Se han dado muchas, tal vez demasiadas definiciones, de la libertad. La libertad consiste básicamente en poder, pensar, decir o hacer lo que uno quiera. Cualquier ser humano que haya pasado algún tiempo en la superficie del planeta sabe que la libertad tiene demasiadas limitaciones, como por ejemplo las biológicas, partiendo por el hecho de que debemos morir en algún momento, siendo que la mayoría de nosotros no queremos hacerlo. Las demás leyes de la naturaleza, como por ejemplo las físicas, nos impiden volar a no ser usando aparatos que a su vez compensen la fuerza de gravedad con fuerzas equivalentes que permitan despegar del suelo; las leyes de la herencia hacen que seamos de cierta estatura, contextura y color, siendo imposible cambiar tales características a no ser aparentemente. Por eso es que argüir el argumento de que algo es "contra natura" es falaz. Nada puede realmente ser "contra natura". Los límites naturales son externos a la conciencia o heterónomos, que quiere decir por norma de otro o externa.
Otra limitación de la libertad es aquella dada por la ética y la moral. Estos límites son llamados límites internos o autónomos -autónomo quiere decir por la norma de sí mismo. Existe en todos nosotros -casi todos nosotros -una comprensión natural de lo que es lo bueno. Se le llama la ética natural. El sufrimiento ajeno nos conmueve pues somos capaces de empatía, es decir de ponernos en el lugar del otro, al que reconocemos como SEMEJANTE a nosotros y sentimos la necesidad de evitarle el sufrimiento, lo cual también limita nuestra libertad. La convivencia además hace necesarios acuerdos mínimos, por lo que esta ética natural deja ya de ser puramente natural y se sanciona socialmente, transformándose en costumbres y usos, o sea una moral. Su sanción es todavía autónoma o interna, pero se suma una sanción heterónoma como lo es la sanción social.
Casi todos nosotros poseemos una ética natural, sin embargo, existen individuos que no la poseen: estos son los llamados psicópatas. La ética natural tiene también ciertos límites, por ejemplo, yo no sería capaz de robar, pero en un estado de necesidad extrema tal vez esa ética natural se vuelva más laxa. Por ello es que con la organización de los estados viene a sumarse el Derecho -entendido como ordenamiento jurídico -a los límites de la libertad. El Derecho es absolutamente heterónomo, su sanción es la fuerza. Si bien cuenta con la moral y la ética como fuentes, estas se vuelven irrelevantes en la medida que forman parte del ordenamiento jurídico. El Derecho se fundamenta en el uso de la fuerza legítima -es legítima porque es una fuerza aprobada por la comunidad. Existe una escuela llamada Ius Naturalista, que afirma que el derecho tiene una fuente natural. Pese a que yo adscribo a la escuela opuesta o Ius Positivista, -que afirma que la validez del derecho proviene sólo de la fuerza que apoya la norma y de haber sido promulgada por la autoridad legítima o simplemente irrevocable -no quiero entrar en esa discusión, sino simplemente considerar al Derecho en su relación con la libertad, esto es, como límite heterónomo.
Muchos pensadores llegaron a pensar que el Estado era la culminación del progreso humano y que el ordenamiento jurídico moral llevaba al fin de la Historia inclusive -Hegel -, sin embargo, muchos fueron quienes pensaron que el Estado era un mero disfraz de libertad y que finalmente debía ser superado. Curiosamente muchos pensadores de opuestas tendencias coinciden en esto: los anarquistas, los Marxistas y los hegelianos de izquierda, incluso el pensamiento neoliberal, según el cual el Estado debe desaparecer y por ello se le llama también Anarcocapitalismo. La desaparición del Estado, es sin embargo, una utopía, es decir una meta última que posiblemente no se alcance jamás o tal vez se alcance en mucho tiempo, pero en todo caso un objetivo al que hay que tender aunque sea asintóticamente.
