suponen una forma de digresión que en lugar de continuar argumentalmente aquello de lo que venimos tratando, de pone a dar vueltas como meandros de un río en una llanura pantanosa. Parto también del concepto que tampoco expondré aquí, que la mente humana tiende naturalmente a tal tipo de comportamiento, a la dispersión antes que a la concentración. Y que si bien muchos beneficios pueden obtenerse de la concentración, también muchos son producto de seguir su curso vital, disperso, aparentemente abtruso.
7. Podríamos considerar para su observación algún argumento tal como el de Gorgias sobre que nada existe, o el de que tal vez seamos cerebros en cubetas, conectados a máquinas que producen mundos ilusorios. Tales argumentos son bien diferentes. El primero procede mediante razonamientos ajustados, y el segundo produce una seducción narrativa. Pero ambos comparten la producción de una afirmación que a cualquier persona en sus cabales, repugna por falsa. ¡Bien sé que existen cosas! No necesito ser Descartes para saber que yo existe, ni Moore para saber que mis manos lo hacen, y que el conocimiento sobre ellas es cierto.
8. Parte del ridículo y del descrédito en que algunos han sumido a la filosofía radica en la pérdida de tiempo en tales tonterías, que son propias sólo de quienes toman la ilusión por la cosa. Ese tipo de argumentos no aportan absolutamente nada a la tradición filosófica. Más aún, dispersan energías y conducen al extravío de las mentes de los estudiantes que son expuestos a tales disparates exhibidos en el escaparate de la genialidad.
9. Cómo queda implícito en 7 acepto sin remilgos la existencia de conocimiento y la existencia del mundo. En ambos casos parto de la misma única vía de comprensión: cuando considero lo que está a mi alrededor veo mucho conocimiento, cuando considero lo que está a mi alrededor veo que ello y yo formamos parte de algo real, a lo que llamo mundo.
10. Más aún. Mundo es lo que existe. Todo lo que existe es mundo y sólo es existente el mundo. Por la sencilla razón de que si defino al mundo como el conjunto de lo que existe, esa convención -la palabra mundo distinta del mundo que ella menta- expresará pues la suma de todo lo existente.
11. El punto anterior nos ha puesto en presencia de algo que hasta ahora no habíamos tenido tan clara noticia, la diferencia entre lo mentado y su mención. Pues… es cierto, tal diferencia existe. Es propio de una especie que se comunica mediante un sistema convencionalizado al que llamamos lenguaje que existan signos que refieren a cosas. Muchos de los signos que utilizamos en nuestro lenguaje no hacen sino referir a cosas específicas. Mundo, computadora, perro, refieren claramente a cosas muy concretas cuando las contrasto con mi experiencia inmediata. Pero también refieren a cosas abstractas, cuando considero al mundo como propuesta para mi entendimiento, a perro como un genérico que aplico a todo Canis lupus familiaris y en cuánto a computadora, las diferencias pueden aún ser mayores.
12. Una primera observación nos dirá que tales abstracciones existen en la medida que existe uno que es real y que las piense. Tal afirmación es cierta. Pero ella conlleva el riesgo de hacernos caer en una trampa subjetivista que suponga que la existencia de esos contenidos mentales dependen en su formación y contenido de aquél que las piensa. Pues… no es así. En realidad, adquirimos los conceptos y abstracciones en el trajín cotidiano con los otros. Los mismos se han venido desarrollando como parte de la cultura humana, y son portados por todos como colectivo real. Así, una mejor afirmación será que dichas abstracciones existen en la medida que existe una comunidad de personas reales que existen y las piensan.
13. Otra dispersión más, de un punto que también podría ser desarrollado por sí mismo. El lenguaje humano no tiene como principal finalidad la transmisión de información. Su principal finalidad es la producción de satisfacción emocional. Cuando el bebe aprende a hablar, o cuando el catedrático realiza una presentación, el lenguaje hace más que referencia a lo que se menciona, hace las veces de afirmador de el rol de cada quién en un conjunto social. La satisfacción deriva de dicha pertenencia… y en muchos casos la insatisfacción también, ya que el lenguaje es una calle de muchos sentidos.
14. Bla, bla, bla, hablamos para sentirnos bien. Bla, bla, bla, oímos para sentirnos bien. Si bien no siempre lo logramos, es esta nuestra principal necesidad. Y por ello, intentamos decir cosas que los demás aprecien, haciendo que se sientan bien o mal, según nuestra intención hacia ellos. Y en este intercambio emocional, hallamos que la referencia a objetos que son reales permite que seamos más valorados en la medida en que portamos información significativa o que obtengamos más satisfacción en la medida en que la recibimos. Y ahí el lenguaje comienza a vincularse con el conocimiento.
