lunes, 28 de junio de 2010

VERDAD, RELIGIÓN Y METARRELATOS, por Arturo Ruiz

Un metarrelato quiere decir un relato sobre el relato, entendiendo como el relato a la Historia. La Filosofía Moderna se caracterizó por dar a la Historia una interpretación teleológica desde la propia Filosofía de la Ilustración, que daba como sentido de la historia el concepto de Progreso, el cual asumió diferentes formas hasta llegar al Marxismo que tenía como sentido de la historia el arribo a la Sociedad Comunista, pasando por Hegel que ponía el fin en un Espíritu Absoluto. Los metarrelatos surgen como una forma de entender la historia en cuanto a un proceso con una finalidad moral, es decir, un bien.


Nietzsche será el primero en entender esto como Cristianismo, que no es para él sino un platonismo para el pueblo. Así como la filosofía de Platón puso el fin en el mundo de las ideas y el Cristianismo en un paraíso tras la muerte, para Nietzsche la interpretación teleológica de la historia es una negación del presente, por tanto de la vida misma que transcurre más bien en un eterno presente. Cualquier finalidad histórica será para él nada más que un reemplazo de lo que alguna vez fue el paraíso cristiano que venía tras la muerte, dado que un futuro más allá de la propia existencia es un futuro que no tiene sentido dentro de la vida misma, por tanto una negación de la misma. De ahí que diga que tanto la moral del cristianismo como la moral del progreso le restan valor a la vida.


La Filosofía se ha identificado en gran medida con la actividad de crear estos metarrelatos. Es por ello que también Heidegger afirma que ha llegado el fin de la Filosofía y que ha llegado un nuevo modo de pensar, sin embargo, cuando dice esto, se refiere sólo a la Filosofía en cuanto entendimiento teleológico del mundo y no en cuanto a la actividad que interroga al Ser. La Filosofía no se agota en la creación de un metarrelato histórico social.


Es bastante más fácil entender una finalidad en el individuo: la finalidad del individuo es la felicidad. El problema con la felicidad es que asume, cuando va más allá de la satisfacción de las necesidades fisiológicas, características diferentes para cada persona. Es por ello que en la vida en comunidad se ha buscado un metarrelato que haga de la búsqueda de la felicidad una cuestión también común a todos los integrantes de esa comunidad. Desde La República, se ha entendido que corresponde al Estado o al menos a un pensamiento más bien público definir aquello en lo que esta felicidad consiste.


La llamada modernidad encontró en la idea de Progreso una finalidad digna de ser puesta al final de la historia, sin embargo, la propia modernidad dio diferentes nociones del mismo que iban desde el capitalismo hasta el marxismo, pasando por el humanismo cristiano, el positivismo y otras filosofías. La crisis de los metarrelatos consiste en comprobar el fallo de estas teleologías, su irreconciliable contradicción o bien el descubrimiento de su base en meras cuestiones psicológicas o políticas como hacen respectivamente Nietzsche y Foucault.


Es natural pues que, finalmente, todos estos metarrelatos hayan entrado en crisis. La crisis de estos metarrelatos consiste en que a ninguno de ellos se le concedió el derecho de imponerse al otro y en que a cada uno se le concedió una especie de validez relativa: si tiene sentido para mí entonces es válido, esto se hizo ante la imposibilidad de construir un metarrelato común que pudiera dirimir. El problema es que esta crisis de los metarrelatos alcanzó también a otros aspectos del saber, al menos en cuanto a recepción vulgar, que en realidad gozaban de buena salud: así la Ciencia y la Técnica fueron entendidas como metarrelatos, más que por los científicos o por algunos filósofos, por el mundo. La universidad no es vista sino como una autoridad más que basa su poder no en los conocimientos que acumula, sino en un metarrelato particular que dice que el conocimiento debe ser poderoso. Esto coloca a las instituciones del saber en el mismo pie que la opinión de cualquiera, y a las Ciencias Exactas en el mismo plano que las Ciencias Sociales[1], aunque esta no fuera en principio la intención de los pensadores posmodernos.


Sucede que la Ciencia y la Técnica no basan su autoridad en ideas teleológicas, sino en la correcta, efectiva y funcional explicación y modificación de los hechos, pero esta correcta, efectiva y funcional explicación de los hechos, aparece como el fin de la Ciencia y herramienta en la Técnica, y al aparecer como fin, se parece mucho a un metarrelato más.


Si la Ciencia y la Técnica son un mero metarrelato, entonces no hay ningún impedimento para oponer a ella otro metarrelato y decir que ese otro metarrelato es igualmente válido que el metarrelato de la Ciencia y de la Técnica. Así nada impide que al viejo pensamiento racional y metódico vuelva a oponérsele el pensamiento mágico mítico y que este pensamiento reclame para sí el mismo valor que el que han logrado la Ciencia y la Técnica.


La Ciencia puede esgrimir, sin embargo, resultados y la Técnica puede aplicar dichos resultados y convertirlos en cosas tales como vacunas o el computador en el que escribo en este momento. Es por ello que, si bien es posible entender el que desde la Ciencia nos viene dado un metarrelato, no es posible entender que la ciencia consista puramente en uno, al obtener resultados tangibles. No, simplemente no se trata de un mero metarrelato.


Así como la ciencia no se trata de un mero metarrelato, la fe y la religión tampoco consisten puramente en uno. En efecto, la doctrina religiosa no se contenta con contemplar el mundo y establecerle un sentido. Si así fuera, entonces tendría el pleno derecho que tiene la Filosofía de intentar dotar de sentido a las cosas del mundo. La Religión quiere ser una explicación alternativa a la que nos entrega la Ciencia, sin embargo, carece de los resultados técnicos de esta. Pensadores han temblado ante la posibilidad de que el resultado técnico se vuelva la única medida de lo verdadero, sin embargo, es la medida de lo probable y de lo aplicable la que nos entrega un criterio de distinción para decir cuáles hechos efectivamente ocurren y cuáles no, independientemente de su valoración.


Cuando se postula que una persona ha creado el mundo desde la nada, lo que se postula no es una mera valoración sino un hecho y un hecho improbable que además tiene pruebas en contra, como la Teoría de la Evolución y el Big Bang. Los metarrelatos seguirán en crisis, pero tal cosa no significa que son los hechos los que están en crisis, sino su significado para nosotros. Así pues, una Filosofía que no sea mera teleología asoma ya no para explicarnos el mundo, porque para ello tenemos a la Ciencia, sino para enseñarnos a habitar en él, pero este nuevo pensar debe ser un pensar verdadero y no un pensar que permita que en esta transacción con las cosas aceptemos pactar con el diablo o con un dios que nos haga llamar verdadero a algo que es falso a todas luces.


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[1] Esta distinción es bastante antigua, debiera decir Ciencias Nomotéticas y Ciencias Ideográficas, sin embargo, ello requeriría de un ensayo extra y se trata sólo de señalar la diferencia entre las disciplinas y no de hacer precisamente aquí una filosofía de las ciencias.

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