Antes de la aparición del Estado Moderno las comunidades solían estar en manos de príncipes -es un término genérico que agrupa, reyes, emperadores, conquistadores etc. Estos príncipes generalmente no gobernaban en beneficio de toda la comunidad, sino en beneficio de un grupo de ciudadanos libres que eran siempre una minoría incluso en la democracia ateniense, que estaba basada en una mayoría esclava, sin contar con la falta de libertad y derecho a voto de las mujeres. A veces estos príncipes trataban a la comunidad como una propiedad y usaban a los miembros como meros sirvientes, llegando a gobernar en beneficio propio.
Los antiguos entonces se preguntaron por la auténtica libertad. Pensemos que se trataba además de una época en la que la medicina se encontraba en forma embrionaria y que llamar a un médico era normalmente una forma de agravar los padecimientos. La libertad estaba constreñida incluso para los tiranos que gobernaban. La mala salud de Augusto César es legendaria, Alejandro muere de una enfermedad a los treinta y dos años. Chi Huang Ti murió envenenado por el mercurio contenido en las pociones de los alquimistas que bebía para alcanzar la inmortalidad.
En occidente, se elaboraron dos respuestas para lograr la libertad, el Escepticismo y el Estoicismo. El Escepticismo fue creado por Pirrón. Su doctrina se basaba en la imposibilidad de obtener conocimiento, por lo que cualquier opinión que se emitiera era vana -Wittgenstein se nutre acá -que se podían seguir ciertas señales en la vida práctica, pero que hacer un juicio definitivo era siempre un error. Cultivaban la afasia, no emitir opiniones; la ataraxia, la imperturbabilidad del espíritu, y la apatía, el no permitirse emociones porque son engañosas. Los estoicos por su parte, fundados por Zenón de Citio, también cultivaban la ataraxia, pero pensaban que se podía alcanzar la felicidad libre de comodidades materiales y se identificaban a sí mismos como almas y consideraban al cuerpo una carga... sí, heredaron ello al Cristianismo. El Estoicismo estuvo muy de moda en la época en que el Cristianismo se difundía, era monoteísta, aunque panteísta e influyó notablemente en los cristianos. Sus más grandes exponentes son el emperador Marco Aurelio y el esclavo Epícteto, especialmente porque uno era emperador y el otro esclavo y ambos veían sus circunstancias como algo que no debía afectarles en lo personal, son por ello no sólo un ejemplo teórico sino también vital. Hegel diría que estas son formas limitadas de libertad, puesto que son sólo internas.
El cristianismo, por su parte, diría que la auténtica libertad sólo se alcanza en el reino de los cielos y que mientras somos libres de seguir las enseñanzas de Jesús... las cuales haría seguir a la fuerza hasta hace muy poco. Realmente poco. http://www.hagshama.org.il/es/recursos/view.asp?id=710 Cualquier discurso de ellos me parece entonces viciado: es absurdo querer imponer la libertad por la fuerza, incluso haberlo querido, aunque ahora su fuerza sea estrictamente moral o inmoral más bien. Ratzinger es completamente ortodoxo y un fiel exponente del cristianismo y no una excepción conservadora, sino la norma conservadora. Ratzinger es un católico químicamente puro e inobjetable desde el punto de vista de la doctrina de la iglesia: el catolicismo es y siempre ha sido lo que él representa. Juan XXIII fue un díscolo.
Oriente seguiría una línea similar al Estoicismo, aunque en rigor cabe suponer que el Estoicismo tiene alguna influencia taoísta o budista, puesto que estas doctrinas son anteriores, sin embargo, nosotros como occidentales vinimos a conocerlas directamente después. Tanto el Budismo como el Taoísmo sostienen que el verdadero condicionante del ser humano son los sentidos y sus objetos y que la liberación se alcanza dejando de identificarse uno mismo con sus deseos. El proceso para lograr esta simple característica es muy difícil...