15. Cómo dije antes, al considerar lo que nos rodea, vemos por doquier conocimiento. Bueno, esto supone un cierto nivel de manejo poético del lenguaje, por supuesto el conocimiento es invisible. Pero sin ir más lejos al yo escribir y tú leer esta línea, hay un conocimiento de un proceso de codificación y decodificación, hay un conocimiento de una lengua común, y las referencias a objetos del mundo y de la cultura implican un mutuo conjunto común de conocimientos que permiten la comunicación. Tal existencia evidente, me evita tener que perder el tiempo con tonterías escépticas.
16. Lo primero que observaré de ese conocimiento es que en realidad no es un contenido individual de una mente. Si yo observo ahora el brillo de la luz por debajo de la rendija de mi puerta de calle, tal impresión no es de ningún modo conocimiento. El conocimiento tiene siempre esa impronta de algo compartible y significativo para los que los comparten. Es así el conocimiento siempre un contenido que se comparte entre diversas mentes. No se produce por una individual iluminación, sino que toda elaboración nueva no se construye sino sobre miríadas de elementos previamente desarrollados.
17. Considerado así al conocimiento como tarea colectiva, uno cabe preguntarse… ¿pero acaso esta forma de entender al conocimiento no está dejando fuera a la verdad? Si mucha gente afirma que los dragones existen, ¿entonces según lo anterior será un conocimiento que los dragones existan? Los mapas medievales solían decir en sus márgenes, dónde ya nadie sabía qué cosa había “ahí viven dragones”. Así que comenzaremos por dónde ellos terminan.
18. Sin duda, afirmo que no existen los dragones. Pero los dragones forman parte de los conocimientos que la humanidad tiene. Si no supiese qué es -o qué se supone que es- un dragón, no podría negar que tal bicho existiese. Así pues, tengo conocimiento de la palabra dragón, y puedo discutir con quiénes afirman la existencia de tan terribles y hermosos productos de la imaginación. Pero que yo lo discuta o lo deje de discutir es irrelevante del punto de vista del desarrollo del conocimiento humano. Lo importante es que en estos tiempos la gente afirma que no existen los dragones y que en otro tiempo sí lo afirmaron. ¿Cómo es que se ha operado tal cambio?
19. Había dejado pendiente la pregunta sobre la verdad y el conocimiento, que es cómo la llegada a la fiesta de otra noción que desde hace tiempo ronda sin decidirse a entrar. Verdad. Navegando pues entre meandros, suspenderé por unas líneas el cambio en nuestra afirmación sobre la existencia de los dragones
20. Cuando en 7 decía que los argumentos de inexistencia de todo o de cerebros en cubetas repugnan nuestro entendimiento, me refería a que producen una sensación de intenso desagrado que nos indica que no son ciertos. Que lo que en ellos se dice no es algo de lo que podamos afirmar sea verdad. Puede parecer obvio, pero cumplamos con la aclaración de que no afirmamos la existencia de la Verdad en ningún sentido ontológico, sino que decimos que existen afirmaciones de las que decimos son verdaderas. Para simplificar, hablamos de Verdad como de Perro, o Dragón, en tanto que aquella cualidad que podemos abstraer de toda afirmación verdadera.
21. Pues bien, un primer sentido de Verdad es siempre un sentido referencial de verdad. Digo la verdad cuando digo que la primera letra de este párrafo es una P, o cuando digo que hoy el aire está muy caliente en Montevideo. En el primer caso digo una verdad más evidente, y en la segunda una que necesitaría de más definiciones y calibrados, pero en ambos casos la verdad de las frases puede tomarse como directamente derivada de la coincidencia entre lo dicho y lo real.
22. Pero detengámonos en mi segunda afirmación. “hoy” no expresa un día puntual alguno, y por más que la generosidad del lector supondrá el día en que escribo o corrijo estas líneas, ignorará cuál “hoy” exacto es referido. “Montevideo” para el caso define una ciudad en el Uruguay, pero bien podría definir ciudades de idéntico nombre en otros lugares. Y cuando digo “muy caliente” no especifico si es una temperatura tal que su molestia se resuelve con un corriente ventilador, o si se trata de una temperatura que puede lesionar las vías respiratorias. El lenguaje, cotidiano aliado, nos indica que él no sirve primeramente a transmitir información, sino a transmitir emoción, como ya antes indicamos.
23. Por eso disciplinas diversas en los últimos siglos se han dotados de lenguajes especializados pretendiendo una mayor precisión que la que tan coloquial expresión nos permitía. Mas esos lenguajes especializados se alejan al mismo tiempo de la relación con el referente en el mundo inmediato. Si afirmo que el agua hierve a 100º centígrados a presión normal del aire, entonces a los términos corrientes agrego otros que refieren a su vez a otros hilos de conocimientos que se van hilvanando como en un telar, creando tramas de creciente complejidad. Ahí llega un punto en el que el establecimiento de la referencia de la afirmación no resulta claro.
