Mariposa de anticuarios
Cuál es la palabra que nos une.
Qué tizón a medio apagar todavía incólume
chispea madrugadas si la lechuza
atrapa la víbora de la noche.
No es casual que esa vela se apague.
Huele ha guardado tu arcón de ropas íntimas:
el encaje, tus panty medias y esas ligas
coloradas de tu pasión endeble.
Oh, sagaz depredadora que un día anidas en el piso
20 y otro estás en una casa de un jardinero,
a la misma hora que un hombre de
negocios se cansa de llamarte por teléfono
para ofrecerte alhajas y viajes cuyo exotismo
te van arrugando la piel en el instante mismo
que una copa de vino derrama tu mesa
y lo recuerdas.
Esos jarrones que rompiste en Tafí Viejo,
hacen arena como el reloj que a puro martillazos
no te deja dormir por las noches,
después de beber el agua del perdón
sin poder decirle a él la palabra que los salva.
Ajustada en jeans,
la fácil cremallera se desliza con
el sudor de un hombre
que ya no apeteces, pero igual aprietas
tus muslos para desatar la estampida.
Tu amor se sostiene de los hombros
de una camisa
sin nadie,
hay un goce templario,
lujuria de una amazona
errante que cabalga su desdicha.
Hay dentelladas del alma junto al crespón disecado.
Mira este collar de de filigrana que hice con los días.
Que en esta hoguera ardan los sigilos.
Que tu maldición escupa las ortigas del ayer.
En el instante mismo que tus emanaciones
se vuelven sudor en mis manos.
Sola en tu madriguera, mariposa de anticuarios.
Sola cazadora de los desprevenidos.
Sola Ninfa del Centauro.
Sola raptando las paredes
de la alcoba clausurada para siempre.
Gustavo Rubens Agüero
(Salta, 25 de abril de 2007)
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sábado, 26 de junio de 2010
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