(Fotografía de Cole Rise)
Ser y Tiempo es un libro negativo, y toda exposición positiva, termina por poner algo que, en efecto, no puede ser puesto. Un positum es lo que está puesto y de lo que se puede, por ende, entresacar una serie de postulados doctrinales. Esto quiere decir que la doctrina sólo puede ser óntica, porque la misma exposición implica que hay algo de lo que va, precisamente, el discurso. Pero si Ser y Tiempo es un libro que quiere señalar lo que no es ente, entonces necesariamente no puede tratarse de un exposición doctrinal.
Esa es grosso modo la trama de un texto que aparece en el horizonte filosófico del siglo XX embozando su extraño carácter de ser un libro sin contenido. (¿Contenido de qué?). Es decir, el libro no puede desgranarse en una feliz serie de postulados y de apotegmas porque su acometimiento es señalar en el ente (aquel Befragtes aludido en la consideración de la estructura formal de la Seinsfrage, § 2), aquello que nunca es ente; aquello no entitativo que la tradición ontológica, con todo, positivizó y ontificó, perdiendo así lo que pretendidamente debía ganarse: una comprensión del sentido del ser. El sentido del ser es lo que no aparece y lo que, propiamente, no puede aparecer, porque haciéndolo relevante se lo emboza. Por eso - muy a contrapelo de Critchley (cf. la entrada que provoca esta réplica) -, Heidegger no se deja decir tan alegremente que la 'tesis' de su libro puede resumirse en la fórmula (extremadamente simple, según señala el propio Critchley) 'el ser es tiempo'.
Creo que lo que habría que hacer es llamar a los eruditos heideggerianos, como Critchley, a un examen de conciencia con el fin de que confiesen que, por mucho tiempo, han soslayado el prólogo de Ser y Tiempo. O si no, que no lo entienden, porque en ese 'prólogo en el cielo' (pace Safranski), tan efectista con la cita circunspecta del Sofista platónico, se afirma claramente que el libro no ofrece respuestas de ningún tipo. Más bien, anuncia explícitamente que el propósito del tratado es una pregunta y no una respuesta: la elaboración concreta de la pregunta por el sentido del ser. Se trata de elevar la interrogabilidad hasta el punto en que sólo la pregunta es relevante. Y por ello Heidegger no dice lo que Critchley dice que dice, sino lo siguiente: la interpretación del tiempo como horizonte de posibilidad para toda comprensión del ser en general es la meta provisional del tratado, es decir, la meta ha de ser probada en el desarrollo del libro y no puede darse en ningún caso por supuesta o ganada de antemano.
Heidegger procede con suma cautela, no así Critchley, para quien se pueden decir un montón de cosas, cuando la cosa positiva era aquello que siempre está siendo minado en el texto. El ser no es esto, ni aquello, ni lo de más allá, ni lo de más acá. Propiamente es nada.
Y eso explica por qué en la conferencia inaugural de 1929 '¿Qué es Metafísica?', Heidegger no tiene reparos en hablar de la elaboración de la pregunta por la nada (Ausarbeitung der Frage nach dem Nichts).
Critchley dice que el ser es tiempo; Heidegger afirma, con todo, que la conexión entre la interpretación del tiempo y la comprensión del ser es una meta provisional. Y, como sabemos, Ser y Tiempo en tanto proyecto, adquirió finalmente la fisonomía del fragmento.
Esa es grosso modo la trama de un texto que aparece en el horizonte filosófico del siglo XX embozando su extraño carácter de ser un libro sin contenido. (¿Contenido de qué?). Es decir, el libro no puede desgranarse en una feliz serie de postulados y de apotegmas porque su acometimiento es señalar en el ente (aquel Befragtes aludido en la consideración de la estructura formal de la Seinsfrage, § 2), aquello que nunca es ente; aquello no entitativo que la tradición ontológica, con todo, positivizó y ontificó, perdiendo así lo que pretendidamente debía ganarse: una comprensión del sentido del ser. El sentido del ser es lo que no aparece y lo que, propiamente, no puede aparecer, porque haciéndolo relevante se lo emboza. Por eso - muy a contrapelo de Critchley (cf. la entrada que provoca esta réplica) -, Heidegger no se deja decir tan alegremente que la 'tesis' de su libro puede resumirse en la fórmula (extremadamente simple, según señala el propio Critchley) 'el ser es tiempo'.
Creo que lo que habría que hacer es llamar a los eruditos heideggerianos, como Critchley, a un examen de conciencia con el fin de que confiesen que, por mucho tiempo, han soslayado el prólogo de Ser y Tiempo. O si no, que no lo entienden, porque en ese 'prólogo en el cielo' (pace Safranski), tan efectista con la cita circunspecta del Sofista platónico, se afirma claramente que el libro no ofrece respuestas de ningún tipo. Más bien, anuncia explícitamente que el propósito del tratado es una pregunta y no una respuesta: la elaboración concreta de la pregunta por el sentido del ser. Se trata de elevar la interrogabilidad hasta el punto en que sólo la pregunta es relevante. Y por ello Heidegger no dice lo que Critchley dice que dice, sino lo siguiente: la interpretación del tiempo como horizonte de posibilidad para toda comprensión del ser en general es la meta provisional del tratado, es decir, la meta ha de ser probada en el desarrollo del libro y no puede darse en ningún caso por supuesta o ganada de antemano.
Heidegger procede con suma cautela, no así Critchley, para quien se pueden decir un montón de cosas, cuando la cosa positiva era aquello que siempre está siendo minado en el texto. El ser no es esto, ni aquello, ni lo de más allá, ni lo de más acá. Propiamente es nada.
Y eso explica por qué en la conferencia inaugural de 1929 '¿Qué es Metafísica?', Heidegger no tiene reparos en hablar de la elaboración de la pregunta por la nada (Ausarbeitung der Frage nach dem Nichts).
Critchley dice que el ser es tiempo; Heidegger afirma, con todo, que la conexión entre la interpretación del tiempo y la comprensión del ser es una meta provisional. Y, como sabemos, Ser y Tiempo en tanto proyecto, adquirió finalmente la fisonomía del fragmento.
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