24. Por ello afirmo que no puede discutirse el conocimiento como un conjunto desde las afirmaciones más simples a las más complejas. La naturaleza de las afirmaciones simples no es la misma que la de las otras. El paso de lo “atómico” a lo “molecular” supone un salto en la naturaleza de lo afirmado, que se carga de conceptos previamente convencionalizados. No es lo mismo la verdad de “el párrafo 21 comienza en una P” que la verdad de “la lucha de clases es el motor de la historia”
25. ¿Cuál es entonces la verdad para las afirmaciones complejas? Pues… sigue dependiendo de que lo que afirman sobre el mundo sea cierto. Sigue dependiendo de la referencia. Pero lo hace de un modo menos ingenuo. Sucede que entre el mundo y su representación verbal media un abismo. Como dijimos, el lenguaje no se desarrolla ni se desarrollará para otro fin que no sea la satisfacción de los hablantes. En todo caso, para esa satisfacción que va de la mano con la cohesión del grupo social de que los mismos son parte. Entonces, siempre habrá inadecuación entre el lenguaje y el mundo. Por más lenguas especializadas que cree cada disciplina, no será posible dar cuenta en una frase, por ejemplo, de cómo aquello que es, instantáneamente pasa a no ser, sin que por ello se corte la continuidad que permite seguir identificando como lo mismo a eso mismo que ya es otro.
26. El fin del párrafo anterior podría utilizarse para ponerse a hablar en filosófico haciendo una bella elaboración literaria que mucho disfrutaríamos algunos en leer y comentar. Pero sencillamente refiere a lo que todos podemos ver, la constante presencia del cambio en todo, y cómo en ese cambio de todos modos vemos que las cosas siguen siendo las mismas. Pero si aceptamos que no puede expresarse de una forma sencilla tal punto en lengua humana, entonces tenemos que aceptar que siempre algo de lo que es permanece inefable.
27. Tal inefabilidad parcial no inhibe el valor del conocimiento, ni de la verdad. Cómo dijimos, constantemente constatamos conocimiento en nuestro entorno; y cómo dijimos también, sabemos de muchas cosas que son verdaderas y de otras que no lo son. Esa parte inaprensible mediante afirmaciones sobre lo que las cosas son simplemente produce que toda afirmación compleja tenga su parte de error. Así el error no es algo que afirmamos equivocadamente, sino la condición necesaria para producir afirmaciones complejas.
28. Nótese que diferencio error de falsedad. Una cosa falsa, como la existencia de los dragones, no es lo mismo que una afirmación errónea, cómo lo es necesariamente cualquier afirmación que realice. El error en una afirmación depende de la inaprensibilidad total del pensamiento en su presentación en lenguaje, y de las sucesivas operaciones conceptuales que realizamos con afirmaciones que portan diverso nivel de error. Sólo esto me permite entender porqué a la largo de la historia nunca se ha llegado a una última verdad… y porqué necesariamente nunca se llegará a la misma.
29. Desde el 18 sigo debiendo cómo fue que dejamos de creer en la existencia de los dragones para pasar a creer en su inexistencia. Bien, sucintamente, un buen día en la historia un señor llamado Guillermo de Occam afirmó aquello de que las explicaciones más sencillas han de ser preferidas si no hubiese razón significativa contraria. Luego, diversos investigadores aceptaron que tal principio era valioso y lo aplicaron. De dichas investigaciones derivaron afirmaciones sobre el mundo, algunas de las cuáles permitieron la construcción de ingenios que resultaron exitosos. De todo ello se llegó a una creciente confianza derivada de la relación entre afirmaciones e ingenios construidos en base a ellas por un lado, y el mundo por otro. La acción de los hombres sobre el mundo era tan satisfactoria, que se aceptaba que las afirmaciones complejas que sustentaban dicha acción era verdadera. Luego, la generalización de los principios que permitieron esos desarrollos terminó por desacreditar viejas formas de conseguir nuevas afirmaciones. Así los dragones se transformaron en personajes de fábula y abandonaron los mapas.
30. En el párrafo anterior introduje como quién no quiere la cosa el concepto de acción referido al proceso mediante el cuál llegamos a afirmar que algo es verdadero. Esto merece algo más de desarrollo.
31. Clarifiquemos un poco el uso que doy a algunos términos. Cuando hablo de “real” o de “lo real” me refiero a aquello que realmente existe, más allá de la voluntad o entendimiento de cualquier persona. Cuando hablo de “realidad” me refiero a una cierta interpretación, observación o afirmación que alguien hace sobre “lo real”. A diferencia de Lacan, dónde “lo real” queda tan ajeno, afirmo que nos relacionamos en forma muy directa con lo real. Ese vínculo directísimo, se produce mediante la acción.