Independientemente de los caminos personales, como el estoicismo y las doctrinas orientales, la comunidad mundial siguió un proceso de liberalización. Los pensadores modernos posteriores a Descartes acuñaron la idea de Progreso -Kant, Hegel, Voltaire, Montesquieu, Rouseau, Marx, los anarquistas como Bakunin y Proudhon entre otros; es muy difícil atribuir este concepto a un solo pensador -como una ley natural. Se progresaría a pesar de todo y el progreso sería social. La Revolución Industrial trajo nuevas formas de producción y así hubo más disponibilidad de bienes. Los excesos en la mala distribución fueron corregidos con revoluciones o medidas pacíficas -en el mundo desarrollado ¡en Latinoamérica todavía no! ¿Cómo vamos a ser posmodernos si ni siquiera somos modernos? -la razón aparecía triunfante. El progreso, esto es el mayor bienestar de la mayor cantidad de gente posible, se alcanzaría a través de tener más conocimiento y más libertad.
El conocimiento es verdadero. No existe el conocimiento falso, eso es una contradictio in adiectio, se define el conocimiento como verdad, todo el conocimiento. La ciencia se considera hoy no verdadera sino probable, pues bien, si las afirmaciones de la ciencia se saben probables, entonces el conocimiento científico entonces es verdadero en cuanto reconoce su naturaleza de probabilidad. Así pues es el conocimiento fuente de la posibilidad de una libertad real interna o externa. Ningún sistema de pensamiento permite que la libertad se funde en el error, incluso los sistemas de tipo interno oriental quieren primero que nada eliminar las percepciones erróneas en los practicantes.
Del mismo modo que el conocimiento produce libertad, sólo la libertad produce conocimiento. Las únicas normas que debe seguir el entendimiento son las normas del entendimiento. Si el conocimiento se ve limitado por prejuicios, entonces el conocimiento no puede avanzar.
Entonces ¿las normas del entendimiento son la última frontera que no puede superarse? En parte. No pueden la Filosofía ni la Ciencia salirse de tales normas, pero no sólo la Filosofía y la Ciencia son fuente de conocimiento. El arte en la medida que es arte no está restringido por ningún tipo de norma, ni siquiera por la norma estética, como ya lo demostró Marcel Duchamp. En el arte la imaginación se libera incluso del aparato de la logística y la mente humana explora formas, colores, conceptos imposibles, hasta arbitrarios si se quiere, como en el caso de Escher. El arte redime a la mentira en la medida que la transforma en verdad artística, en el arte incluso las más perversas acciones se redimen: si yo violo a una menor de edad, mi acción es ciertamente condenable, pero si escribo una narración, o hago una película, o una pintura, o una escultura, o una instalación que lo represente, entonces mi acción puede ser incluso meritoria. Siempre y cuando distinga los límites entre la realidad y la ficción.
La felicidad es inseparable de la libertad. No puede alguien ser feliz si no es libre, la tristeza es un límite a la libertad, pues el deseo natural del hombre es ser feliz, por tanto la tristeza restringe la voluntad. De ahí que la elección entre felicidad y verdad no sea posible, así como tampoco la opción entre libertad y verdad. Lamentablemente, el mundo contemporáneo llama felicidad al mero placer, el cual tiene la naturaleza de ser transitorio, por lo que si basamos la felicidad en la mera obtención de placeres, entonces necesariamente estaremos en un constante estado de insatisfacción.
El placer no es más que una sensación pasajera de bienestar y como mera sensación no tiene más requisitos que la capacidad de sentirlo. Un esclavo puede perfectamente sentir placer, al menos los esclavos hombres tuvieron orgasmos y eyacularon en los cuerpos de las esclavas -me imagino que ellas tuvieron orgasmos también, a veces -engendrando a hijos que nacían esclavos. Lo mismo podemos decir de lugares en los que se pasa hambre o se viven guerras: sigue naciendo gente. Pero esos seres que gozaron del breve placer de la unión transitoria, distaron mucho de ser felices bajo las circunstancias de sus placeres. Lo mismo podemos decir de la borrachera del peón o del aturdimiento del heroinómano.
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