32. Cuando actuamos, siempre actuamos con lo real. Porque somos “lo real” en tanto corporalidad, y porque actuamos en un mundo que es también “lo real” en tanto su realidad material más directa. De esta actuación obtenemos una certidumbre pre verbal, expresada en contenidos mentales y pensamientos previos a toda confirmación verbal. Lo cuál implica también que no identifico ni hago depender el pensamiento del lenguaje. Aunque por cierto, antes del lenguaje el mismo se presenta como certezas o sensaciones bastante poco claras, mas sin duda contundentes.
33. Y precisamente de una de esas certezas venimos hablando hace rato, de la sensación de verdad o falsedad, cuya forma de apreciación parte de la acción como forma de comprender pre verbalmente la referencia entre eso afirmado y lo que es. (Cuando digo que el párrafo 21 comienza con P la acción es ver, cuando digo que la lucha de clases es motor de la historia, mi certeza nace de las acciones que he emprendido en diversas instancias que me dan certidumbre de tal afirmación)
34. La acción también se enlaza desde las acciones personales a las colectivas, y de ese modo contribuye a ese proceso de formulación de afirmaciones verdaderas en tanto que su afirmación colectiva como parte de la experiencia cultural de cada sociedad y grupo en un desarrollo histórico. Cómo ese que permite afirmar la inexistencia de los dragones.
35. Por eso me preocupa cuando el criterio para afirmar algo filosoficamente depende principalmente de los argumentos. Ya que los mismos no pueden sino transferir verdad de premisas cuya verdad derive de la acción, más sin embargo el énfasis no se pone en las mismas, sino en la argumentación que no es en última instancia sino un juego que desarrolla lo implícito, sin agregar nuevos valores al conjunto. De ahí que el amor argumental encubra la vejación de lo real, depreciándolo. Y peor aún, convirtiendo a la filosofía en un ejercicio para la satisfacción de especialistas en su juego por puestos de trabajo en la academia.
36. Lo anterior no es menor. En la medida en que el ejercicio filosófico se profesionaliza, y que la participación profesional se radica en tareas tales como escribir y saber sobre lo que dicen otros que también escriben y saben sobre otros que se vinculan profesionalmente a la filosofía, en esa medida, la filosofía pierde su eje real, pierde la cualidad de ser una indagación sobre lo que es y su significado, con lo que más que nunca se hace importante reclamar que ha llegado la hora de que los filósofos dejen de interpretar -ahora ya ni siquiera al mundo- para dedicarse a transformar el mundo.
37. Finalmente, diré que tal tipo de práctica profesional apunta a un desarrollo de una valiosa rama de los conocimientos humanos: la retórica. La retórica nos dice como persuadir de algo. En este texto he utilizado en numerosas formas recursos de la retórica. Pero cuando la filosofía se pierde en el ejercicio retórico, entonces no sólo se desvaloriza como filosofía, sino que también estropea nuestra valoración de la retórica, que vemos asociada a tan disparatada actividad sin sentido.
38. Un tema que reconozco queda pendiente es cómo se pueden presentar diferentes apreciaciones de verdad con respecto a una misma cosa. Bien, mi respuesta pasa por reconocer que diferentes actores tendrán diferentes relaciones de acción con lo real. Éstas brindarán aportes distintos, satisfacciones insatisfacciones diferentes y harán crecer la adhesión a sistemas conceptuales diferentes, que en un mismo momento pueden hallarse en conflicto. Así es cómo aparecen las concepciones distintas y en disputa sobre un cierto tema.
39. En el punto anterior mencioné la adhesión a sistemas conceptuales. Ya había antes hablado de tramas, concretamente en 23. Las acciones, interpretaciones, conceptos, convenciones, todo se organiza en tramas, en sistemas. Es imposible por ello pensar por fuera de un sistema. Sin embargo no debe entenderse a los sistemas como modelos acabados que “cierran” a la perfección. Todo sistema tiene sus bordes, sus hilachas, sus momentos de desajuste. Pero todo pensador, incluso el que se procalma antisistémico, está incluído en alguno.
40. Intentando concluir, diría que la filosofía en su tarea tiene que estudiar antes que argumentos, las concepciones, su articulación con el momento y lugar histórico de su formulación, su relación con las formas de acción reales e históricas, cómo llegaron a ser a partir de concepciones anteriores y cómo luego dieron lugar a nuevas instancias. En fin, que la filosofía sólo es pensable como filosofía en la historia, encarnada, real, activa.
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